Qatar y otro mundial de la vergüenza

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Diciembre de 2022

El 20 de noviembre comenzó en Qatar la Copa Mundial de Fútbol de 2022, que no se pudo celebrar en verano debido a las altas temperaturas. De este pequeño país, poco conocíamos mas allá de la imagen de jeques ricos, hoteles de lujo y mujeres cubiertas de pies a cabeza. País con un pasado de pescadores y agricultores, hoy convertido en un gran emporio.

En Qatar opera uno de los fondos soberanos más importantes del mundo, que en la actualidad gestiona un patrimonio de 450.000 millones de dólares: “Qatar Investment Authority”. Este fondo invierte en Europa en bancos, eléctricas, aeropuertos, marcas de lujo, grandes almacenes o medios de comunicación. Por ejemplo, en España sus inversiones han sido en Iberdrola, Iberia, Inmobiliaria Colonial o el Grupo Prisa; los acuerdos surgidos de la visita oficial del emir Tamim a Madrid en primavera se saldaron con nuevas inversiones por valor de 5.000 millones de dólares. Sus petrodólares sostienen medios de comunicación, multinacionales, equipos de fútbol, y proyectos empresariales que se entremezclan en una tupida red de intereses y conexiones por medio mundo.

Qatar también ha puesto en marcha la cadena de televisión Al Jazeera, la de mayor audiencia en el mundo árabe; dispone de una de las líneas aéreas más modernas del mundo: Qatar Airways, que mantiene una flota de 200 aviones y vuela a 150 destinos internacionales. El Aeropuerto Internacional Hamad se ha convertido en un puente de comunicación indispensable entre Europa y Extremo Oriente.

Tras el final de la dominación británica, Qatar forjó una asociación estratégica con Estados Unidos, que dispone de su mayor base militar aérea en Oriente Medio en la localidad Al Udeid, a las afueras de Doha. Sus exportaciones de gas licuado a China, India, Japón o Reino Unido constituyen, igualmente, una forma de garantizarse el apoyo de dichas potencias en caso de potenciales amenazas.

En medio de tanta prosperidad Qatar atenta gravemente contra cualquier derecho básico, el laboral, en particular. Sin una explotación feroz de los trabajadores su riqueza no sería tanta. Pisotea los derechos de la mujer, de las personas LGTBIQ, a quiénes encarcelan hasta con penas de 7 años. Según Amnistía Internacional es imposible saber con exactitud el número de trabajadores que han muerto por accidente laboral durante la construcción de instalaciones e infraestructura para el Mundial; la información es escasa y poco específica.

Se supone que ahora se permite legalmente la circulación de los trabajadores, pero muchos comentaristas aseguran que sigue perdurando el sistema de la kafala, que obliga a los trabajadores extranjeros a asociarse con un kafil o patrón que suele quedarse con una porción de su salario y confisca sus documentos oficiales, quedando a merced del contratista de turno, teniendo hasta la potestad de quedarse e incluso anular el visado del trabajador, quedando este a su completa voluntad, en condiciones y con horarios imposibles. También están prohibidos sindicatos y partidos políticos.

Sobre estas bases, utilizando a los trabajadores como carne de canon, es como Qatar ha llegado a ser un verdadero emporio económico, comercial y empresarial gobernado desde mediados del siglo XIX por la dinastía Al Thani, que goza de independencia del protectorado del Reino Unido desde 1971.

Su población en 1930 era de 10.000 personas y, actualmente, supera los 2,9 millones. Alberga la tercera bolsa de gas más grande del mundo y es el primer productor de gas licuado. Esto le permite ser uno de los países con mayor renta por habitante, 67.470 dólares en PIB per cápita en 2022, casi el doble que España.

La elección de Qatar como sede del Mundial no es casual; es un medio más para los negocios. No ha sido solo el mundial, también ha sido sede de otros eventos internacionales deportivos; por ello posee instalaciones con tecnología punta e infraestructura para transporte, alojamientos… Todo ello ¡construido por trabajadores en situación de esclavitud, cientos de miles de trabajadores extranjeros, provenientes en su mayoría de Asia! Muchos de ellos no volverán a sus países de origen, víctimas de jornadas extenuantes y de las temperaturas del desierto. No han olvidado su pasado esclavista, que se mantuvo vigente hasta “anteayer”, 1952.

En cambio con cada evento o competición mundial se mueven miles de millones de dólares, que van a parar no a mejorar la vida de los trabajadores que han construido allí todo –reciben un mísero sueldo aunque por la pobreza en sus lugares de origen les merece la pena, pero que son migajas-, sino a las arcas de las empresas, los fabricantes de equipos, las cadenas de televisión, los anunciantes, los hoteleros, etc.

Sin el beneplácito y el negocio con los países ricos, España incluida, Qatar no sería lo que es.