Movilizaciones obreras y paralización de las reformas

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Octubre 2003

En este contexto de crecientes dificultades económicas y de incesantes provocaciones de la derecha, la población trabajadora se movilizaba cada vez más y trataba de imponer su voluntad.

Las huelgas se multiplicaban (hubo diez veces más huelguistas en la industria privada en mayo del 72 que en mayo del 71), las ocupaciones de empresas se sucedían con el objeto de que el gobierno interviniera para situarlas en el sector público, al Área de Propiedad Social (APS), para evitar así los despidos o el cierre, y los huelguistas consiguieron a veces forzar la mano al gobierno obligándole a requisar empresas que no tenía la intención de tocar.

La organización de los Cordones Industriales comienza en el Cordón Cerrillos-Maipú, el "Maipucito", en junio de 1972.

Cerrillos era el principal suburbio industrial de Santiago con sus 250 fábricas y 46.000 obreros. Maipú era una vecina región agrícola donde los campesinos habían ocupado más de ciento cincuenta propiedades y reclamaban la nacionalización de todas las de la provincia, tras el arresto y el encarcelamiento de cuarenta y cuatro campesinos, condenados por haber ocupado una gran propiedad que el gobierno se proponía de todos modos expropiar.

En el Cordón Cerrillos, los trabajadores habían cortado las rutas de acceso de la costa a Santiago, en protesta por la lenta tramitación al APS de varias industrias de la zona. Y, junto con los de Maipú, se presentaron ante el ministerio del Interior en una manifestación unitaria de obreros y campesinos.

Los trabajadores se agruparon organizándose alrededor de los representantes de las distintas fábricas y adoptaron un programa radical y concreto a la vez, para hacer frente a los problemas más urgentes. En él afirmaban: "sostener el gobierno en la medida en que expresaba las luchas y las movilizaciones de los trabajadores".

Reclamaban la expropiación de todas las empresas previstas en el programa de la Unidad Popular y todas aquellas en las que los patronos saboteaban la economía o no cumplían sus compromisos con los trabajadores; el control de las empresa en su conjunto, ejercidos por consejos obreros elegidos y revocables por los propios trabajadores; aumentos automáticos de los salarios cada vez que el coste de la vida subiera un 5%. Afirmaban que era preciso liberarse de los burgueses que habían encontrado refugio en los tribunales y el Parlamento. Exigían la creación de un organismo nacional de la construcción situado bajo el control de consejos obreros de la construcción, de los pobres y de los parados, así como la substitución del Parlamento burgués por una asamblea del pueblo.

Pero fue precisamente en el momento en que se desarrollaba la movilización popular, en junio de 1972, que Allende decidió retroceder, explicando al igual que el Partido Comunista, que era preciso hacer una pausa y consolidar la alianza con las clases medias si se quería superar la crisis.

La formación de Cordón Cerrillos, y de otros que se van sumando en el segundo semestre de 1972, es atacada por el Partido Comunista, y los Cordones Industriales no serán reconocidos oficialmente por los diligentes del Partido Socialista sino más tarde, cuando los gremios patronales del transporte y el comercio amenazarán la estabilidad del gobierno.

En junio de 1972, Allende esperaba todavía que, deteniendo las reformas, podría llegar a un acuerdo con la Democracia Cristiana. Pero, a pesar de todos los retrocesos de la Unidad Popular, Frei acabó rompiendo las negociaciones.

El gobierno, modificado para aplicar la pausa, decretó la restitución de las empresas ocupadas a los patronos y encargó de ello a los carabineros, insistiendo al mismo tiempo y más que nunca en que "había que ganar la batalla de la producción".

Un dirigente de un sindicato de la pequeña industria expresaba así su decepción:

"Con este gobierno, yo creía que íbamos a avanzar con fuerza. Al principio, se ha avanzado fuerte durante ocho meses, un año; luego hemos ido más despacio (...) También quiero mencionar que se ha dicho a los trabajadores: "no a las huelgas", "no a las ocupaciones", que no serán aceptadas y que se aplicará rigurosamente la ley. Y yo me pregunto: ¿qué otra rama tenemos nosotros, los trabajadores, para golpear al enemigo que siempre se ha negado a negociar los contratos?"

Es también en este periodo que se sitúa una operación policial particularmente violenta y que todavía hoy no se sabe si fue decidida deliberadamente desde lo alto o si la policía se sintió autorizada a realizarla alentada por la actitud contraria de las luchas populares que había adoptado el gobierno de la UP.

En cualquier caso, el 5 de agosto, con el pretexto de buscar a alguien en una población de chabolas, las de Hermida, controlada por MIR, la policía invadió el campo. Un testigo de los hechos los relató de la siguiente manera:

"A las seis y cuarto de la mañana, llegaron al campo treinta y dos camionetas, cuatro autobuses del Grupo Móvil, dos blindados, dos camiones de transporte de caballos y tres ambulancias. Cortaron la electricidad del sector y desde una camioneta con altavoces nos llamaron a salir a la calle para defender el gobierno popular que había sido derrocado. Los pobladores empezaron a salir por las calles obscuras. Entonces, la policía encendió luces de Bengala y empezó a ametrallar a los pobladores. Entraban a las casas a las patadas, gritaban a los dirigentes que se rindieran y seguían disparando."