Textos Del Congreso

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Febrero 2004

Los fundamentos programaticos de nuestra politica

En 1848, Marx y Engels escribÃan en el Manifiesto Comunista :

"El carácter distintivo de nuestra época, de la época de la burguesÃa, es haber simplificado los antagonismos de clase. La sociedad se divide cada vez mas en dos campos enemigos, en dos grandes clases diametralmente opuestas : la burguesÃa y el proletariado."

Es sobre esta afirmación capital, verificada por más de un siglo y medio de desarrollo histórico, que se basan el programa y la práctica de los revolucionarios proletatrios.

Desde el comienzo del siglo XVI, el desarrollo de la burguesÃa, de la producción manufacturera, con el comercio hacia las Américas, Africa e India, han causado la extensión del comercio mundial, muchas veces bajo la forma de rapiña y, en consecuencia, la creación de un mercado interior y mundial.

La industrialización provocó un éxodo del campo hacia las ciudades y una urbanización creciente y la aparición del proletariado industrial aglomerado cerca de los lugares de producción en tugurios insalubres con condiciones de trabajo abominables.

Es con la revolución industrial al principio del siglo XIX que el mercado mundial se ha desarrollado considerablemente y que la industrialización de Europa occidental, y luego de la costa este de Estados Unidos han creado une verdadera división del trabajo y dado luz al proletariado.

El desarrollo de las capacidades de producción tanto industriales como agrÃcolas, provocado por el desarrollo de la burguesÃa, ha creado los fundamentos económicos susceptibles de satisfacer todas las necesidades fÃsicas, materiales e intelectuales de toda la población mundial.

Es sin duda posible desde este momento construir un mundo sin hambre, sin miseria, sin explotación ni alienación. Será esta sociedad comunista la que queremos contribuir a construir.

El fuerte Ãndice de natalidad, como dicen los economistas actuales, no será un problema porque hemos podido juzgar que, en los paÃses occidentales, la natalidad se estabiliza, y hasta disminuye y que la población solo aumenta gracias a la immigración de los paÃses pobres.

La lucha del proletariado no se puede por lo tanto concebir limitada al marco de fronteras nacionales. Es, al contrario, una lucha internacional que se tiene por objetivo la destrucción de la potencia económica y polÃtica de la burguesÃa y la organización de la clase obrera en clase económicamente y polÃticamente dominante a escala mundial. El internacionalismo expresa esta comunidad fundamental de intereses y de objetivos, y no solo una simple solidaridad. Implica desde el punto de vista polÃtico que, utilizando la expresión del Manifiesto Comunista, "en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, (los comunistas )se ponen en relieve los intereses independientes de la nacionalidad y comunes a todo el proletariado". Fué porque la revolución rusa quedó aislada, que conoció la horrible degeneración burocrática representada por Stalin.

Ganar a las ideas comunistas revolucionarias una fracción de la clase obrera y de las otras clases proletarias directamente o indirectamente explotadas para construir un partido comunista revolucionario aquà mismo, en Francia, no se puede concebir más que en el marco de la construcción o, al menos, dentro de la perspectiva de un partido mundial de la revolución socialista.

Es por ello que, ante la ausencia de tal internacional, debemos permanentemente esforzarnos por plantear los problemas polÃticos del proletariado y de la sociedad francesa en función de los intereses polÃticos y sociales del proletariado mundial.

Nuestro programa se basa sobre las experiencias polÃticas del movimiento comunista revolucionario y, en consecuencia, sobre las bases programáticas expresadas por el Manifiesto Comunista, los Cuatro Primeros Congresos de la Internacional Comunista y el Programa de Transición, programa de fundación de la Cuarta Internacional.

El Manifiesto Comunista de 1848, afirmando que "el proletariado utilizará su dominación polÃtica para arrancar poco a poco todo el capital de la burguesÃa, para centralizar todos los instrumentos de producción entre las manos del estado, es decir, del proletariado organizado en clase dominante..." expresa el papel irremplazable del proletariado en la transformación social.

Da también el verdadero significado de la "dictadura del proletariado", como poder democrático del "proletariado organizado en clase dominante" (lo que no tiene nada que ver con la deformación de esta noción impuesta por los estalinistas para justificar la dictadura de la burocracia en la URSS). No es una dictadura más que en la medida en que su función esencial sera proceder a la "violación despótica del derecho de propiedad y del régimen burgués de producción...como medio de cambiar el modo de producción en su totalidad".

El poder obrero será la antÃtesis del estado de la burguesÃa que, hasta bajo la apariencia de los regÃmenes más formalmente democráticos, tiene un carácter dictatorial en su función fundamental de defender la propiedad burguesa y el modo de producción capitalista.

La "dictadura democrática del proletariado" tendrá que ser desde el principio más democrática que los más democráticos poderes burgueses en los cuales, detrás de las instituciones electivas, el gran capital impone su dictadura. Un poder polÃtico destinado a apagarse para dejar lugar a "una asociación donde el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos".

De los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, sacamos la convicción de que un Partido es indispensable para que el proletariado pueda hacer la revolución socialista.

"No es más que en el caso en el que el proletariado es guiado por un partido organizado y a toda prueba, que persigue objetivos claramente definidos y que posee un programa de acción capaz de ser aplicado, tanto en polÃtica interior como en polÃtica exterior, no es más que en ese caso que la conquista del poder polÃtico puede ser considerado no solo como un episodio, sino como el punto de partida de un trabajo duradero de edificación comunista de la sociedad por el proletariado." (2° congreso de la Internacional Comunista).

Esto nos distingue no solo de los anarquistas sino también de una multitud de corrientes de hoy en dÃa que rechazan toda idea de organización polÃtica de las clases explotadas y oprimidas para no hablar más que de "movimientos sociales" y que esconden siempre los objetivos polÃticos reformistas y hasta reaccionarios, detrás del apolitismo.

Pero ésto nos diferencia, también, de los partidarios de un "partido obrero de masas". Un partido que trabaja a favor de la transformación revolucionaria de la sociedad no puede ser un partido de masas más que en un contexto de arranque revolucionario, cuando la gran mayorÃa de la clase obrera está convencida de la necesidad de coger el poder polÃtico. La noción de "partido obrero de masas" sirve en general de refugio a los que defienden una polÃtica reformista. El conjunto de los trabajadores no es revolucionario en tiempos normales. Las masas son al contrario reformistas y no es más que en los periodos de crisis que la necesidad de un cambio radical de polÃtica se adueña de las masas. No se puede ganar a las ideas revolucionarias más que a una minorÃa del mundo del trabajo.

El Programa de Transición continuando los textos programáticos precedentes, además de su análisis de la degeneración burocrática del primer estado obrero y su defensa del programa comunista contra las deformaciones estalinistas, define lo que son las "reivindicaciones transitorias" que pone en relieve :

"partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera se llega invariablemente a una sola y misma conclusión : la conquista del poder por el proletariado", en oposición con la separación entre "el programa mÃnimo que se limitaba a reformas en el marco de la sociedad burguesa y el programa máximo que prometÃa en un futuro indeterminado el cambio del capitalismo por el socialismo" (Programa de Transición).

Es guiados por este programa que, en función de la situación económica, social y polÃtica actual, ponemos en relieve la revindicación de la prohibición de los despidos colectivos bajo pena de expropiación sin indemnización, sobre todo en las empresas que muestran cÃnicamente sus beneficios. Es una revindicación transitoria porque para cumplirla se necesita un nivel de luchas sociales capaces de poner en duda la propiedad privada capitalista.

Como es una revindicación transitoria la revindicación de abolir el secreto comercial y bancario en la medida en la que solo puede ser el proletariado el que se encargue de su aplicación. Está claro que, si la publicidad de las contabilidades, la transparencia de los negocios se quedasen solo en artÃculos de ley o si solo organizaciones de colaboración de clase, por el estilo de los comités de empresa, tuviesen derecho a verificar las cuentas de las empresas, de revolucionarios estos objetivos se vuelven puramente reformistas. Sin embargo, si el proletariado movilizado se ocupa de ellas, ésto le lleva a controlar las cuentas de las empresas y de los bancos, a intervenir en su gestión, y a fin de cuentas, a poner en duda la disposición total del capital industrial, comercial y bancario por la gran burguesÃa.

El Programa de transición es también la llave que permite comprender la degeneración burocrática del primer Estado obrero y de todas las deformaciones introducidas por los estalinistas en el programa y en los valores fundamentales del movimiento obrero. Siempre hemos defendido el análisis trotskysta contra las numerosas corrientes, incluso antes de la muerte de Trotsky y todavÃa más después, que abandonando para definir a la URSS la noción de Estado obrero degenerado han, de hecho, abandonado la noción de Estado obrero.

Al no poner en duda fundamentalmente, hasta hoy en dÃa, esta apreciación aunque la Unión Soviética está partida en trozos y que la casi totalidad de su dirigentes luchan a favor de una vuelta al capitalismo, nos situamos en la continuidad de esta lucha polÃtica porque, aún hoy en dÃa, algunas caracterÃsticas de la sociedad soviética no se explican sin un razonamiento basado sobre el análisis trotskysta y sobre todo porque la evolución hacia la dominación social y polÃtica de la burguesÃa está lejos de haber terminado.

