EE.UU.: Ya sea por las milicias fanáticas, o por el ejército del imperialismo, el terrorismo golpea a la población

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Septiembre de 2021

Declarándose “indignado y desconsolado” por la pérdida de vidas civiles, Biden denunció a los terroristas que organizaron el atentado suicida en el aeropuerto de Kabul.

Sí, el ISIS-K, que rápidamente se atribuyó el “mérito” del atentado, es un enemigo de la población allí donde ha ido. Pero el propio Biden no es más que una fachada del imperialismo estadounidense, que es el enemigo de los pueblos de todo el mundo.

El ISIS-K “una milicia de fanáticos religiosos” planeó este último bombardeo con total desprecio por el coste en vidas civiles afganas. Buscando demostrar que podía dañar al ejército estadounidense, el ISIS organizó un bombardeo mortal en una zona donde los civiles se agolpaban alrededor de las tropas estadounidenses. Estaba dispuesto a matar indiscriminadamente.

Puede que el ISIS haya matado a 13 militares estadounidenses, pero se ha llevado por delante a unos 170 civiles afganos.

Las imágenes que salieron de Kabul, justo antes y después del bombardeo, fueron grotescas. Miles de personas apiñadas contra la parte inferior de los altos muros de hormigón, suplicando una oportunidad para entrar en el aeropuerto y escapar de Afganistán. Entonces estalló la bomba. Los cadáveres de hombres, mujeres y niños se esparcieron por el canal de desagüe al que fueron arrojados por la explosión, desgarrados por los trozos de metralla.

Por muy terribles que sean esos minutos, reproducidos una y otra vez en la televisión, sólo dan una ligera idea de la carnicería infligida a la población afgana durante los 20 años que el ejército estadounidense lleva ocupando el país.

La población ha sido víctima de otras bombas terroristas, ya sean puestas por el ISIS, por la Alianza del Norte, por los talibanes, por señores de la guerra tribales o por bandas de narcotraficantes. El objetivo de cada grupo era imponerse en el país o, al menos, repartirse una parte para su propio feudo. Así que, sí, la población afgana ha pagado muy caro los deseos de estas fuerzas de establecer su propia dictadura.

Pero, sobre todo, la población civil ha sido víctima del terrorismo de las grandes potencias, de la violencia mucho más mortífera dispensada por el ejército estadounidense. Sus bombas de alta tecnología -llenas de metralla al viejo estilo- hicieron estragos en la población. También lo hicieron los drones y los misiles, guiados por sofisticados sistemas de puntería. Y luego estaban los casi 800.000 soldados estadounidenses que entraban y salían de Afganistán. Llevaron a cabo misiones mortales de “búsqueda y destrucción” sobre el terreno. Nadie sabe cuántos civiles murieron en esas misiones, porque Estados Unidos, que controló los gobiernos afganos durante todos esos años, prohibió esos informes.

Los civiles afganos fueron “daños colaterales”, término utilizado por los generales estadounidenses para minimizar las muertes de civiles. En total, murieron más de 200.000 afganos. Siete millones de personas fueron expulsadas de sus hogares de una población total de menos de 40 millones.

Biden, al hablar de las tropas estadounidenses que murieron en el aeropuerto de Kabul, dijo que “murieron defendiendo nuestras visiones y nuestros valores en la lucha contra el terrorismo”.

Los valores que defendían eran los valores de este sistema capitalista, construido sobre la explotación. Murieron al servicio del imperialismo estadounidense, que se apoya en la fuerza militar -el terrorismo organizado por el Estado- para mantener su dominio sobre el mundo entero.

Murieron, como tantos otros soldados estadounidenses, para que las corporaciones estadounidenses pudieran seguir sacando petróleo de Oriente Medio, sacando la riqueza mineral de África, explotando el trabajo con salarios de hambre en Asia. La tragedia de las tropas estadounidenses es que se ofrecieron como voluntarios para formar parte del ejército, para ser utilizados por su enemigo de clase contra gente muy parecida a ellos en otros países.

Tanto si se alistaron en el ejército de EE.UU. porque cayeron en las afirmaciones de patriotismo que les endilgaron las escuelas, las iglesias y los políticos; tanto si se alistaron para recibir una formación o para ver algo de lugares lejanos; tanto si se alistaron porque los puestos de trabajo eran escasos en las zonas rurales de las que procedían muchos de ellos – de una forma u otra, todos se convirtieron en asesinos del imperialismo, utilizados contra pueblos de todo el mundo. Al hacerlo, cavaron su propia tumba y, junto con ella, la de tantas personas en países como Afganistán.

Los medios de comunicación están llenos de grabaciones de sus féretros siendo llevados con todos los honores, con música sombría o tambores de fondo. La bandera ondea a media asta en los edificios de correos y del gobierno. El patriotismo se desborda. Los 13 ataúdes se han convertido en atrezo de un vídeo de propaganda.

Este enfermizo espectáculo patriótico, construido sobre los civiles muertos en Afganistán y las tropas estadounidenses muertas, son los valores del imperialismo. Es un sistema que hay que tirar a la basura.

Los habitantes de otros países no son nuestros enemigos. Lo que les importa a ellos nos importa a nosotros. Podemos empezar por dar la espalda a toda la basura patriótica que hoy nos inunda. En este mundo controlado por el imperialismo, eso ya es un gran paso.

Traducido de the-spark.net