Contra la barbarie de la guerra étnica, contra la barbarie de los bombardeos, por el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos

Yazdır
Mayo-Junio de 1999

Hace falta toda la crueldad de este mundo dominado por el imperialismo para que sus amos, casi la totalidad de los partidos políticos y numerosos intelectuales, pretendan hacer pasar una intervención llevada a cabo con bombas y misiles por una intervención a favor de los pueblos, del pueblo kosovar en este caso, que no tiene solo en el punto de mira objetivos militares, sino también fábricas, centrales térmicas, puentes, minas de carbón, etc. o los edificios situados en el centro de ciudades como Belgrado en Servia, o Pristina en Kosovo...

Hace falta toda la capacidad de hipocresía y de cinismo para pretender que estos bombardeos no tendrían nada que ver con el éxodo masivo de los kosovares hacia la frontera de los países limítrofes que los medios de comunicación han mostrado. El alto Comisariado de la ONU para los refugiados ha evaluado alrededor de 450.000 el número de persona que han sido expulsadas de Kosovo entre el desencadenamiento de los bombardeos, 24 de marzo y el 6 de abril.

Esto no impide que a todos aquellos que les va la guerra, que aprueban los bombardeos, e incluso llaman a la intervención militar terrestre de las potencias occidentales (como los verdes convertidos al verde caqui) de situarse en defensores del pueblo albanés de Kosovo.

Cara al evidente desastre, para exonerarse de toda responsabilidad, los dirigentes occidentales gritan que Milosevic tenía planes para expulsar a los albaneses de Kosovo, anteriores a su intervención: fingen acabar de descubrirlo.

¡Hermoso y oportuno descubrimiento! Es una granujería afirmar que Milosevic y sus acólitos han tenido oculta su voluntad de purificación étnica, su voluntad de conservar la total dominación sobre Kosovo, como la brutalidad sangrante de sus métodos realizados hace unos años en Croacia, en Bosnia y en el mismo Kosovo.

Lo que sucede hoy era previsible, los jefes de la OTAN lo habían ,sin duda, más o menos previsto. Algunos de entre ellos lo han admitido. ¿Como por otra parte, hubieran podido esconder que Milosevic aprovechaba sus bombardeos para acelerar sus proyectos,? entonces, los bombardeos no le dejaban las manos más libres?. Es la táctica de Milosevic de buscar en los hechos acontecidos justificaciones para las deportaciones de la población. Esto no es nuevo.

Mientras tanto dicen los responsables de los gobiernos occidentales, que ni el ritmo ni la amplitud eran previsibles, de lo que Bernard Couchner se hacía eco: "¿quién habría imaginado tal deportación en masa en este fin de siglo?". No había más que hacer un esfuerzo de imaginación. Sería suficiente, por ejemplo, que él pensara en las masacres de Ruanda, perpetradas con la complicidad del gobierno francés. Y recordemos, para la memoria, que esto pasaba con la presidencia de Mitterrand.

Y nos queda que la intervención militar imperialista en Yugoslavia ha facilitado la obra de los nacionalistas panserbios en Kosovo, por no decir que ésta le ha preparado el terreno.

La intervención facilita políticamente el refuerzo de las posiciones de los peores instigadores de la política de limpieza étnica, los perros de la guerra, como el general Mladic, masacrador en Bosnia que vive ahora en Belgrado, o como el bandido Arkan, y el extremista de derecha ultranacionalista y fascistizante de Vojislav Seselj (viceprimer ministro del gobierno) quienes están en vías de escalar posiciones en Serbia.

Entre tanto los demócratas opositores a Milosevic, aquellos a quienes, por su pacifismo les repugna la exaltación sangrante de un "serbismo", están reducidos al silencio, si no están vigilados por la policía.

¿Dónde está la pretendida inquietud por los derechos de los pueblos en todo esto?.

Las justificaciones invocadas por los imperialistas no son más que mentiras que han restallado reacción, o más bien no reacción, ante la catástrofe que representa el éxodo masivo de albaneses de Kosovo desde el 24 de marzo. Los estados de la OTAN se glorifican de los campamentos tardíos que ellos improvisan, incluso si estos son gotas de agua, pero ellos no están inquietos por anticipar una ayuda consecuente, eficaz y rápida para hacer cara a la situación creada por el éxodo y que era todavía una cosa bien predecible. Cuando ellos hacen su política o defienden sus intereses o, como se ve actualmente, cuando actúan para organizar la intervención de aproximadamente de 600 aviones de todo tipo, aportados por 13 países sobre los 19 que cuenta la Alianza Atlántica, entonces disponen de todos los medios posibles y no racanean para desplegarlos rápidamente.

La irritante verdad es que las seguridades humanitarias están entre las menores de sus preocupaciones y ellos se lavan las manos de las consecuencias de su intervención para los pueblos.

Los revolucionarios comunistas internacionalistas estamos vigorosamente opuestos a los bombardeos, como a toda intervención militar de la OTAN contra Servia y Kosovo.