La Cuarta Internacional, fundada por León Trotsky en 1938, ha efectivamente sido, hasta la muerte de este último en 1940, la única continuadora polÃtica del movimiento, sucesivamente reencarnado por la Asociación Internacional de Marx y Engels, por la Segunda Internacional hasta la Primera Guerra mundial y por la Internacional Comunista de los años 1919-1923. Si, como dirección internacional, la Cuarta Internacional no ha resistido a la Segunda Guerra mundial, el "Programa de Transición" su programa constitutivo, a pesar de las circunstancias en las que fué escrito, es todavÃa la mejor guÃa existente para los revolucionarios proletarios. Es por ello que la tarea fundamental de éstos, es la construcción de una Internacional comunista revolucionaria.

La reconstrucción de una internacional implica la construcción, en todos los paÃses del mundo, de partidos proletarios que defiendan el papel histórico del proletariado, lo que no impide, al contrario, defender sus intereses inmediatos pero sin perder de vista y quedándose dentro del marco de sus intereses generales, es decir, de los de toda la sociedad.

De ello se deduce, a nuestra escala, que nuestros camaradas de empresa participan en las luchas pequeñas y grandes que los trabajadores hacen para defender sus condiciones de existencia. Como de ello se deduce que deben tener una actividad sindical. Pero, en las luchas pequeñas y grandes contra la burguesÃa y su estado, como en la actividad sindical, los revolucionarios comunistas, para utilizar la expresión del Manifiesto Comunista, "representan siempre los intereses del movimiento en su totalidad."

La construcción de partidos auténticamente proletarios y la lucha a favor de la revolución socialista necesitan una delimitación rigurosa, tanto polÃtica como organizacional, del terreno de clase en el cual los revolucionarios deben situarse. Ante los "frentes" de todas clases cuyo objetivo es poner a la clase obrera detrás de organizaciones e intereses burgueses, los revolucionarios deben en particular defender la necesidad de una organización y de una polÃtica proletarias independientes, cuyo objetivo sea la instauración del poder democrático del proletariado representado por un pluralismo de partidos revolucionarios.

La sociedad burguesa alimenta y reproduce muchas formas de opresión o de exclusión -contra las mujeres, las minorÃas nacionales, o sexuales, etc.- y alimenta sin cesar nuevas -los sin-papeles, los sin-casa - lo que provoca reacciones de protesta, momentáneas o permanentes. Como lo provocan frecuentemente las múltiples consecuencias del funcionamiento de la economÃa capitalista.

Los revolucionarios comunistas participan a la protesta, aunque sea limitada o parcial, de la organización capitalista de la sociedad, sin por ello dar automáticamente a estos movimientos un carácter revolucionario que, la mayorÃa de las veces, no tienen.

El estalinismo ha deformado o vaciado de sentido la mayorÃa de los objetivos del movimiento obrero. Asà es en lo que concierne a las nociones de "anti-imperialismo", "anti-capitalismo", y hasta de "internacionalismo". Lo que tiene como consecuencia que hoy en dÃa muchas corrientes polÃticas que no tienen ningun lazo, ni pasado, ni presente, con el movimientoobrero, pueden utilizar estas palabras y hacer tanto ruido que las han vaciado de su sentido.

La corriente altermundialista (antiglobalización) no es más que la última trinchera de este tipo de corrientes que utilizan ciertas nociones heredadas del movimiento obrero pero vaciadas de su contenido y que canalizan la indignación y hasta la revuelta que levanta tal o tal injusticia o tal o tal consecuencia catastrófica de la economÃa capitalista.

Debemos diferenciarnos claramente y con firmeza de estas corrientes, hacer ver las ambigüedades de su lenguaje y denunciar su polÃtica la cual, detrás de aspectos contestatarios, es muy respetuosa del orden social.

De la misma forma, el estalinismo ha deformado la tradición bolchevique del partido comunista revolucionario, utilizada por la III Internacional. A la noción de partido, disciplinado y democrático al mismo tiempo y, sobre todo, totalmente vuelto hacia los intereses polÃticos del proletariado, le ha substituÃdo la de partido estalinista donde la disciplina es reemplazada por autoritarismo destinado a prohibir toda crÃtica susceptible de mostrar que el partido ha abandonado los intereses del proletariado para ponerse primero al servicio de la burocracia ex-soviética y luego, por su intermediario, de la burguesÃa de cada paÃs.

La evolución de los partidos estalinistas, su social-democratización en el marco polÃtico y organizacional, ha terminado. Bajo el pretexto de crÃtica de su pasado estalinista, los PC -y el PCF en particular- han abandonado sobre todo sus referencias a las tradiciones comunistas. Esta evolución ha contribuÃdo a desechar la idea misma de que el proletariado necesita un partido polÃtico democrático pero centralizado y disciplinado para obtener su emancipación. Llevando tras de sà muchas organizaciones pseudo-revolucionarias que afirman hoy en dÃa que "el partido no es ya lo principal en la revolución social".

La necesidad de un partido comunista revolucionario que rechace mezclarse con frentes más amplios no es solo verdad para los paÃses capitalistas avanzados, donde las tareas de la revolución democrática burguesa se han cumplido y donde el proletariado constituye una clase muy numerosa.

Es también verdad para los paÃses "subdesarrollados" donde las tareas de la revolución democrática burguesa no se han realizado y que son sometidos a la rapiña imperialista y donde su proletariado, muchas veces numéricamente debil, está sometido a una explotación forzada. Aunque la casi totalidad de los paÃses pobres del planeta no estén ya sometidos a la opresión colonial directa, soportan todavÃa y de manera aún más fuerte, la dominación económica y polÃtica del imperialismo. El principal cambio traÃdo por el final de la colonización reside en el hecho que una capa dirigente autóctona ha tomado las riendas en lo que concierne a las tareas de opresión de la antigua metrópolis colonial. Los estados de los paÃses pobres son la mayorÃa de las veces dictaduras corruptas que, después de lo que se lleva el imperialismo, ahogan aún más a su población para extraer lo que queda por llevar. La miseria de las masas pobres no tiene allà lÃmites.

Las contradicciones de clase siguen pués explosivas en los paÃses pobres. Las aspiraciones de amplias masas hacia derechos democráticos y sobre todo a una vida mejor, se han canalizado durante todo un periódo histórico, durante y después del movimiento contra la colonización, a través de la influencia de organizaciones pequeño burguesas nacionalistas más o menos progresistas, que hasta pretendÃan ser a veces marxistas-leninistas.

El pillaje imperialista no solo chupa la sangre de esos paÃses. También les hace retroceder en el marco de la conciencia polÃtica. La era del nacionalismo "progresista", del panafricanismo, de los tercer mundistas de diferentes variedades, deja lugar a la era del desarrollo de fuerzas reaccionarias, del integrismo en algunos paÃses, del etnismo en otros. La dominación imperialista empuja a muchos paÃses pobres hacia una barbarie del medievo, hacia las guerras permanentes y el reino de los señores de guerra.

En todos los paÃses pobres los revolucionarios proletarios deberÃan tomar las aspiraciones anti-imperialistas de las masas, asi como sus aspiraciones hacia derechos democráticos. Un partido proletario intentarÃa ponerse al frente de esta lucha demostrando con su polÃtica que es el único que puede llevarla hasta el final.

Pero debe de hacerlo sobre un terreno de clase, lo que exige su rigurosa independencia de clase. Debe de hacerlo aclarando sin cesar a los trabajadores urbanos y rurales lo que son sus intereses de clase y lo que los separa o les opone a las categorÃas sociales cuyos representantes pueden untilizar un lenguaje "anti-imperialista". Lo que les opondrá de manera radical a las corrientes integristas, etnistas, etc., pero que también les opondrá a las organizaciones nacionalistas pequeño burguesas aunque tengan pretensiones progresistas.

Nunca hemos pretendido ser una internacional, ni en el sentido que tenÃa la IV Internacional en el momento de su fundación. Aunque haya sido organizacionalmente extremadamente débil, la IV Internacional de la época estaba dirigida por Trotsky que representaba él solo el capital polÃtico de la experiencia de la revolución rusa y el de la III Internacional, capital que ha desaparecido casi totalmente con él. Las diferentes corrientes trotskystas que han jugado a ser la Internacional, además del carácter irrisorio de estos juegos, escondÃan al mismo tiempo el abandono de los esfuerzos de implantación en la clase obrera de su paÃs, es decir el abandono de hecho de la construcción de partidos comunistas revolucionarios.

Sin embargo siempre hemos intentado razonar en función de los intereses del proletariado internacional . Es desde este punto de vista que hemos analizado los fenómenos polÃticos nuevos desde la muerte de Trotsky, como las Democracias Populares o la Revolución China. Lo que nos ha llevado la mayorÃa de las veces a diferenciarnos, y hasta a oponernos, a las diferentes corrientes trotskystas existentes. Con la desaparición de las Democracias Populares, el objeto de nuestras divergencias ha desaparecido, pero no su historia y no la diferencia en los métodos de análisis social. Estas diferencias, las encontramos en nuestra manera de juzgar respectivamente corrientes nacionalistas más o menos radicales que existen en los paÃses pobres. Como las encontramos también en nuestra actitud respecto hacia la social democracia y sus transformaciones diversas.

También hemos considerado como nuestro deber, cuando la oportunidad se presentaba, ayudar a militantes de otros paÃses a militar sobre la base de ideas comunistas revolucionarias.

A pesar de cierto número de éxitos electorales relativos -relativos a nuestra implantación en la clase obrera-, nuestra tarea fundamental sigue siendo la misma que hace veinte o treinta años.

