Después de las legislativas francesas : la derecha ha sido desaprobada pero...

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Junio, julio, agosto 1997

El electorado se ha servido de las elecciones legislativas de 1997 para infligir su desaprobacion a la derecha parlamentaria en el poder y a su política, como de las legislativas de 1993 para infligir su desaprobación a la izquierda de la misma manera categórica. Las dos veces, el mecanismo electoral de la democracia burguesa ha desempeñado un papel que le es propio : el gobierno gastado y su mayoría impopular, son desaprobados; otra mayoría y otro gobierno les suceden, para llevar adelante fundamentalmente la misma política, aquélla exigida por el patronato y la burguesía.

La política llevada adelante, es, con algunos matices, la misma desde hace veinte años. Ella apunta a que la crisis y todo su peso sean soportados exclusivamente por los trabajadores, y más ampliamente por las clases populares. Y mientras que la desocupación continua agravándose, que la parte de los asalariados en el ingreso nacional continua disminuyendo para que aumente la parte de la burguesía, se ofrece a las clases populares como factor de cambio, un exutorio: permitir al electorado cambiar la composición del Parlamento.

¿ Un empuje hacia la izquierda ?

La derecha parlamentaria ha pagado entonces por la política que lleva adelante desde hace cuatro años. Nadie lo lamentará. Pero ¿ podemos por ello hablar de un empuje hacia la izquierda ? Solamente jugando con las palabras y aún así, habría que aumentar la dosis.

Dejemos incluso de lado el hecho fundamental que la izquierda se ha presentado en nombre de una política que con algunos pocos matices no difiere en nada de la de la derecha. Y que un desplazamiento de los votos de derecha hacia los candidatos de izquierda no significa tampoco un empuje hacia la izquierda (se ha visto en las presidenciales de 1981 cuando el rechazo de una parte del electorado gaulista de votar por Giscard permitió la elección de Mitterrand).

Pero ¿ ha habido desplazamiento de votos en 1997 ?

Desde el punto de vista aritmético, la progresión de la esfera de influencia del Partido Socialista aparece importante en relación a las elecciones de 1993. Si dentro de esta esfera de influencia se cuenta, además del PS, a los radicales, al Movimiento de ciudadanos y a los diversos izquierda, su total en la primera vuelta pasO de 5.119.440 en 1993 a 7.245.376 en 1997. Pero esta cifra es aún inferior a los 9.169.708 votos obtenidos por la misma esfera de influencia PS en 1988.

Todo lo que puede decirse, es que el PS ha vuelto a encontrar en parte los votos que había perdido cuando la derrota electoral de 1993, parte de los cuales se habia refugiado en aquella época- en la abstención, otra parte estando constituída por esa franja del electorado centrista que desde 1981, se ha desplazado a menudo entre la derecha y la izquierda.

El Partido Comunista muestra su satisfacción ante el aumento del número de sus diputados. Pero en votos, si bien ha pasado de 2.331.399 (9,18%) en 1993 a 2.509.781 (9,9%) en 1997, tampoco ha alcanzado siquiera sus resultados de 1988, que ya no eran demasiado famosos (2.765.761 y 11.32%).

A pesar de su indiscutible mayoría en el Parlamento, el electorado de izquierda permanece minoritaro en el país. El electorado de izquierda, incluso en el sentido más amplio del término, es decir agragando a los partidos de la izquierda parlamentaria no sólamente la ultraizquierda, sino también los Verdes, no ha representado en la primera vuelta sino 44,28% del electorado contra 51,25% del electorado de derecha y ultra derecha.

Incluso en la segunda vuelta, que ha dado a la cámara una mayoría de izquierda, el total de los votos en su favor sólo ha representado 48,36% contra 51,64% de la derecha y ultraderecha.

El papel de la ultraderecha

Los grandes títulos acerca de la victoria de la izquierda no podían apoyarse sino sobre descuentos poniendo a parte el Frente Nacional. La progresión de la ultraderecha, en detrimento de la derecha parlamentaria, es por cierto uno de los elementos constitutivos de la derrota electoral de ésta. Pero de aquí a hacer de ello una victoria de la izquierda, hay un trecho.

