Las reacciones a la crisis, la clase obrera entra en la lucha

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Marzo de 2013

Después de la crisis de 2007 y 2008 se entró en lo que los economistas llamaron la Gran Recesión, por analogía con la Gran Depresión de 1929. Ante los ataques de la patronal, del gobierno de Zapatero y con la situación social empeorando por momentos, se vivía una especie de calma chicha que engañaba a primera vista. Parecía que la población no reaccionaba ante la ola de cierres de empresas, el paro en aumento vertiginoso, la corrupción galopante y la inoperancia de los sindicatos.

Sin embargo, la reacción de la población fue la movilización continua y masiva desde el 15 mayo de 2011. Antes de esa fecha nadie podía prever que las movilizaciones llegaran a ser tan masivas que atrajeran la atención de toda la población española simpatizando masivamente con este movimiento, el 15M. Si bien es verdad que las movilizaciones fueron dirigidas por sectores de la juventud que rechazaban la política, los partidos políticos y los sindicatos con un odio visceral a todo lo que oliera a organización, se fue desarrollando un activismo contra los banqueros y el sistema parlamentario imperante. Grupos organizados a través de redes de internautas como ¡Democracia Real Ya!, o Juventud sin futuro, organizaron la primera protesta. Ni ellos mismos podían suponer el éxito de la movilización. Miles de personas en toda España salieron a la calle. El maremoto había empezado. Esta movilización fue una explosión popular que criticaba la situación de crisis económica y social que se desarrollaba. El movimiento del 15M reflejaba la rabia e indignación popular contra la crisis y las políticas de Zapatero.

Pero también reflejaba el apoliticismo de una sociedad que había olvidado las luchas obreras y políticas, que confundía apoliticismo reaccionario con los partidos podridos al servicio de la oligarquía financiera, que veía los males en los políticos sin ver la burguesía que detrás los manejaba, que confundía sindicalismo de clase con reformismo burocrático, culpando a los sindicatos sin adjetivos de los males obreros, y que en definitiva volvía a plantear cuestiones como la banca ética, el comercio justo, el cooperativismo y autoempleo, el pacifismo en los métodos, como soluciones a la crisis capitalista. Así planteaban la reforma constitucional, las listas abiertas, la reforma electoral o un periodo constituyente. Esto suponía, ni más ni menos, que volver a discusiones del principio del movimiento obrero del siglo XIX, a los socialistas utópicos, a los que Marx llamaba socialismo burgués, como si la historia hubiera que aprenderla de nuevo. Pero esta savia nueva de los jóvenes también se liberó del corsé institucional y aprendía a discutir en las plazas y poco a poco permitía expresar las ideas comunistas, al principio discretamente, después abiertamente.

Este movimiento evolucionó hacia los barrios y las asambleas populares, lo que permitió entrar en contacto con sectores populares a muchos militantes y contactar con nuevos activistas que se entregaban a la lucha. Al año del movimiento ya casi no queda nada de las asambleas de barrio. Quedan activistas alrededor del movimiento contra los desahucios y ocupaciones de viviendas, o en iniciativas como "Rodea el Congreso". Pero la capacidad movilizadora de masas pasó a las organizaciones obreras en las dos convocatorias de HG, que fueron un éxito de participación y lucha en las calles. Y también los trabajadores de los servicios públicos tomaron el relevo.

A partir del verano de 2012 la lucha de los mineros asturianos abrió la puerta a las luchas obreras que se iban a desarrollar en adelante. La marcha organizada por los sindicatos mineros desde Asturias hasta Madrid llenó de solidaridad los pueblos por donde pasaba y convirtió Madrid en una marea humana de apoyo a los mineros y a la clase trabajadora. Al grito de ¡viva la lucha de la clase obrera! cientos de miles de personas acogieron la columna minera cambiando el sentido de las movilizaciones, que hasta ese momento la habían liderado el 15M. Esta marcha mostró como la entrada en la lucha de la clase obrera puede cambiar la situación. A partir de septiembre de 2012 fueron los trabajadores de la sanidad, enseñanza y de los servicios públicos los que se pusieron en lucha. La reacción a los recortes presupuestarios, los intentos de privatización de la sanidad en Madrid pusieron en pie a sectores de asalariados que antes se habían encuadrado en el corporativismo. La movilización de todos los estamentos sanitarios en Madrid, médicos, enfermeros, auxiliares, limpiadoras, enfermos, y población popular, en contra de la venta de los hospitales públicos, muchos emblemáticos de la investigación médica en España, continúa actualmente.