Ademas de ser modesta, la influencia electoral no hace el partido. Por ello, si participamos en muchas manifestaciones de solidaridad hacia tal o cual pueblo o fracción del pueblo particularmente oprimida, y si seguimos, como es el deber de los comunistas revolucionarios, presentándonos a las elecciones, todas estas actividades deben plantearse desde el punto de vista de la perspectiva de la construcción de un partido comunista revolucinario proletario y serles subordinadas.

La emergencia de tal partido no depende evidentemente más que de nosotros, pero también depende de las circunstancias, de la toma de confianza del proletrariado en sà mismo, aquÃ, en Francia, y en otros paÃses. Depende de nosotros el no abandonar las ideas, el programa, heredados de más de un siglo y medio de historia del movimiento obrero revolucionario, el no disolverlas en alianzas o frentes en vista de éxitos efÃmeros, el intentar organizar a trabajadores alrededor de estas ideas.

Y en lo que concierne a las circunstancias favorables que permitirán a lo que se siembra hoy crecer mañana, encontramos la esperanza en el hecho de que la evolución histórica dará razón a los objetivos de transformación social del movimiento obrero revolucionario porque nuestra convicción es que el capitalismo, la explotación, la opresión, las guerras no pueden representar el unico porvenir para la humanidad.

Situación Internacional

La constatación de una recuperación de la economÃa americana lleva a los comentaristas más necios a anunciar los efectos benéficos de esta recuperación sobre la economÃa mundial. Pero, incluso en Estados Unidos, esta recuperación solo se manifiesta desde el tercer trimestre del año 2003 después de un largo periodo de recesión. Y nada garantiza que sea duradera. Además, tiene lugar en detrimento de las potencias imperialistas de Europa que forman parte de la zona euro. El tipo de cambio del euro con respecto al dólar ha aumentado cerca del 20 % en un año (rebasando en algunos momentos el 30 %). Ãsto encarece otro tanto el precio de las mercancÃas europeas en el mercado americano y rebaja el de las mercancÃas americanas en Europa, lo que desfavorece por lo tanto las exportaciones europeas y favorece las de Estados Unidos.

En todo caso, en la primera mitad de año, la producción ha retrocedido tanto en Francia como en Alemania o en Italia y se ha quedado estancada en el conjunto de la zona euro. Los anuncios periódicos de recuperación son mera ilusión. Mas allá de las etiquetas polÃticas, todos los gobiernos de Europa llevan a cabo una polÃtica destinada a preservar los intereses de sus grupos capitalistas en detrimento de los asalariados. La avalancha de medidas anti-obreras no es sólo una caracterÃstica del gobierno de derechas Chirac-Raffarin, sino también del gobierno "socialista" de Schröder en Alemania. En todas partes, los gobiernos reducen, relativamente o totalmente, los créditos a los servicios públicos y a los gastos públicos. En todas partes, arremeten contra la jubilación, contra las indemnizaciones del paro y, más generalmente, contra todos los gastos estatales que permiten a los más pobres no hundirse en la miseria. Pero, a la vez, con el pretexto de relanzar las inversiones, se favorecen las ganancias patronales y, con el pretexto de relanzar el consumo, se disminuyen los impuestos de las clases sociales más altas. Incluso en los paÃses de Europa occidental, considerados como los más ricos del mundo, la situación de las clases trabajadoras sigue empeorándose.

Este empeoramiento de la situación es evidentemente mucho más grave todavÃa para la mayorÃa pobre del planeta. El Informe mundial sobre el desarrollo humano 2003, publicado bajo los auspicios de la ONU, estima en 827,5 millones el número de personas subalimentadas a nivel del planeta. Continentes enteros se hunden en la pobreza.

Los paÃses de América Latina no consiguen salir de la crisis que empezó en 2001. Incluso Argentina, uno de los paÃses menos pobres del subcontinente, no se sobrepone al hundimiento de su sistema financiero y al retroceso importante de la producción. La situación de las clases pobres es aún más difÃcil en la América andina menos desarrollada. Según el Banco interamericano de desarrollo, "220 millones de latinoamericanos viven en situación de precariedad alimentaria, de los cuales 100 millones en una indigencia absoluta".

En Ã?frica, las consecuencias del pillaje de la economÃa por las sociedades occidentales y el nivel catastrófico del paro en las ciudades, en las que se agolpan los expulsados del campo, están agravados en muchos paÃses por las recaudaciones de los "señores de guerra" que se disputan el poder.

Los economistas alaban, sin embargo, los progresos espectaculares de China desde su reintegro, no del todo completo, al sistema capitalista mundial. China y la zona inmediata que la rodea (Taiwan, Singapur, Corea del Sur) registran, efectivamente, una tasa de progresión del 8 % que contrasta con el estancamiento en otros sitios. Pero, además de que nadie puede garantizar que tal desarrollo vaya a perdurar, se basa en los salarios particularmente bajos y en la explotación agravada de las masas trabajadoras. El febril desarrollo capitalista de algunas grandes ciudades chinas tiene como contrapartida la espantosa miseria de los campos. Es precisamente esta miseria la que lleva hacia las ciudades masas de pobres reproduciendo a mayor escala los principios del capitalismo en Inglaterra. El reforzamiento numérico del proletariado concentrado en los tugurios de ciudades inmensas, expresión de las profundas transformaciones ocasionadas por el capitalismo, conduce a situaciones explosivas. Para que dicha situación explosiva pueda desembocar en la perspectiva de un cambio social, es necesario que renazca, entre los trabajadores de ese paÃs, un movimiento comunista revolucionario.

En el ámbito polÃtico, el principal acontecimiento del año ha sido la agresión de Estados Unidos, flanqueados por Gran Bretaña, contra Irak. Hemos denunciado esta guerra como la guerra imperialista que ha sido. Pero la ocupación que prosigue no lo es menos. Es significativo que la ONU, que no ha querido avalar la guerra americana contra Irak, avale, sin embargo, la ocupación. Francia y Alemania, que han contestado la legitimidad de la guerra americana, no por eso dejan de aceptar la ocupación militar de Irak, contentándose con evocar la necesidad de una solución polÃtica.

La ocupación americana no aporta a Irak ni la paz, ni la seguridad, ni un régimen democrático y todavÃa menos una mejora de la situación de la mayorÃa de la población. Las autoridades ocupantes no son ni siquiera capaces de volver a poner en funcionamiento las infraestructuras indispensables, destruidas por sus bombardeos, ni de asegurar el reparto del agua o de la electricidad.

En vez de asegurar un orden americano, la intervención militar ha provocado sobre todo una situación de anarquÃa. Se ignora quienes son los que perpetran atentados contra las tropas americanas - ¿ partidarios de Sadam Husein, elementos del antiguo aparato de Estado o islamistas de distintas obediencias ?-, asà como se ignora su influencia en el paÃs. Lo que sin embargo está de manifiesto, es que las tropas americanas, tan eficaces en la guerra relámpago, son incapaces de asegurar la gestión del paÃs o su propia seguridad.

Sin embargo es evidente que las acciones terroristas, de las cuales por cierto la población iraquà es la principal vÃctima, no conseguirán de por sà obligar al ejército americano a irse del paÃs. Siete meses de ocupación han hecho más vÃctimas entre los soldados americanos que la guerra misma. La opinión pública americana parece empezar a tomar consciencia de esta realidad. Si esto conduce al desarrollo de un movimiento de contestación, ello puede obligar a los dirigentes de Estados Unidos a retirar sus tropas de Irak.

La agresión contra Irak ha puesto en evidencia divergencias entre potencias imperialistas. Las potencias imperialistas de segunda categorÃa como lo son Francia y Alemania denuncian el "unilateralismo" de Estados Unidos y le oponen el "multilateralismo". Detrás de esta jerga, está la pretensión de dichas potencias imperialistas de segunda categorÃa de ser asociadas a las decisiones del imperialismo americano y beneficiar con ello a sus propios grupos capitalistas.

Pero los dirigentes polÃticos del imperialismo americano no son más "unilateralistas" que lo que lo han sido después de la Segunda Guerra mundial cuando, apoyándose en su victoria y en su potencia económica y militar, Estados Unidos dictaba su polÃtica al bloque occidental. Tampoco lo son más que durante la segunda mitad del siglo XX en la que la existencia de la Unión Soviética habÃa hecho coexistir dos bloques opuestos. Pero, en aquella época, Estados Unidos invocaba la "amenaza soviética" para imponer silencio en sus filas. Y escasos han sido los momentos en los que oposiciones inter-imperialistas han tenido la ocasión de manifestarse, como cuando De Gaulle decidió retirar a Francia de los organismos militares de la OTAN.

A pesar de la Unión Europea, las potencias imperialistas de Europa no dan la talla para hacer frente a Estados Unidos. En caso de conflicto con Estados Unidos, es, al contrario, la unidad de Europa la que está amenazada. Incluso las divergencias diplomáticas, después de todo modestas, en el momento de la guerra contra Irak, entre Estados Unidos y algunos imperialismos de Europa, encabezados por Francia, por poco hacen estallar la Unión Europea. No sólo tropas británicas han participado al lado de las tropas americanas a una operación militar que Francia y Alemania han desaprobado, sino que, además, varios de los paÃses del Este que van a ser miembros en el 2004 de la Unión europea han tomado parte a favor de Estados Unidos.

