La realidad del gobierno de “progreso”: una vela a Dios y otra al diablo

Stampa
30 de marzo de 2020

Ante una situación de emergencia económica y social tan grave hay que tener una respuesta solidaria e igualitaria que proteja a la sociedad y los más débiles. En España el coronavirus ha puesto en evidencia una sociedad con muchas carencias y desigualdades, con un sistema de producción basado en la obtención del máximo beneficio empresarial a costa de las clases populares y trabajadoras.

La crisis sanitaria está poniendo a prueba al gobierno de “izquierdas” PSOE/Podemos. Son en los momentos de emergencia colectiva cuando se ven las grietas de esta sociedad y la diferencia de clases sociales. Y la política reformista del gobierno quiere contentar a todos e intenta poner una vela a Dios y otra al diablo, con lo cual siempre gana el que tiene en sus manos los recursos y el poder del capital.

El gobierno de “progreso” intenta mantener una cara social, sin imponer medidas sobre los beneficios empresariales y las grandes empresas. Así la última medida anunciada ante el cierre de sectores productivos no esenciales, es un permiso retribuido para los trabajadores que no vayan a trabajar estas dos semanas, desde el lunes 30 de marzo hasta el 9 de abril. Pero las horas del permiso serán recuperadas por el empresario.

Y que no se diga que se prohíben los despidos porque es mentira. La ministra de Trabajo compareció ante los medios para anunciar que limitaba el despido “por causas técnicas y de producción”, el llamado despido objetivo. Pero en realidad, como están señalando muchos abogados laboralistas y organizaciones "esta medida no impide los despidos, sino que los encarece". Esta ministra de Podemos, con carnet del PCE, cuando ya han sido despedidos un millón de trabajadores individualmente declaró “que en nuestro país nadie puede aprovecharse de esta crisis sanitaria. No se puede utilizar el Covid 19 para despedir. En este sentido abordamos legislativamente la imposibilidad de propiciar despidos por causas de fuerza mayor, técnicas, económicas, organizativas y de producción. No se puede despedir porque como saben, hemos puesto los mecanismos legales y los recursos públicos ingentes para que puedan acudir a los expedientes temporales de regulación de empleo.” Y ni esta leve medida la hizo retroactiva.

Estas declaraciones revelan, una vez más, a qué nos lleva un gobierno de coalición de “progreso” que intenta poner una vela a Dios y otra al diablo. Quieren parar los despidos con los ERTE y éstos no son más que una ayuda para los trabajadores que se puedan acoger a ellos, -se dice que unos tres millones- y que son pagados por las cotizaciones sociales de toda la clase trabajadora. Por el contrario, se exonera a las grandes empresas de pagar impuestos, y de pagar con sus beneficios los salarios de sus trabajadores. Resultado: sus beneficios no se tocan. Todos esos trabajadores y trabajadoras que han producido plusvalías y beneficios enormes para los empresarios son mandados al desempleo, casi sin coste para el empresario. Es la clásica situación de privatización de los beneficios (o sea, la extracción de plusvalías procedentes del trabajo) y socialización de las pérdidas (flexibilización del despido en momentos de dificultades).

¿Y qué se va a hacer con los trabajadores pobres que ya están sufriendo la situación? El Banco de España estima en 4,5 millones de hogares, «casi un 25 % del total», y «unos 12 millones de personas” que están bajo el umbral de la pobreza.

Desde el primer momento, desde el decreto de alarma, las medidas de “progreso” han beneficiado a la banca y a las grandes empresas. Los cien mil millones en avales no son más que la garantía para que la banca siga haciendo sus negocios de préstamos y sin control por parte de nadie. Señores, la gran patronal gana y los trabajadores pierden.

“A grandes males grandes remedios” dice el refrán popular; pero este gobierno no se ha atrevido, a pesar del número de muertos de la pandemia. Únicamente tomando un pequeño tanto por ciento de las grandes riquezas que acumula la burguesía, hubiese servido para confinar en casa a todos los trabajadores que no son indispensables, con su sueldo íntegro, y a los sanitarios trabajando con todos los medios y seguridad requeridos.

No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo, sobre todo cuando hay vidas en juego. A partir de esta crisis ya no seremos los mismos y es seguro que la clase trabajadora expresará su indignación en las empresas y en la calle exigiendo sus reivindicaciones. No hay que olvidar.