Cada día son más los trabajadores que se suman a la lucha en defensa de sus salarios o en contra de los despidos. La huelga general de marzo mostró, aún más que la anterior, el malestar popular por la situación de crisis que el gobierno de Rajoy, como buen representante de los banqueros, intenta hacer que la paguemos los trabajadores. Miles de manifestaciones han tomado las calles y por ahora no paran. Estas movilizaciones no son más que la reacción de los trabajadores ante la situación de explotación, despidos y miseria a que nos están llevado la burguesía.

El papel de los sindicatos y sus organizaciones principales CCOO y UGT.

Las organizaciones obreras de masas por excelencia han sido históricamente los sindicatos. Estas organizaciones, ligadas en las empresas a los trabajadores, han supuesto la defensa inmediata y cercana de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera. Sin embargo, sectores cada vez mayores de trabajadores y de la población, tienen una visión crítica y peyorativa del sindicalismo y sobre todo de los grandes sindicatos en el ámbito nacional, CCOO y UGT. Este rechazo se mostró en las movilizaciones del 15M, rozando las posiciones anti-sindicalistas y reaccionarias. A veces también se expresa, aún de forma minoritaria, en las asambleas generales de trabajadores y en las abstención en las elecciones a comité de empresa.

Las causas de este desafecto son claras. Los sindicatos mayoritarios se han convertido prácticamente en empresas de servicios donde aplican EREs a sus propios trabajadores. En estos días trabajadores de CCOO se han manifestado a la puerta del sindicato en Sevilla por los despidos de cientos de ellos en Andalucía. Su estructura sindical está reglamentada por las leyes y a través de las elecciones sindicales se han convertido en prácticamente en instrumentos del Estado e intermediarios entre las bases de trabajadores, la patronal y el Estado. Estas "empresas" ofrecen todo tipo de servicios a sus afiliados y a los trabajadores en general. Desde un viaje de turismo, hasta dentista. Desde la negociación de un ERE, hasta el despido. Y cobrando. Además reciben subvenciones del Estado para mantener su estructura. Parte de la formación profesional, la que se llama formación ocupacional, o la preparación de oposiciones, están en sus manos, conjuntamente con la patronal. Por ello reciben millones de euros que les sirven también para desviar fondos y mantener su estructura. Finalmente tienen miles de liberados.

Esta situación ha permitido la degeneración del sindicalismo hasta convertirse en un apéndice del Estado y por ende de la patronal. Todos estos privilegios sindicales se han conseguido desde la transición a cambio de pactos sociales, de una paz social y de ciertas migajas para los trabajadores en las grandes empresas, sobre todo. Así, por poner el ejemplo clásico, en 1977 los llamados pactos de la Moncloa, que aunque fue un pacto político de los partidos fue aceptado por CCOO y UGT, y supusieron una caída de los salarios generalizada al negociarse la subida salarial por la inflación prevista y no la pasada perdiendo poder adquisitivo en los salarios.

Naturalmente esta situación corresponde no sólo a una voluntad reformista de los dirigentes sindicales ligados a la socialdemocracia o en su momento al PC, sino también a una situación social y económica. En efecto, el crecimiento económico desigual del capitalismo en España ha permitido a éste entrar en la rapiña imperialista internacional - casos de Telefónica, Repsol, Banco de Santander...- y pagar de sus beneficios, sacados en los países pobres, ciertas mejoras en condiciones salariales y de trabajo en las grandes empresas, tanto privadas como públicas. En este sentido los sectores de trabajadores de las grandes empresas han conseguido salarios y condiciones más o menos dignas pero bastantes separadas del resto de trabajadores. Esta "aristocracia obrera" ha sido la fuente de su apoyo sindical. Algo que ya denunciaba Lenin como una forma de compra de sectores militantes obreros y como forma de integrarlos en el sistema. Es una característica del capitalismo imperialista. Trotsky en los años 30 denunció esta situación, siguiendo la estela de Lenin, como un peso en contra de los trabajadores. Los sindicatos, ya en estos años, se habían convertido en agentes del Estado. El viejo revolucionario explicaba, que la vinculación cada vez mayor con el Estado del sindicalismo era de todas las tendencias, desde el anarquismo a la socialdemocracia, porque proviene de "las condiciones sociales de todos los sindicatos" es el capitalismo imperialista el que corrompe la situación.

La situación de la clase trabajadora española ha empezado a cambiar con la crisis. Hasta ahora los sindicatos mayoritarios podían negociar migajas, empresa por empresa. Esto había hecho de la negociación la herramienta fundamental del reformismo. Negociando, decían, se consiguen mejoras para los trabajadores. Lo que no decían es que también se corrompían consiguiendo del Estado y de la patronal privilegios para ellos. Ahora la patronal aprieta y aprieta, despide y baja los salarios y no hay negociación que valga. Si hay pactos o convenios firmados, ahora son papel mojado.