Aunque los partidarios más fervientes de la unión de Europa dentro de las fuerzas polÃticas de la burguesÃa aboguen en favor de una Constitución europea, un texto constitucional incluso aceptado por todos, tendrÃa un peso muy insuficiente para contrarrestar las divergencias de intereses, cuando no las rivalidades entre potencias imperialistas de Europa.

Si el texto de este proyecto de Constitución ha sido aceptado al final por todos los gobiernos, es precisamente porque tiene pocas obligaciones en lo que respecta a las relaciones entre potencias imperialistas de la Unión europea. En cuanto a los demás paÃses, en particular los paÃses del Este recientemente incorporados, tienen derecho como mucho, a expresar sus reticencias. El proyecto de Constitución consagra "la Europa de los Estados" y para nada los "Estados-Unidos de Europa". Oficializa también una Europa de diferentes niveles, permitiendo a un grupo de Estados establecer relaciones más estrechas entre ellos que con otros Estados de la Unión. Ya se da el caso : la "zona euro" solo incluye a 12 paÃses de la Unión europea de los 15 (y pronto 25). El espacio llamado de Schengen que agrupa los Estados que han suprimido entre ellos los controles en las fronteras interiores solo incluye, por su parte, a 13 Estados de los 15.

Mucho mayores son aún los casos de "cooperación consolidada" entre ciertos Estados de la Unión y no otros, en los ámbitos de las grandes negociaciones económicas, de la diplomacia o de la polÃtica de defensa.

El desenlace de los recientes altercados de los gobiernos franceses y alemanes con la Comisión europea a propósito del elevado déficit presupuestario de estos dos paÃses (con respecto a los criterios de Maastricht) recuerda que, en esa Europa en la que los Estados son supuestamente iguales, los hay quiénes son "más iguales que otros".

Los discursos "liberales"o "anti-estatales" solo son proferidos por los gobiernos de Europa para justificar el aumento de su falta de implicación en los servicios públicos. Pero el dinero asà economizado en detrimento de las clases populares es reinyectado por el Estado en la economÃa a través de subvenciones y ayudas a la patronal y mediante desgravaciones fiscales para la burguesÃa. Es precisamente en el momento en que los gobiernos, de Francia y Alemania en particular, hacen serios recortes en los presupuestos sociales y en los créditos para los servicios públicos cuando los déficits presupuestarios suben en los dos paÃses hasta el punto de sobrepasar el 3 % autorizado por el tratado de Maastricht.

La Comisión europea, tan quisquillosa sobre los criterios de Maastricht cuando se trata de pequeños paÃses, se contenta en este caso con algunas amonestaciones.

En realidad, si el estancamiento económico persiste en Europa, las burguesÃas imperialistas de la Unión seguirán desdeñando los criterios de Maastricht. A menos que consigan imponer a las instituciones europeas que ayuden más a "la industria europea", es decir, a los grandes patronos. Una evolución en dicho sentido ya es perceptible. Pero, si las principales potencias imperialistas de Europa, Francia, Alemania y Gran Bretaña en particular, consiguen imponer su voluntad a los demás, les es más dÃfÃcil ponerse de acuerdo sobre el reparto entre ellas.

Al oficializar la práctica de la "cooperación reforzada" entre algunos Estados de la Unión, el proyecto de Constitución legaliza también la asociación de las potencias dominantes de Europa en pequeño comité para negociar entre ellas tomas de decisión comunes que los pequeños Estados -especialmente los diez paÃses recientemente incorporados- solo podrán aceptar.

El pertenecer a la Unión Europea no ha puesto fin a la dominación del gran capital occidental sobre los paÃses del Este europeo, solo ha reglamentado la rivalidad entre predadores imperialistas.

Su proyecto de Constitución no solo no es democrático para los pueblos, pero consagra a nivel jurÃdico una realidad : el poder de los tres principales imperialismos, alemán, francés y británico, sobre las pequeñas naciones de la Unión europea.

En lo que a dicha Constitución respecta, estamos fundamentalmente en contra, no porque sea europea, sino porque es burguesa, es decir, destinada a preservar la propiedad privada, la explotación y la dominación de la burguesÃa sobre la sociedad. Pero la Constitución europea no es ni más ni menos burguesa que la de Francia, y no tenemos que escoger entre las dos Constituciones.

Si el proyecto de Constitución se somete a referéndum - a juzgar por las reticencias de Chirac y del gobierno, no es lo más probable - llamaremos a los trabajadores a abstenerse. Rehusamos mezclar nuestras voces a las de uno o otro de los dos bandos de la burguesÃa : el que se pronuncia a favor de una Constitución europea y el que la rechaza por "soberanismo" de derechas o de izquierdas.

Europa no se limita sin embargo a la Unión Europea, incluso ampliada a partir de este año a 10 Estados suplementarios. La situación no está estabilizada en absoluto en los Balcanes occidentales constituidos por Albania y por Estados procedentes de la descomposición de Yugoslavia. Las contestaciones de fronteras provisionales mal establecidas y la inestabilidad polÃtica agravan la situación económica de esta región, ya subdesarrollada, cuya descomposición estatal, junto a las guerras sucesivas, han agravado la desindustrialización. Albania, Kósovo, Bosnia-Herzegovina y Macedonia viven prácticamente sólo de los envÃos de fondos de los trabajadores emigrados al Oeste y de una asistencia internacional irrisoria.

La situación es comparable en algunos de los Estados de Europa derivados de la descomposición de la Unión Soviética. Desde luego, los tres paÃses bálticos van a ser integrados en la Unión europea. En cambio, a Ucrania le han cerrado la puerta en las narices, lo que la ha obligado a orientarse un poco más hacia Rusia, a la cual siguen vinculándola miles de lazos, vestigios de la economÃa planificada de antaño. Moldavia se hunde en una miseria espantosa. En cuanto a Bielorusia, apenas menos pobre, vive una infame dictadura. Sólo sobrevive gracias a su semi-integración en Rusia.

La parte oriental de Europa no solo se ve rechazada de la Unión Europea sino que, además, las fronteras de la Unión Europea, que pasan ahora al este de las ex-Democracias Populares, cortan redes de intercambios humanos y comerciales tradicionales y agravan asà la pobreza.

En Rusia, la preparación de las elecciones legislativas de finales de 2003 ha agravado la guerra entre clanes polÃtico-financieros. El arresto reciente de Jodorkovski, uno de los hombres más ricos del paÃs, seguida de la dimisión anunciada del jefe de la administración presidencial, anuncia una nueva prueba de fuerza para el poder supremo. Manifiestamente, Putin considera, con razón o sin ella, que su poder está lo bastante consolidado para que, apoyado sobre el aparato del antiguo KGB, aparte de su camino una parte de los que, detrás de Yeltsin, han dominado los aparatos polÃticos y han sido los principales beneficiarios del primer periodo de pillaje de Rusia. Los comentaristas, tan versátiles en sus opiniones como buscadores de sensacionalismo en sus fórmulas, anuncian una "resovietización" del régimen ruso. Otros, como un "politólogo ruso", señalan que los hombres del ex-KGB son hoy "más numerosos en el Kremlin, en el gobierno y en los ministerios que en la época de Stalin". Más significativas que los comentarios de "especialistas" de todo tipo son la fuga importante de capitales hacia Occidente y la baja brutal de la Bolsa de Moscú. Hay que creer que lo que se denomina los "cÃrculos de negocios" de los que se decÃa desde hace uno o dos años que traÃan de nuevo una parte del dinero que habÃan invertido en Occidente para empezar a invertirlo de nuevo en Rusia, han visto su seguridad echar a volar de golpe.

Hay que tener en cuenta la parte de exageración en todos estos comentarios. Pero, después de Berezovski y Gusinki, empujados hacia un exilio dorado, es otro multimillonario ruso el que paga por no haber entendido que su posición social depende del apoyo del poder polÃtico. Son todavÃa los aparatos de la burocracia los que dominan Rusia. Aunque algunos de los "nuevos ricos" se hayan filtrado en los cien primeros lugares de la lista de las mayores fortunas mundiales, su posición económica y social no está estabilizada. Su riqueza, que es en general también la del clan burocrático que representan, sigue dependiendo en gran medida de las rivalidades entre clanes burocráticos y relaciones de fuerzas cambiantes.

Apoyándose a la vez sobre el aparato del KGB, Putin ha sabido hábilmente apoyarse sobre el odio que la mayorÃa de la población rusa profesa a estos "nuevos ricos" cuyo repentino enriquecimiento está tan abiertamente ligado al pillaje de las riquezas del paÃs, es decir, al empobrecimiento de la mayorÃa de su población.

Lo que no significa sin embargo que el arresto de Jodorkovski y la confiscación anunciada de la mayorÃa de las acciones del trust petrolÃfero Yukos anuncien " la liquidación de los oligarcas como clase" que Putin habÃa prometido en el 2000, parafraseando a Stalin a propósito de los Kulaks. Es más verosÃmil que el aparato del ex-KGB considere que está en situación de apropiarse una mayor parte del pastel que durante la era Yeltsin en la que se constituyeron las fortunas extravagantes de los "oligarcas" hoy en pie.

Si gracias al encarecimiento del precio del petróleo, del que Rusia sigue siendo el primer exportador, la situación económica ha mejorado algo durante el año transcurrido, el producto interior bruto de Rusia no ha vuelto sin embargo a su nivel de hace doce años, el de 1991.

