Mijaíl Gorbachov, el líder que disolvió la URSS

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Septiembre de 2022

El anuncio de la muerte de Mijaíl Gorbachov, el martes 30 del pasado agosto ha sido noticia destacada en todos los medios de comunicación. En la mayoría de ellos se ha recordado su política reformista de lo que se llamó “perestroika” y “glásnost” que significan respectivamente “reestructuración” económica y “transparencia”, “apertura”. Así mismo su figura como líder político que cambió la Unión Soviética y terminó con la guerra fría. Todos los líderes políticos de la burguesía internacional no han cesado de elogiarlo. Y esto nos puede servir de guía de los intereses que hubo detrás de este periodo histórico que terminó con la URSS.

El fin de la URSS y el fracaso del “socialismo en un sólo país”.

Gorbachov fue el secretario general del Partido Comunista de la URSS desde 1985 hasta 1991. Elegido por la casta de burócratas que dominaban el Estado y el partido, su objetivo no declarado fue mantener la dominación política y económica de estos burócratas, verdaderos parásitos sobre la clase obrera soviética en una sociedad hundida en la corrupción, en quiebra y acosada por el imperialismo. Las reformas en la organización del Estado y de la sociedad, no eran más que los intentos de superar los graves problemas que impedían mantener su dominación. De ahí la lucha entre las distintas facciones de la burocracia. De ahí la lucha por el poder de unas fracciones sobre otras. Kruchev fue el primero después de Stalin.

El objetivo de Gorbachov y su fracción no fue otro que salvar las ganancias y el pillaje de esa “nomenclatura”, la casta burocrática y sus privilegios sobre la clase trabajadora que mantenían desde el periodo de la contrarrevolución estalinista. Cada vez era más difícil mantener esos privilegios en una sociedad nacida de una revolución social. Su problema fundamental consistía en la contradicción entre una sociedad donde los medios de producción eran colectivos y mantener sus privilegios en el reparto colectivo de bienes. Dicho de otra manera: cómo mantener el robo social de una dirección burocrática sin ser propietarios de los medios de producción. El robo económico y social a la colectividad sólo podían sostenerse con una planificación de la economía en corrupción y un enfrentamiento constante entre las bandas de burócratas. Por poner dos ejemplos: el nuevo secretario del Partido en Uzbekistán elegido en época de Gorbachov reveló que 18.000 miembros habían sido expulsados del partido por corrupción. La hija de Brejnev, antiguo secretario del PCUS, estaba a la cabeza del tráfico de diamantes.

Los privilegios y la riqueza en manos de los burócratas del partido se obtenían según el lugar que ocupaban en la jerarquía de dirección de las empresas, el Estado y el partido. En una sociedad colectivizada, estos burócratas no podían enriquecerse legalmente puesto que no eran propietarios de los medios de producción. En esto se diferenciaban de los capitalistas de occidente que sí lo eran. El modo de actuar de estos, ahora llamados oligarcas, era la corrupción, el desvío al mercado negro de los productos de las fábricas, la apertura de cuentas en el extranjero etc.

Mantener esta dominación los llevaba a un dilema: intentar “reformar” el robo a la clase trabajadora manteniendo la apariencia de “socialismo” introduciendo reformas económicas capitalistas, un utópico socialismo de mercado o, claramente introducir la propiedad privada de los medios de producción y convertirse los burócratas en capitalistas poseedores de esos medios. El final de todo es conocido. Esos burócratas se convirtieron en los oligarcas de hoy, legalizando su pillaje. Trotsky describiría magistralmente el carácter y la evolución actual de esta burocracia parasitaria: “Los privilegios, que no se pueden legar a los hijos pierden la mitad de su valor; y el derecho de testar es inseparable del derecho de la propiedad. No basta ser director de trust, hay que ser accionista. La victoria de la burocracia en ese sector decisivo crearía una nueva clase poseedora. Por el contrario, la victoria del proletariado sobre la burocracia señalaría el renacimiento de la revolución socialista…” (La Revolución Traicionada, 1936)