La infamia de la limpieza étnica no justifica una intervención militar que no hace más que agravar al mismo tiempo que hace pagar a la población serva por los crímenes de su dictador.

Nosotros denunciamos la participación del gobierno en esta bellaquería.

No es un pacifismo abstracto el que nos anima, sino la clara constatación que esta empresa no es más que una variante de la política de las cañoneras de la época colonial, la cual los trabajadores no tienen el menor interés en sostener. No está llevada para defender un pueblo sino para imponer, contra los pueblos, todos los pueblos, la ley de las grandes potencias.

La ley de las potencias imperialistas

La única razón de los bombardeos de la OTAN es imponer el orden mundial de las grandes potencias, afirmar la fuerza de su brazo armado a todos los pueblos del mundo.

Los dirigentes occidentales intentan conseguir de Milosevic que se muestre más obediente a su orden pues por su régimen político el dictador de Belgrado entraña una seria amenaza de desestabilización y de caos en toda la región, incluso más allá de la ex-Yugoslavia misma, pues la lógica de la guerra comporta encadenamientos, engranajes, cuyas consecuencias no siempre son controlables.

Ciertamente no comenzó ayer, sino hace mucho tiempo, la intervención de las grandes potencias para hacer y deshacer las fronteras en los Balcanes, en función de las relaciones de fuerza entre imperialismos rivales. Esta intervención ha sido constante desde hace más de un siglo y particularmente dramática en una región de pueblos mezclados. Estos pueblos han sido desplazados , divididos o reunidos arbitrariamente, en función de reglas impuestas desde el exterior, desde Berlín o Versalles. Es así, por ejemplo, que los Tratados que han seguido a la primera guerra mundial, han consagrado la creación de un pequeño estado, Albania, dándoles la región de Kosovo ya extensamente poblada de albaneses, a la monarquía eslava de "serbios, croatas y eslovenos" dominados por Serbia.

Los imperialistas se interesaban por los Balcanes en tanto que es terreno para sus pillajes, distribuidos en "zonas de influencia" que los capitales ingleses, franceses y alemanes se lo disputaban .

Esta herencia ha pesado decisivamente para que esta región de Europa no haya salido de la pobreza, de la opresión y de la violencia étnica, sobradamente utilizada como instrumento de dominación por las capas dirigentes locales. Pero la responsabilidad de las grandes potencias es aplastante, comprendiendo el periodo actual.

No habría que olvidar que durante cerca de 40 años, en la Yugoslavia de Tito, que no era precisamente un modelo de democracia, estos pueblos por lo menos han coexistido, se han mezclado, en el marco de una entidad superadora de los micros estados precedentes, y donde sus habitantes terminarían por ignorar sus orígenes etnícas para declararse sencillamente yugoslavos.

Después de la muerte de Tito, cuando el régimen entró en crisis, aparecieron en escena, sobre un fondo de crisis económica y social, las luchas por el poder en la cumbre del estado, además entre clanes rivales que buscaron un apoyo territorial en las diferentes repúblicas constitutivas de la Federación. Estos clanes no han dudado en recurrir a los viejos temas gastados de los micros nacionalismos, Serbio indudablemente pero también croata, esloveno, etc. pero son las potencias imperialistas las que han, digamos, presidido el estallido de Yugoslavia en 1991. Ellas han alentado a aquellos que empujaban en ese sentido y ellas consagraron el desmembramiento, oficializando la transformación de los límites administrativos internos de la Federación yugoslava en verdaderas fronteras entre los estados herederos.

Esto parecería una mediada rutinaria pero sus consecuencias llegarían a ser catastróficas en los estados desgajados a medida que los clanes nacionalistas, situados a su cabeza, van a transformar a cada uno de ellos en un estado nación.

Pero Serbia contaba con importantes minorías no serbias, albaneses en Kosovo, o húngaros, croatas y rumanos en Voivodina. Aunque también los serbios que vivían desde hacia mucho tiempo en la Krajina, región que fue atribuida a Croacia, o se habían instalado recientemente, en un momento donde todas las nacionalidades componentes se consideraban como en su propia casa en toda Yugoslavia, fueron a su vez transformados en minorías. Sin hablar de Bosnia con sus nacionalidades entremezcladas.

Y recordemos que si Milosevic ha practicado la limpieza étnica a lo grande, el croata Tudjman también la ha practicado, por su parte, contra los serbios de la Krajina o contra los bosnios de la región de Mostar.

Los clanes nacionalistas dispuestos a sacar provecho de esta situación, existían, pero las potencias imperialistas los han reconocido por no decir patrocinado. Partiendo de sus propias rivalidades aquellas también han contribuido a enfrentar a los unos contra los otros. Han echado aceite al fuego.

Hoy, es por medio de una espectacular y sangrienta intervención militar ejecutada por una coalición de grandes potencias mundiales, que el imperialismo, pretende una vez más, reglar la suerte de los pueblos balcánicos.