Y Rusia sigue siempre enredada en una guerra en Chechenia, tan injusta como salvaje, de la que la población chechena es evidentemente la primera vÃctima, pero cuyo precio también es pagado por los militares y la población rusos.

Desprovistas desde hace varios años del enemigo soviético, las potencias imperialistas no han roto por ello con el militarismo. Después de haber sido reducido el presupuesto de defensa entre 1985 y 2000, pasando de 390 mil millones de dólares a 300 mil millones de dólares - para comparar, el presupuesto militar que era, en 1985, de 360 mil millones en la URSS pasó a 630 mil millones en Rusia en 2000-, el presupuesto militar americano vuelve al mismo nivel que en tiempos de la división en dos bloques opuestos. Por tercer año consecutivo, el presupuesto de la defensa de Estados Unidos ha aumentado el 10 %. En el proyecto de presupuesto de 2004, sobrepasará la fantástica cantidad de 400 mil millones de dólares, sin ni siquiera tener en cuenta el suplemento de 63 mil millones de dólares decidido para la guerra contra Irak. Las demás potencias imperialistas no tienen capacidad para sostener ese ritmo. No obstante, el presupuesto de defensa ha aumentado, en Francia, el 13 % entre 2000 y el proyecto de presupuesto para 2004.

El militarismo es una tara congénita del imperialismo y no necesita enemigos para ser desarrollado por los Estados.

Esta polÃtica militarista es llevada a cabo en nombre de la seguridad colectiva. Pero, desde el derrumbamiento de la Unión Soviética y el final de la guerra frÃa, 120 guerras han estallado en el mundo, unas entre Estados, otras dentro de Estados. El número de muertos de estas guerras que han ensangrentado todos los continentes, incluida la periferia de Europa (los Balcanes, el Cáucaso) se estima en más de 8 millones de personas, es decir, un número de muertos apenas inferior al de la Primera Guerra mundial.

Incluso cuando las potencias imperialistas no están directamente implicadas, muy a menudo tal o cual de sus grupos industriales o financieros, deseosos de acaparar riquezas mineras locales, lo está.

Uno de los conflictos más largos de nuestra época, el conflicto israelo-palestino que dura desde hace más de medio siglo y donde la guerra interior se ha visto asociada con varias guerras que implicaban a paÃses árabes vecinos, tampoco ha encontrado más solución desde la desaparición de la división del mundo en dos bloques que lo que habÃa encontrado antes.

Los gobiernos israelÃes sucesivos, en vez de obrar por la coexistencia de las dos comunidades israelà y palestina, con iguales derechos, en particular el de un Estado para cada una, cierran, al contrario, la posibilidad de ello por su polÃtica de opresión. Desde la instalación del gobierno Sharon, esta polÃtica de opresión se manifiesta por un terrorismo de Estado sistemático contra los Palestinos, por un desmembramiento creciente del territorio autónomo palestino por la instalación de colonias. El terrorismo de Estado de Israel proporciona sin cesar nuevos reclutas para las organizaciones palestinas que practican el terrorismo individual. Los dos terrorismos cavan un socavón de sangre entre los dos pueblos que se encuentran en un atolladero.

Las grandes potencias, Estados Unidos en primer lugar, tienen la posibilidad de obligar el gobierno a cambiar de polÃtica. El Estado de Israel sólo sobrevive económica, polÃtica y militarmente gracias al apoyo de Estados Unidos. Pero estos últimos rehúsan hacer presión sobre Israel. De tal modo que las tentativas de acuerdos fracasan unas tras otras. Después del fracaso de los acuerdos de Oslo, es la supuesta "hoja de ruta" para la paz la que se ha ido a pique este año. No sólo el gobierno israelà impone al pueblo palestino las condiciones de un campo de concentración, que agravan la miseria ya grande de la población ; no sólo el ejército israelà interviene con frecuencia en el territorio palestino, incluido en contra de civiles, sino que el gobierno sigue favoreciendo la instalación de nuevas colonias y aprovecha su existencia para agregar territorios suplementarios en detrimento de la Autoridad palestina. La instalación de una pared alrededor de las tierras de las que se ha apropiado Israel sólo puede ser sentida por el pueblo palestino como una provocación.

El rechazo de todos los gobiernos sucesivos desde la creación del Estado de Israel de llevar a cabo una polÃtica en dirección de los pueblos árabes de la región con el fin de ganarlos a la idea de una cohabitación fraternal, los ha vuelto totalmente dependientes de Estados Unidos. Estos últimos consideran a Israel con toda naturalidad como un aliado que no está en situación de cambiar de bando.

La tensión perpetua en Oriente Medio, catastrófica para las poblaciones a las que concierne, israelà incluida, se ha convertido en un elemento del orden imperialista.

Tratándose de las relaciones de opresión entre el Estado de Israel y el pueblo palestino, somos solidarios de este último. Pero la polÃtica nacionalista de los dirigentes palestinos y de las organizaciones palestinas contribuye, con la polÃtica de opresión del Estado de Israel, a crear en la región una situación insoportable, una de las más graves fomentadas, mantenidas por la dominación imperialista sobre el mundo.

En América Latina, el empeoramiento de la miseria alimenta explosiones sociales cuyo ejemplo han dado, sucesivamente, Venezuela, Ecuador y, recientemente, Bolivia.

La explosión en Bolivia ha sido lo bastante potente para barrer a un presidente de la República odiado. Sin embargo, a falta de organizaciones que representen sus intereses y dirijan en ese sentido las explosiones populares, éstas se quedan estériles. Sin embargo, la miseria incrementa también la violencia criminal, el poder de los traficantes y de las bandas que añaden una opresión suplementaria a las ya numerosas padecidas por las clases explotadas.

En Brasil, el año 2003 ha sido el primero pasado por Lula en la presidencia de la República. Los comentaristas de izquierdas habÃan presentado, hace un año, la elección de Lula como una victoria de las masas pobres. Un año después, las masas pobres de este paÃs quizá no han perdido todas sus ilusiones, pero sà se dan cuenta cada vez más de que era una estafa. Lula no puede, aunque quisiera, sacar a las clases trabajadoras de Brasil de la miseria. Para ello, harÃa falta que el gobierno subordine la actividad económica al objetivo de mejorar la suerte de las clases pobres, de crear empleos, de sustituir las chabolas por alojamientos correctos, baratos, de desarrollar el sistema de salud y la educación, etc. Esto significarÃa inevitablemente tocar los privilegios y la fortuna de la burguesÃa local y de la burguesÃa internacional. Lula no tiene para nada tal intención. Los que afirmaban lo contrario, hasta la extrema izquierda, solo han contribuido a sembrar ilusiones y a paralizar un poco más a la clase obrera de dicho paÃs.

El pillaje imperialista del Ã?frica negra sigue empobreciendo a este continente. Los Estados instalados por las antiguas potencias coloniales, minados por la corrupción y por las rivalidades por el poder, están en descomposición más o menos avanzada en la mayor parte de los paÃses de Ã?frica. Unos están bajo la protección de la antigua metrópoli colonial, otros como Somalia, están abandonados a su suerte.

En el Congo-Kinshasa, uno de los paÃses de Ã?frica más extendidos, uno de los más ricos también por su subsuelo, la autoridad del Estado se limita a la capital y a las regiones colindantes, y ni siquiera siempre. El resto del paÃs es presa de los señores de guerra o está abandonado a la anarquÃa sangrienta de los conflictos étnicos. Los señores de guerra intentan sacar provecho cuanto antes de las riquezas naturales compinchándose con grupos industriales. En estas condiciones, la riqueza del subsuelo se ha convertido en una maldición para los dos Congos, como para Liberia, Sierra Leona y otros, cuyo único resultado es que los jefes de las bandas armadas que se matan entre ellas tienen dinero para proveerse de armas modernas para masacrar a los pueblos.

El poder de las bandas armadas y las perpetuas guerras empobrecen a la población, cuyos jóvenes, a veces niños, son convertidos en mercenarios, a costa de los demás, para sobrevivir. Y asà se vuelve al sangriento punto de partida.

En Nigeria, el paÃs de Ã?frica más poblado, la apariencia más o menos estable del poder central disimula apenas el desmembramiento del paÃs, con poderes locales gangrenados por el fundamentalismo islámico en el Norte y por el control directo de los grandes trusts del petróleo en el Sur.

Costa de Marfil, antaño el paÃs menos pobre del ex-imperio colonial francés en Ã?frica, "vitrina" de la descolonización francesa, está igual que los demás paÃses africanos. Un año después del motÃn militar que ha llevado al reparto del paÃs en tres zonas, de las cuales sólo una está controlada por el gobierno, lo único que se ha estabilizado es la violencia. A la vez que intentan mantener buenas relaciones con los militares amotinados, los dirigentes franceses han escogido apoyar al régimen de Gbagbo (más aún cuando es la zona controlada por el gobierno oficial y la mejor dotada en riquezas naturales y en inversiones de capitales franceses). Los acuerdos de Marcoussis, presentados como el principio de un proceso que apunta a restablecer la unidad del paÃs, han favorecido en realidad a Gbagbo dándole tiempo para armarse más. El lenguaje actual de los dirigentes deja pensar que la vuelta a la guerra está cercana. Pero, incluso antes de que se haya tirado el primer tiro de esta nueva fase de la guerra, provoca vÃctimas sin cesar, no tanto entre las bandas armadas que controlan las tres zonas como en el interior mismo de cada una de estas zonas. En la zona controlada por el gobierno, los que vienen del norte del paÃs y los que vienen del Burkina Faso o del Malà vecinos son los blancos sistemáticos de las extorsiones de los militares y de los policÃas. Son humillados y les pegan palizas, cuando no, son vÃctimas de los linchamientos a los que se dedican los hombres del partido de Gbagbo.