La “perestroika” terminó imponiendo las formas de explotación capitalista. El desempleo, los despidos, los bajos salarios y la indigencia llegaron a la sociedad. Se introdujo la ley de empresas estatales (1987) que puso en marcha la autofinanciación y el pago de salarios según productividad. Fue el paso inicial para desmantelar la planificación económica. La “glásnost”, la libertad y la transparencia sirvió a los burócratas para acaparar los medios de comunicación y así difundir el nacionalismo gran ruso. En las antiguas repúblicas socialistas de la extinta URSS los altos burócratas utilizaron el nacionalismo para guerras de exterminio y se formaron nuevos países dominados por estos.
En realidad, Gorbachov fue el líder político que acabó con lo que se llamaba el “socialismo real” eufemismo para llamar el intento fracasado del “socialismo en un sólo país” imagen “teórica” del estalinismo. En 1991 Gorbachov declaró que ya no era posible la “construcción del socialismo”, que era necesaria una rápida transición al mercado, el ingreso al FMI y un modelo de “economía abierta”. En diciembre de ese año se declaró la disolución de la URSS.

Colapso de la URSS y no del comunismo como nos quieren hacer creer.

Para la derecha y la burguesía internacional Gorbachov fue el “amigo” que desarticuló la URSS, el proyecto de una sociedad igualitaria sin explotadores ni explotados. La URSS era el fantasma que utilizaban, y siguen utilizando, para aterrorizar a la población. De hecho, el mantenimiento del capitalismo como sistema económico después de provocar dos guerras mundiales y crisis continuas, se debe a las derrotas revolucionarias del ciclo abierto por la revolución rusa de 1917. Y estas derrotas son consecuencia de la dirección política de la URSS que, aislada tras la revolución, degeneró en un sistema político y económico en manos de una casta burocrática que buscaba continuamente la alianza con los países imperialistas en una “coexistencia” que les permitiera mantener su dominación sobre la clase obrera rusa.

Estos burócratas del partido se habían impuesto a partir del final de la década de los años veinte y su representante político fue Stalin. Las purgas estalinistas de los años 30 marcaron el declive político de la revolución y de los revolucionarios; asesinados tras mascaradas de juicios, encerrados en campos de concentración o mediante asesinatos selectivos como el de León Trotsky por citar el más conocido de los líderes revolucionarios.

Tras la II Guerra Mundial el régimen de Stalin se consolidó tras la victoria contra Hitler, apoyado en un primer momento por EEUU y los aliados. Posteriormente el aislamiento de la URSS tras la guerra fría y su incapacidad para sostener una carrera armamentística y tecnológica con el occidente capitalista recuperado tras la guerra, llevaron primero a la crisis económica de la URSS y después, con Gorbachov y los dirigentes que le siguieron, a la destrucción de las últimas conquistas de la revolución de octubre: la colectivización de la economía. Ésta, recordemos, supuso un avance inmenso para la sociedad de su tiempo. El ejemplo lo tenemos en el progreso aeroespacial. Gagarin significó un paso adelante de la humanidad que demostraría que el desarrollo económico se puede hacer desde una economía colectiva y sin capitalistas. Sin embargo, lo que Gorbachov y sus sucesores representan en la actualidad es el intento de esa casta burocrática de convertirse en capitalista.

La revolución rusa y la URSS demostró que es posible cambiar la sociedad y que la conversión en públicos, colectivos, de los medios de producción es un progreso. Pero si esos medios no están en manos de los que producen y de la sociedad, decidiendo democráticamente los procesos económicos, políticos y sociales según las necesidades humanas y no según los beneficios privados, es imposible construir el socialismo. Tampoco sería posible esta sociedad de iguales en un país aislado, por muy extenso que fuera, ya que el capitalismo es global. Pues “el socialismo en un sólo país” degenera en un aparato burocrático contra la clase obrera.

El futuro socialista o comunista dependerá de la clase trabajadora, su conciencia y lucha, y sobre todo de que haya militantes que defiendan y difundan las ideas de una sociedad sin explotadores ni explotados, el ideal comunista. En este sentido el socialismo, el comunismo será una realidad internacional o no será.