Cada vez hay menos salida en la negociación empresa por empresa, incluso empresa aislada del mismo grupo empresarial. La degeneración sindical ha llegado hasta tal punto que las políticas nacionalistas, regionalistas o locales, han podrido las relaciones obreras. Desde la óptica sindical de la negociación es la autonomía, el "país" o la región el centro de los cambalaches. Esto supone impedir la visión internacionalista de una clase obrera unida contra la patronal independientemente de la región, cultura o nacionalidad. Mientras, la internacional del dinero está unida y no hay fronteras para la explotación. El ejemplo lo tenemos ahora en la empresa de saneamientos Roca. Empresa de origen catalán con tres grandes factorías en Barcelona, Madrid y Sevilla. La empresa se ha propuesto cerrar la empresa de Sevilla dejando a 248 trabajadores en la calle. La patronal quiere negociar en Madrid, sin embargo los sindicatos CCOO y UGT de la empresa sevillana quieren hacerlo en Sevilla, pues argumentan que "aquí es donde tenemos la fuerza" y los planes de la empresa con las factorías de Madrid y Barcelona "son distintas" pues no plantean allí el cierre y los sindicatos de estas factorías van a negociar aparte. Uno de los dirigentes llegó a decirles a los trabajadores en una asamblea que "estamos solos".

En esta situación podría parecer que habría que enfrentarse directamente con los sindicatos reformistas, incluso creando otros nuevos. Pero esta posición es falsa y no da resultados. Hay que diferenciar entre las direcciones y los burócratas de los sindicatos y las bases. Todavía CCOO y UGT tienen una estructura estatal que está basada en las elecciones a comité de empresa y representan al 80% de los trabajadores con representación sindical en los comités de empresa y la afiliación sindical de todos los sindicatos se cifra en un 16%. Tienen miles de afiliados en los núcleos obreros más importantes y muchos de ellos son críticos con la dirección. Sabemos que las direcciones sólo pretenden negociar o imponer un referéndum al PP sobre los recortes y esto será un dique para las luchas.

Y para desbordar el dique que frena la lucha, que son estas direcciones sindicales, es necesario acumular y concentrar toda la energía de la lucha obrera para que salga del cauce de la negociación, del aislamiento de empresa por empresa. Es necesario en nuestra situación apoyar, empujar a la lucha a la máxima gente posible, sea de la organización que sea. Que los trabajadores y la población salgan a la calle y se unan por sus reivindicaciones. Por eso cualquier lucha obrera, venga de donde venga, hay que apoyarla, generalizarla hasta llegar a reivindicaciones que aglutinen al máximo número de trabajadores.

La crisis abre la posibilidad de mantener la puerta abierta de la lucha de clases y poder mantener una posición de clase, de lucha obrera de la minoría de revolucionarios. Si como está ocurriendo las luchas obreras se expanden y se radicalizan ante la situación, existe la posibilidad que estas direcciones sindicales sean desbordadas. Esto es la primera tarea de los militantes comunistas: sacar la lucha a las calles, generalizarlas y en la medida de lo posible llegar hasta el final.

La única perspectiva posible es el derrocamiento del capitalismo a través de la revolución social. El futuro de la humanidad está en la clase trabajadora.

La crisis del capitalismo es también la crisis histórica de las organizaciones obreras de la izquierda. Las organizaciones reformistas, sindicales o políticas, que se reclamaron del socialismo o comunismo, se han acomodado al sistema capitalista y han llevado a la clase trabajadora, negociación tras negociación con la patronal y los gobiernos, a la resignación, la sumisión a la patronal, y al fracaso.

La bancarrota del capitalismo se profundiza cada vez más. Las fuerzas productivas se estancan y toda la situación nos lleva a una catástrofe social y económica que está sufriendo la población trabajadora. Sin embargo, los banqueros y grandes empresarios son ayudados por el Estado, mantienen y aumentan sus ganancias a costa del trabajador. El paro se agudiza y los despidos aumentan. Derrocar el capitalismo es cada vez más una necesidad, y esto significa la expropiación de los medios de producción de la burguesía y la toma del poder político por los trabajadores para organizar y planificar la sociedad de acuerdo a las necesidades humanas y no según los beneficios de la patronal y los intereses del dinero.