Sin embargo, en la población del sur, Gbagbo no ha perdido completamente el pequeño crédito del que gozaba antes de su acceso al poder en calidad de oponente a Houphouët-Boigny y de "hombre de izquierdas" que ha contribuido a la creación del primer sindicato, Dignidad, no ligado al poder de la época.

En el poder desde hace tres años, Gbagbo ha sido incapaz de mejorar por poco que sea la situación de los trabajadores de las ciudades y de detener la degradación de las condiciones de existencia de los campesinos, afectados por la bajada de la cotización del café y del cacao, pagados cada vez menos por los grandes grupos que dominan el comercio internacional de estos productos.

Si se autoriza algunas declaraciones "anti-imperialistas", inclusive, más precisamente, "anti-francesas", es el retomar por cuenta propia la demagogia étnista de sus predecesores lo que le lleva a conservar cierta capacidad de movilización de la que se sirve para mostrar a la burguesÃa local y al gobierno francés que es el único hombre capaz de mantener un semblante de estabilidad. Las consecuencias de esta degradación son graves para la clase obrera que se compone, incluso en Abidjan, en gran parte, de Burquinabes y de oriundos del Norte, puntos de mira de esta demagogia.

A lo largo del año, el ejército francés ha aumentado sus efectivos presentes en Costa de Marfil. Allà protege los intereses de la burguesÃa francesa, pero no la población. A pesar de sus pretensiones pacificadoras, es una tropa de ocupación imperialista.

La primera condición para restablecer la paz serÃa detener la degradación visible de las condiciones de existencia de la población trabajadora, cuya principal causa es precisamente el poder de los grupos industriales y financieros franceses en Costa de Marfil. El ejército francés no es un instrumento de paz sino uno de los instrumentos de la dominación del imperialismo francés cuyos intereses en ese paÃs están mal servidos por un ejército marfilense desbandado.

Las tropas francesas deben ser retiradas de Costa de Marfil, como de todos los paÃses de Ã?frica donde están acantonadas.

Al poner las fuerzas productivas del planeta al servicio de las ganancias, al ahondar las desigualdades entre una minorÃa de pudientes y las masas explotadas, entre la clase dominante de los paÃses ricos y las masas populares de los paÃses pobres, al intentar imponer por las armas lo que la dominación económica sola no puede aportar, al alimentar las guerras locales, el imperialismo mantiene la humanidad en la barbarie. El sistema imperialista no puede ser reformado ni mejorado. Solo puede ser destruido en sus fundamentos por la destrucción del modo de producción capitalista. En última instancia, el porvenir de la humanidad depende, desde hace varias décadas, de la capacidad del proletariado mundial, única fuerza social capaz de destruir el sistema capitalista, en recobrar la consciencia de su papel histórico. Lo que significa el renacimiento de partidos comunistas revolucionarios a nivel internacional.

El Altermundialismo

La corriente "altermundialista", con sus fronteras mal definidas, con su lenguaje contestatario pero dentro del marco del orden establecido, con sus objetivos utópicos aunque irrisorios pues están destinados a convencer a las autoridades públicas, ocupa hoy cada vez mayor importancia en la actualidad polÃtica, no tanto por su propia audiencia como por la pérdida de crédito de los partidos de izquierda, que se añade a la pérdida, mucho más antigua, de referencias al marxismo.

Esta corriente heterogénea afirma representar la contestación respecto a un fenómeno designado en la jerga de ciertos economistas por el término "mundialización" o, a veces, "globalización", términos retomados por los polÃticos, difundidos por los medios de comunicación. Presentado al principio como "antimundialista", prefiere llamarse hoy "altermundialista". Cierto es que la palabra "antimundialismo" significa luchar contra la mundialización, lo que serÃa tan claramente utópico como reaccionario.

En Francia, es la organización Attac la que se erige como principal representante de la corriente altermundialista. Pero muchas otras organizaciones del llamado movimiento social, como la Confederación Campesina de José Bové, se reivindican de esta corriente.

Para los altermundialistas, la "mundialización", en el sentido en el que la entienden y que ponen en tela de juicio, serÃa un fenómeno relativamente reciente, que se habrÃa impuesto digamos a partir de los años setenta y cuya expresión polÃtica era el "neoliberalismo" de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher.

Más allá de la crÃtica de la polÃtica de los "altermundialistas", hay por lo tanto que interrogarse sobre la validez del análisis de la evolución de la economÃa sobre el cual pretende basarse y sobre la naturaleza de los cambios producidos en el funcionamiento de la economÃa mundial en el último cuarto del siglo XX.

La mundialización, en el sentido de la emergencia de una economÃa mundial, de la internacionalización de la producción, es inseparable del desarrollo capitalista. En 1848, hace ya más de siglo y medio, el Manifiesto Comunista la describÃa ya como una de las caracterÃsticas del capitalismo : "La necesidad de encontrar mercados siempre nuevos para sus productos lleva a la burguesÃa a invadir el mundo entero. Necesita implantarse en todos sitios, colonizarlo todo, tener conexiones en todas partes (...). En lugar del antiguo aislamiento de las provincias y naciones que se bastaban a sà mismas, tenemos el comercio que se desarrolla en todas direcciones y una interdependencia universal de las naciones".

Y Marx ha sido el primero en analizar esta consecuencia a gran escala de la mundialización capitalista citando como ejemplo la ruina de la producción textil artesanal en la India debida al desarrollo de la industria textil capitalista en Inglaterra.

Los "altermundialistas" connotan también la palabra "mundialización" con otro sentido : el de la dominación de las "multinacionales" que dictan sus leyes, incluido a los gobiernos, la victoria del capital financiero sobre el capital industrial ; los paÃses "del Sur" -designados asà en el vocabulario altermundialista para no decir paÃses "subdesarrollados" o "pobres", expresiones consideradas como peyorativas - ahogados por la finanza de los paÃses imperialistas ; la dominación de la economÃa por un pequeño número de grandes potencias, esencialmente la de Estados Unidos, sobre el resto del mundo.

Desde este punto de vista, tampoco el fenómeno es verdaderamente nuevo. En 1916, Lénin definÃa asà el imperialismo : "El imperialismo es el capitalismo llegado a un nivel de desarrollo en el que se ha confirmado la dominación de los monopolios y del capital financiero ; en el que la exportación de capitales ha adquirido una importancia preponderante ; en el que el reparto del mundo ha empezado entre los trusts internacionales y en el que se ha culminado el reparto de todo el territorio del planeta entre los paÃses capitalistas más grandes", añadiendo : "Monopolios, oligarquÃa, tendencias a la dominación en vez de tendencias a la libertad, explotación de un número creciente de naciones pequeñas y débiles por un puñado de naciones ricas o poderosas - todo ello ha originado los rasgos distintivos del imperialismo que lo hacen caracterizar como un capitalismo parasitario o en vÃas de pudrición. Cada vez más aparece de relieve la tendencia del imperialismo a crear el "Estado rentista", el Estado usurero, cuya burguesÃa vive cada vez más de capitales exportados y del "trasquileo de los cupones".

El término "mundialización", tal como lo utilizan los altermundialistas, abarca en realidad cierto número de cambios, reales, que han acentuado ciertos rasgos del capitalismo a nivel imperialista sin, no obstante, cambiarlo fundamentalmente. En lo esencial, se trata de un crecimiento de los intercambios internacionales mucho mayor que el de la producción ; la supresión progresiva de los proteccionismos impuestos por los Estados ante el desplazamiento y las inversiones de capitales ; la preponderancia mayor que nunca del capital financiero sobre el capital productivo, agravando el parasitismo del gran capital ; la "desregulación" y la "descompartimentación" que allanan los obstáculos jurÃdicos que prohibÃan, por ejemplo, que un banco se dedicara a actividades de seguros, y recÃprocamente, y, por fin, la importancia de las concentraciones de capitales y el reforzamiento de la potencia de los trusts multinacionales sobre la economÃa mundial. Estas variaciones de amplitud no han modificado los rasgos fundamentales del imperialismo que describÃa Lénin.

El planteamiento acerca de la utilización del término "mundialización" no es una mera cuestión de vocabulario. El término es lo suficientemente impreciso para que se le pueda meter todo y lo contrario y disimula sobre todo el hecho de que incluso los rasgos de la economÃa capitalista mundial que se han modificado desde hace unos treinta años provienen del desarrollo orgánico del capitalismo mismo. Está destinado a servir de punto de apoyo a la idea polÃtica sugerida cuando no afirmada abiertamente por la corriente altermundialista, según la cual para hacer frente a la situación catastrófica actual, bastarÃa con volver al funcionamiento pasado de la economÃa imperialista.