No es de ningún modo la izquierda quien ha sido plebiscitada en esta elección, sino la derecha que ha sido desaprobada. Y desaprobada por una parte de su propio electorado -¿ cómo podríq ser además de otra manera ?- cuya fracción centrista ha vuelto sin duda al PS, pero del cual otra parte se ha abstenido o se ha dirigido hacia el Frente Nacional en la primera vuelta. Y el hecho de que éste haya mantenido sus candidatos en todos los lugares que podía hacerlo, provocando elecciones triangulares que desfavorecían a los candidatos de le derecha parlamentaria, ha acentuado aún más el fenómeno en la segunda vuelta, dando a una izquierda, minoritaria en el electorado, una mayoría en el Parlamento de las mejores que ésta haya obtenido nunca.

La noche misma de las elecciones, algunos jefes de la derecha habían interpretado sus resultados como la aspiración de una parte de su electorado a una política aún más hacia la derecha. Este análisis vale lo que vale, pero anuncia que en la desbandada y las luchas de clanes agravados, por el fracaso electoral, tanto al interior del RPR como de la UDF, hay quienes se preparan para una estrategia de acercamiento a la ultraderecha lepenista.

Entonces, no hay de qué echar las campanas al vuelo por haber logrado derrotar a la derecha. La derecha parlamentaria se encuentra por cierto debilitada, dispersa, y por el momento, más en descomposición que en recomposición. Pero los resultados del Frente Nacional en estas elecciones son un indicio del aumento de su influencia. Este ejercerá una atracción creciente sobre el personal político y su electorado.

Y si la situación económica no mejora por sí misma, lo que nada indica por el momento, Jospin no podrá hacer nada contra la desocupación y sus consecuencias, ya que -lo repite con suficiente claridad- no tiene la intención de tocar al patronato ni a las ganacias de las empresas. El patronato lo sabe bien. El periódico patronal Les Echos retoma el comentario desengañado de Bouygues con respecto a la nueva mayoría socialista : a le vez un acontecimiento y un no-acontecimiento que no cambiará nada. Y su alter-ego, PDG de DMC, ve incluso en ello una ventaja : Si el futuro gobierno debe tomar decisiones económicas dificiles, está probablemente mejor armado que la derecha para hacerlas pasar ante la opinión pública y evitar así los desórdenes sociales. Si el futuro debe desmentir a estos señores, no será seguramente en cuanto a las intenciones de Jospin, sino tal vez, en cuanto a su capacidad de evitar los desórdenes sociales.

Al no poder cambiar el destino de las víctimas de la desocupación, Jospin se desacreditará tan rápido como sus predecesores. Abrirá una brecha al Frente Nacional quien reforzará su influencia, tanto dentro del electorado pequeñoburgués de derecha que acaba de sancionar a la coalición RPR-UDF, como, desgraciadamente, dentro de una fracción del electorado popular que no tardará mucho tiempo en desilucionarse ante los nuevos golpes que la izquieda le asestará.

No; no había de qué presumir ni cantar la victorai de la izquierda, la otra noche, en el boulevard Saint Germain. No hay de qué extarsiarse ante la llegada de un nuevo contingente de diputados de izquierda al Parlamento. No están allí para proteger a los trabajadores, ni contra la desocupación y la miseria en aumento, ni contra sus consecuencias políticas, de entre las cuales la influencia creciente del Frente Nacional es la más grave.

El freno a todo esto sólo podrá venir de los movimientos sociales, de las luchas de los trabajadores. Estas luchas se produciránn inevitablemente, ya que la situación se vuelve insoportable para la masa trabajadora. Solo que habrá que ganarlas, es decir, hacer retroceder verdaderamente a la burguesía en lo que atañe a los objetivos esenciales de los trabajadores. Es en este sentido que habrá que desconfiar de las falsas elegrías, de las falsas esperanzas, y sobre todo de los falsos amigos.