Todo indica que la recesión económica no va a remitir en los próximos años. Progresivamente los sectores de empleados públicos y de trabajadores en general irán entrando en la lucha. El plan previsto por la burguesía y el gobierno es la venta de las empresas públicas, autonómicas o municipales que quedan. Seguramente pedirán un "rescate" a la UE, que no es más ni menos que un préstamo para resolver la falta de ingresos de éste y así seguir robando los banqueros a la población trabajadora. Esto llevará como contrapartida la privatización de los servicios públicos, la subida de los impuestos y de precios.

Esta situación obligará a mantener las movilizaciones y luchas populares. Puede que la situación se agrave y provoque explosiones sociales. En consecuencia, nuestra tarea como comunistas revolucionarios será apoyar, ayudar a organizar, generalizar y ampliar hasta el final las movilizaciones, dar un contenido de clase, plantear reivindicaciones que permitan conectar con los trabajadores para que avancen en la compresión de que, para acabar con el capitalismo, se necesita tomar en nuestras manos la sociedad y expropiar a la burguesía ladrona. Es un camino que necesita unos objetivos, saber a dónde vamos y qué queremos.

Tenemos que intentar transformar el malestar individual en malestar social y este en una explosión social dirigida contra los banqueros, grandes empresarios, el Estado y sus gobiernos. Para ello las asambleas, la democracia obrera y popular en los tajos, empresas y barrios son el método que puede permitir en una discusión libre, aprender y no ir a ciegas en la lucha.

El malestar social, que puede dar lugar a explosiones sociales, tiene que dotarse de objetivos sociales y políticos que terminen en el derrocamiento del sistema capitalista. Si la explosión social es ciega y no hay un análisis y objetivos racionales, la derrota está asegurada. Esto sólo puede solucionarse con una organización obrera de militantes activos en la clase trabajadora. Para resolver este problema, para la lucha de la clase obrera, es imprescindible una organización política comunista e internacionalista, con militantes preparados, que analice y prepare el derrocamiento del capitalismo. Esta organización puede salir de las próximas luchas. Nuestra responsabilidad como militantes comunistas es mantener delante de los trabajadores nuestras posiciones comunistas y apoyar sus luchas.

Cada día que pasa el desempleo es mayor, los despidos están a la orden del día y contra ello tenemos que oponer el reparto del trabajo sin bajar los salarios y la necesidad de prohibir los despidos. Debemos explicar que los parados y los que trabajan son una misma clase y tienen los mismos intereses. La patronal y el gobierno intentan separar y hacer competir unos contra otros. Los 6 millones de parados son el chantaje de la patronal para bajar los salarios y que el miedo entre dentro de nosotros. El miedo tiene que cambiar de bando. Debemos ligar a aquellos que tienen trabajo con los que carecen de él. El trabajo hay que repartirlo entre todos los trabajadores existentes y es así como se determina la duración de la semana de trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado, debe seguir el movimiento de los precios. La lucha contra la desocupación es inconcebible sin la creación de empleo público en todos los servicios y obras públicas.

Contra la carestía de la vida, que se acentúa cada vez más, en la medida que sube el IVA y la patronal quiere aumentar los beneficios, sólo es posible luchar con una reivindicación: la escala móvil de los salarios. Los convenios colectivos del trabajo deben asegurar el aumento automático de los salarios correlativamente con la elevación del precio de los artículos de consumo.

Las empresas que cierran y despiden tienen que expropiarse. Hay que prohibir los despidos, para ello los trabajadores tienen que controlar y auditar sus contabilidades. Los obreros no tienen menos derechos que los capitalistas de conocer los "secretos" de la empresa, de los trust, de las ramas de las industrias, de toda la economía nacional en su conjunto. Hay que aclarar cuales son las ganancias y gastos de la sociedad, empezando por cada empresa, y desenmascarar las combinaciones de pasillo y las estafas de los bancos y de los grupos empresariales. Y sin la expropiación de la banca, sin indemnización alguna, es imposible organizar el crédito y financiar las necesidades sociales. Es necesario un banco único en manos del Estado y controlado por los trabajadores y la población.

El programa elaborado por León Trotsky en 1938, el llamado Programa de Transición, mantiene su actualidad ante la crisis del capitalismo y sus objetivos: "Se trata de preservar al proletariado de la decadencia, de la desmoralización y de la ruina. Se trata de la vida y de la muerte de la única clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por él mismo engendrados, no le queda otra que morir. La "posibilidad" o la "imposibilidad" de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha." "La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria."

[1] Agio: Beneficio que se obtiene del cambio de la moneda, o de descontar letras, pagarés, etc. Especulación sobre el alza y la baja de los fondos públicos.