La tendencia actual a la reducción de las barreras proteccionistas solo es nueva con respecto al proteccionismo exacerbado del periodo de entre las dos guerras mundiales que se ha prolongado durante y después de la Segunda Guerra mundial. En las primeras décadas de la era imperialista, digamos de 1870 a 1914, la economÃa ha vivido un primer periodo de gran movilidad de los capitales más allá de las fronteras y de muy fuerte auge del comercio internacional. Los grandes grupos industriales y financieros que -¡ya!- se ahogaban dentro de las fronteras nacionales se apoyaban sobre la potencia militar y diplomática de su Estado nacional para -¡ya!- "mundializar" su producción y su mercado. La guerra de 1914 anunció el fin de este periodo de "mundialización" y marcó el principio del repliegue sobre los proteccionismos, sobre las monedas nacionales y el control del cambio.

Pero, el imperialismo no ha sido, en ninguno de estos periodos, el reino de la libre competencia y de las puras leyes del mercado. El reparto del mundo por media docena de grandes potencias imperialistas a finales del siglo XIX ha sido la expresión a la vez del carácter mundial de la economÃa bajo el imperialismo y del carácter proteccionista de la dominación imperialista de esa época. La ocupación directa, polÃtica tanto como económica, de las grandes potencias sobre tal o cual parte del mundo, no solo pretendÃa preservar mejor su dominación económica sobre los pueblos concernidos, sino, más aún, defender su esfera de influencia contra la penetración de las potencias imperialistas rivales. La forma colonial de la dominación imperialista era esencialmente proteccionista. Los Estados Unidos estaban ocupados en aquella época en la conquista del Oeste americano que se reveló un elemento determinante de la extensión de su enorme mercado interior. Por lo que a lo demás respecta, los Estados Unidos no han estimado necesario proteger su esfera de influencia con una dominación colonial, salvando algunas excepciones (Filipinas, Puerto Rico, América central en ciertas épocas). TenÃan otros medios mucho más eficaces: su potencia económica y, en caso de necesidad, su potencia militar.

La gran crisis capitalista mundial del año 1929 llevó el proteccionismo hacia el exterior y el estatismo en el interior - últimas armas del imperialismo frente a la crisis - a un nivel sin precedentes : la economÃa alemana bajo el nazismo ha sido el modelo de ello llevado al extremo. Durante la guerra, sin embargo, todas las potencias se han conducido igual.

El proteccionismo y el estatismo puestos al servicio del gran capital han sido sobre todo maneras de desarrollar una economÃa orientada hacia la guerra. Han llevado a ella de forma totalmente natural y han continuado durante ella y en la inmediata posguerra.

Durante el periodo de reconstrucción económica también, en el que el papel de los Estados nacionales ha sido decisivo, estos últimos opusieron los derechos aduaneros, las contingentaciones, los obstáculos tarifarios y técnicos, y el control del cambio al libre desplazamiento de las mercancÃas y de los capitales.

Durante los años posteriores a la guerra, el movimiento de descolonización puso fin, con mayor o menor celeridad según el colonizador, a los cotos que representaban las colonias para las potencias imperialistas de segundo rango.

Hecho polÃtico impuesto por la revuelta de los pueblos coloniales, la revolución colonial se convirtió ella misma, a nivel económico, en uno de los factores de la evolución de la economÃa imperialista abriendo más o menos los antiguos terrenos reservados a la competencia internacional.

Si algunos Estados procedentes de las luchas de emancipación colonial, China en particular, intentaron modernizar su economÃa nacional mediante el estatismo y al abrigo de barreras proteccionistas, la mayor parte de los Estados nuevamente independientes se vieron sencillamente en la misma situación que los de América Latina con respecto a los Estados Unidos. Su nueva independencia jurÃdica disimulaba no solo su dependencia económica total con respecto al imperialismo sino también el carácter limitado de su independencia polÃtica.

Del mismo modo que los Estados Unidos han pesado sobre América Latina interviniendo directamente y militarmente (Guatemala, Santo Domingo o Granada) o fomentando golpes de estado militares (Chile, Argentina y muchos más), las potencias imperialistas secundarias han tenido que modificar su manera de pesar sobre sus antiguas colonias.

En las relaciones inter-imperialistas, los Estados Unidos estaban, desde el final de la guerra, en situación de pesar en pro de la reducción del proteccionismo... sobre todo del proteccionismo de las otras potencias imperialistas hacia ellos. Las instituciones internacionales creadas entonces, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Acuerdo General sobre las Tarifas y el Comercio (GATT), predecesor de la Organización Mundial del Comercio (OMC), estaban destinadas a servir de marco a las múltiples negociaciones cuyo objetivo era suprimir el mayor número de obstáculos posibles al comercio internacional. Pero lo que aventajaba a unos desfavorecÃa a otros, y estos acuerdos, siempre limitados, han avanzado con lentitud. Los acuerdos de Bretton-Woods que crean un sistema monetario basado sobre el dólar, él mismo convertible en principio en oro, estaban igualmente previstos para facilitar el trueque y acuerdos bilaterales o trilaterales, que han sido durante tiempo la única forma de comercio internacional, e intentar favorecer estos circuitos de intercambios. Pero si el dólar, convertido en instrumento de pago universal, facilitaba el comercio internacional, servÃa al mismo tiempo a los intereses de los Estados Unidos, única potencia que tenÃa la posibilidad de financiar sus importaciones y sobre todo sus enormes préstamos a los demás paÃses con una moneda de fabricación propia.

La creación del Mercado Común entre cierto número de paÃses europeos, las largas negociaciones entre Estados para conseguir una reducción de las barreras arancelarias, el camino hacia la moneda única han sido la concreción en este continente de la evolución global de la economÃa imperialista.

La crisis monetaria de 1971-1973, expresión de una verdadera crisis económica que ha dado paso a un largo periodo de estancamiento o de débil crecimiento productivo, ha acelerado el movimiento para llegar a una situación en la que los grandes trusts han procurado consagrar por derecho lo que ya hacÃan de hecho, es decir,invertir libremente donde quieren, cuando quieren y como quieren.

Contrariamente a las estupideces difundidas por la corriente altermundialista, los trusts no han conseguido tal objetivo venciendo la soberanÃa de los Estados. La polÃtica de reducción de los obstáculos proteccionistas entre Estados, completada por la "desregulación" no era llevada a cabo contra los Estados y su "soberanÃa", sino por los Estados mismos, cada uno queriendo hacer prevaler los intereses de sus propios grupos industriales y financieros. En efecto, ninguno de estos grandes grupos puede contentarse con el mercado nacional.

La OMC no es una entidad salida de la nada para imponer su voluntad pisoteando la "soberanÃa" de los Estados. Proviene de la voluntad compartida de los Estados imperialistas de crear un marco en el que puedan negociarse acuerdos globales que concilien, en la medida en que sea posible, los intereses contradictorios de sus trusts. Y, contrariamente a la mitologÃa "altermundialista", los Estados Unidos, bastante poderosos para reinar sobre la jungla del mercado mundial, necesitan menos un organismo de arbitraje que las potencias imperialistas de segundo rango.

Del mismo modo, las instituciones europeas no constituyen un Estado supra-nacional que impone a los Estados nacionales polÃticas favorables al gran capital. Provienen de acuerdos ampliamente negociados entre Estados nacionales, cada uno teniendo como objetivo asegurarse una mejor posición para su propia burguesÃa en el mercado europeo.

Vemos por cierto que los Estados europeos más fuertes, cuyo déficit presupuestario rebasa en gran medida el tope del 3 % teóricamente tolerado, desdeñan sin reparo esta regla, sin duda reservada para los más débiles.

La "mundialización" no solo no ha disminuido el papel de los Estados nacionales, sino que les ha aportado esos foros suplementarios de intervención para defender los intereses de su burguesÃa tales como son las organizaciones internacionales -OMC, FMI, Banco Mundial- sin olvidar el papel cada vez mayor de los Estados para ayudar a sus capitalistas en los mercados interiores (subvenciones, ayudas, múltiples formas de proteccionismo abierto o encubierto, polÃticas de armamento, etc.). Esto vale, también, para las agrupaciones polÃtico-económicas como la Unión Europea. Los Estados de la Unión Europea -y, aún, no todos- han aceptado abandonar ese aspecto de su poder regalista tal como es el derecho a acuñar moneda. Dejar de penalizar el comercio intra-europeo por fluctuaciones entre diferentes monedas se ha convertido en algo vital para los trusts franceses, alemanes, holandeses, italianos o belgas. De ahà la decisión de crear el euro. Pero los Estados siguen vigilándose los unos a los otros para que este "abandono de soberanÃa" interesado no sea perjudicial para su burguesÃa, desdeñando si lo estiman necesario las "reglas comunitarias" que ellos mismos han promulgado. En estos pulsos permanentes entre Estados, predominan menos esas reglas que la relación de fuerzas, es decir, las potencias respectivas de las economÃas pero, también, de los Estados.

Una tercera parte de los intercambios comerciales mundiales, cuyo crecimiento es evocado por los partidarios de la globalización como la expresión de vÃnculos suplementarios entre los hombres del planeta, son intercambios en el seno de un mismo trust multinacional y otra tercera parte lo son entre grandes trusts mundiales.

De tal forma que lo que se presenta como "la apertura total del mercado mundial" no es ni verdaderamente mundial ni tan siquiera verdaderamente un mercado. Los vÃnculos financieros y comerciales entretejidos a nivel del planeta dejan de lado a paÃses enteros en Asia o en América Latina, incluso continentes enteros como Ã?frica. Y, dentro incluso de los grandes paÃses integrados en los circuitos de la economÃa capitalista mundial, el desarrollo es desigual : regiones de concentración industrial y financiera constituyen islotes en paÃses por lo demás dejados fuera de camino. Esta evolución ahonda aún más la diferencia entre los paÃses y las regiones desarrolladas y los paÃses y las regiones en los que crece la miseria.