Estos no tienen nada bueno que esperar.

Los pueblos no pueden esperar nada de las grandes potencias

Los dirigentes occidentales buscan someter a Milosevic, por demasiado incontrolable, pero aparentemente sin reemplazarlo - por el momento al menos- como interlocutor para eventuales negociaciones. En Francia, Jospin, al decimosexto día de los bombardeos, continuaba llamándole "señor Milosevic" y toda la condición que le ponen es regresar a la mesa de negociaciones aceptando una forma de autonomía para los albaneses de Kosovo que los mantendrían dentro del cuadro de Serbia, y acomodarse a un control de las fuerzas de la OTAN sobre el terreno.

De todas formas sea cual fuere el destino de Milosevic, que él vuelva a ser el interlocutor de los jefes del imperialismo o que sea sustituido en ese papel por un sucesor de la misma calaña, tal negociación terminaría organizando una partición territorial más, consagrando la relación de fuerzas creada sobre el terreno.

Los buenos espíritus que reclaman una "solución negociada", ¿han olvidado lo que significaron los acuerdos de Dayton impuestos a Bosnia como solución para los pueblos?. Una partición en tres zonas étnicamente homogéneas por los métodos de todos conocidos, separadas por un río de sangre, que no son más que miserables ghettos para unas poblaciones privadas de esperanzas y aplastadas bajo la bota de pequeñas dictaduras feroces y corruptas. Una partición que ha hecho que casi dos millones de personas de Bosnia estén "desplazadas", exiliadas en numerosos países. Una partición patrocinada por los imperialistas sobre la base resultante de las limpiezas étnicas.

En cuanto a Kosovo, se ha visto claramente lo que los dirigentes occidentales quisieron imponer en la conferencia de Rambouillet. No se trataba en absoluto de hacer respetar el derecho del pueblo kosovar a disponer de sí mismo, en el respeto a la minoría serbia. Los proyectos de acuerdo de Rambouillet negaban formalmente a los albaneses de Kosovo elegir entre la independencia o su incorporación a Albania. El único derecho propuesto a los kosovares era el de ratificar lo que las grandes potencias habían elegido para ellos.

Allí, se ve dibujar sobre el terreno la configuración del acuerdo que -sobre los cadáveres de los albaneses víctimas de los militares, milicianos, para militares serbios como de los serbios víctimas de los bombardeos de la OTAN- las grandes potencias podrían imponer a Milosevic, el día que éste sea forzado a negociar. El terror de las milicias serbias, acompañado por los efectos de los bombardeos ha vaciado determinadas regiones de Kosovo - incluida la capital Prístina- de una parte importante de sus habitantes albaneses. Milosevic podría incorporar argumentos demográficos a sus argumentos pseudo históricos - Kosovo cuna del pueblo serbio, etc.- para conservar una parte importante de la región (puede ser en el marco de una solución "provisional", pero que durara, como dura lo "provisional" en Bosnia). Y puede ser que vuelvan una parte de los refugiados, encerrados a la espera en Albania o Macedonia, a lo que quede de Kosovo.

Y si una fuerza llamada de interposición es puesta en pie, no será allí más que para imponer una "solución" contraria al derecho de los albaneses a decidir sobre su futuro. Que provenga de la OTAN o de la ONU -distinción insignificante- no hará más que atropellar el derecho del pueblo kosovar a su autodeterminación.

Para los pueblos de los Balcanes que han sido víctimas todos, golpe a golpe, del estallido de Yugoslavia, no hay más que "soluciones" podridas por parte de los dirigentes imperialistas que serán crisoles de desesperanza y de resentimientos y generadoras de nuevos incendios y nuevos pudrideros.

No hay que esperar más de las soluciones de futuro de los diferentes clanes nacionalistas locales, los cuales no pueden, en el mejor de los casos más que acorralar a sus pueblos en miserables callejones sin salida.

En tanto que revolucionarios proletarios, afirmamos resueltamente que nuestra solidaridad va dirigida al pueblo albano- kosovar frente a la opresión y a las ignominias del Estado serbio. Es a los pueblos a los únicos a los que corresponde elegir el cuadro en el que ellos desean vivir - lo que es una evidencia a nuestros ojos -, lo mismo que defendemos el derecho de los pueblos de los Balcanes a disponer de sí mismos, defendemos el derecho de todas las minorías a ser reconocidas por igual respecto a las mayorías, con todas las libertades democráticas que esto implica.

Esto no nos impide pensar que el futuro de estos pueblos está en una coexistencia fraternal entre ellos, y que esto no podrá realizarse mientras que no pongan todos los medios para acabar con los clanes nacionalistas y explotadores que los tienen bajo su dominio, de desarraigar las bases de su poder, de levantarse contra ellos y contra los dictados de las grandes potencias. Es en este camino donde reside la única perspectiva de solución positiva para los pueblos de todos los países.

Mayo/1999