En los años setenta, la necesidad de "reciclar" los dólares acumulados gracias a la explosión de los precios del petróleo y que la producción, estancada, era incapaz de absorber generando beneficios, ha llevado a los grandes grupos financieros a prestar ampliamente a muchos Estados del tercer mundo. AsÃ, algunos de ellos han tenido un poder adquisitivo que los integraba en el comercio internacional con una tasa de progresión de las exportaciones y sobre todo de las importaciones a menudo más rápida que entre paÃses desarrollados.

Los comentaristas alababan entonces los progresos de paÃses "en vÃas de desarrollo". Pero las "crisis de la deuda", la bancarrota de México, las crisis asiáticas, la ruina de varios paÃses y de su pequeña burguesÃa y la espantosa caÃda de sus masas populares en la miseria han demostrado lo desigual de esta "integración económica". El desarrollo del comercio internacional se debe, desde hace varios años, a la interpenetración económica de las grandes regiones imperialistas : Estados Unidos, Canadá, Europa occidental y Japón.

La economÃa funciona con endeudamientos surrealistas. Los Estados imperialistas mismos, encabezados por Estados Unidos, están endeudados hasta las cejas. ¡ El conjunto de la deuda americana alcanza la cantidad inimaginable de 33 000 billones de dólares, más del triple de la producción interior bruta de este paÃs, es decir, tres veces más que el conjunto de bienes y servicios producidos en un año en la economÃa más poderosa del mundo ! La deuda pública misma, es decir, el endeudamiento del Estado americano, es superior al producto interior bruto. Lo cual significa que el gran capital recauda su diezmo incluso sobre la población de los paÃses imperialistas que debe pagar con sus impuestos o con la degradación de los servicios públicos y de la calidad de vida los intereses de la deuda pública.

Pero el aspecto más indignante de esta economÃa de endeudamiento generalizado es sin lugar a dudas la deuda de los paÃses del tercer mundo ya que, aunque es muy inferior a la de los paÃses ricos, solamente el pago de los intereses ha llevado a retenciones usureras colosales que asfixian a dichos paÃses y sangran al campesinado pobre y a los trabajadores.

Los desplazamientos casi instantáneos de capitales, facilitados por el abandono generalizado de los controles del cambio, la desregulación y la descompartimentación entre los diferentes sectores de la finanza han llevado a olas de especulaciones, a repetidas crisis financieras y sobre todo, a un inmenso despilfarro de las fuerzas productivas, a la polarización de las riquezas, al crecimiento de las desigualdades entre clases sociales dentro de un paÃs y entre paÃses desarrollados y paÃses pobres.

El capital financiero incita al desmantelamiento de los servicios públicos y, al hacerlo, destruye lo que es útil para toda la población y transforma los sectores más rentables en objetos de especulación. El desmantelamiento de las barreras proteccionistas era sobre todo el de las de los Estados subdesarrollados. El sueño tan acariciado por los dirigentes nacionalistas de cierto número de paÃses subdesarrollados de asegurar el desarrollo de una industria nacional gracias al estatismo se ha visto destruÃdo.

La base misma del movimiento altermundialista es extremadamente heterogénea, yendo desde los que protestan contra tal daño al medioambiente o los que se oponen a la utilización de organismos genéticamente modificados, hasta movimientos pacifistas ; mezcla sindicalistas reformistas, estudiantes indignados por las injusticias, campesinos luchando por su existencia.

En cuanto a la dirección, podemos encontrar a personas pretendidamente apolÃticas, como José Bové, estalinistas no reconvertidos, como Jacques Nikonoff, dirigentes reaccionarios de sindicatos americanos, polÃticos soberanistas como Chevènement, sociodemócratas que, después de años pasados en el gobierno, intentan recobrar una virginidad y también, es cierto, algunos grupos que se reivindican del comunismo revolucionario.

Este conjunto solo puede reunirse de hecho en torno a algunos eslóganes, algunas reivindicaciones que, aunque sean justos, lo que no siempre son, proponen objetivos que son en cierto modo el más pequeño denominador entre corrientes heterogéneas pero de las que la casi totalidad no se plantea el problema de derrocar el capitalismo sino solo de mejorarlo.

Es una corriente que ni siquiera es exacto calificar de "reformista" en el sentido que esta palabra tenÃa en sus orÃgenes como un conjunto de ideas y de reivindicaciones procedentes del movimiento obrero. Primero porque el altermundialismo no tiene ningún vÃnculo ni pasado ni presente con el movimiento obrero. Después, precisamente porque las corrientes reformistas se apoyaban, aunque fuese para canalizarla, en la fuerza del proletariado organizado y podÃan imponer cierto número de reformas reales a la burguesÃa - es verdad, en otro contexto - mientras que la corriente altermundialista, que no tiene ninguna influencia en el mundo obrero, está en situación de gemir ante los representantes polÃticos del gran capital, pidiéndoles tener en cuenta sus aspiraciones, explotar un poco menos, saquear un poco menos los paÃses pobres o tasar, un poco, los movimientos internacionales del capital financiero.

Aunque la corriente altermundialista sea muy reciente, entre las insÃpidas ideas que transmite están las que el movimiento obrero revolucionario siempre ha tenido que combatir.

Criticar por ejemplo el reparto y no la producción capitalista es un ajado tema de los economistas reformistas. Como si se pudiera separar la una de la otra cuando la producción - la elección de lo que se produce, la cantidad, etc.- está determinada por el mercado, es decir, en realidad por el reparto.

Pedir socorro a los Estados para oponerse a las desigualdades y a las injusticias producidas por la economÃa imperialista, es encubrir el hecho que los Estados están al servicio del gran capital imperialista.

Extenderse sobre "la humanización del mercado" o incluso manifestarse para afirmar que "el mundo no es una mercancÃa" sin ni siquiera poner en tela de juicio la libre competencia y la propiedad privada, es en el mejor de los casos, tener ilusiones, en el peor, propagarlas conscientemente.

Criticar, incluso con un lenguaje radical, "el ultraliberalismo" no significa criticar el capitalismo y, aún menos, combatirlo. Es, al revés, propagar la idea de que algunos de los aspectos más indignantes de la economÃa actual no son las consecuencias inevitables del capitalismo, sino el resultado de una polÃtica que bastarÃa con cambiar.

Criticar el "social-liberalismo" como lo hace Attac no significa criticar a los grandes partidos de izquierdas que, cuando están en el gobierno, llevan a cabo la polÃtica de la burguesÃa, sino que jugando con las palabras y el vocabulario, les permite engañar a las masas trabajadoras con el fin de intentar volver al poder y reanudar la misma polÃtica.

A pesar del carácter apocado de sus reivindicaciones, la corriente altermundialista no intenta darse, voluntariamente, los medios de imponerlas. Se contenta con pretender convencer de la pertinencia de éstas a las autoridades nacionales o internacionales. Considera como grandes azañas que los diputados voten resoluciones no seguidas de efecto que abogan en sentido de sus eslóganes o que ministros participen ocasionalmente a tal o cual de sus manifestaciones.

Attac, la principal organización que representa en Francia la corriente altermundialista, se pretende apolÃtica mientras que es en realidad un partido polÃtico, con una dirección inamovible e irresponsable ante su propia base. Su apolitismo de fachada esconde la proximidad de su dirección con la ex-izquierda plural. Transmite, además, otra idea nefasta desde el punto de vista de los intereses polÃticos de los trabajadores : la de que se puede prescindir de partidos polÃticos. Es un engaño mayor, cuando lo que le hace falta a la clase obrera, es un partido polÃtico que represente sus intereses históricos, es decir, un partido cuyo objetivo fundamental sea la destrucción de la organización capitalista de la economÃa y de la sociedad.

Contrariamente a lo que afirman, los militantes revolucionarios que pretenden que hay que participar a Attac debido a la atracción que ésta ejerce sobre algunos cÃrculos de jóvenes se ven, en su interior, reducidos a la impotencia. No solo las estructuras antidemocráticas de Attac permiten a su dirección apartar toda contestación que no sea de su agrado, sino que además Attac no constituye siquiera un cÃrculo militante. No hay verdaderos contactos entre los miembros, si no por internet, no hay encuentros fuera de algunas reuniones puntuales que como mucho permiten intercambiar algunas estadÃsticas económicas, algunas informaciones útiles, pero al servicio de una polÃtica que en vez de elevar las consciencias a la comprensión de la necesidad de derrocar el orden capitalista mundial, las aleja de ello.

En cuanto a los acontecimientos espectaculares, las grandes manifestaciones de las que se jacta la dirección de Attac, son puntuales, es decir, que no permiten un trabajo regular. Y son en general fruto del aporte de organizaciones, especialmente sindicales, que apoyan a Attac pero que no se reducen a dicha organización.

Que adherirse a Attac pueda ser una etapa en una evolución individual, es posible - aunque esto solo sea verdad para una Ãnfima minorÃa. Pero militar dentro de Attac es darse la ilusión de hacer algo cuando, en el mejor de los casos, no se hace nada en su seno y, en el peor, se justifica su polÃtica.

Si distinguimos los dirigentes de Attac, su polÃtica y sus actividades, de los miles de jóvenes o de militantes de asociaciones diversas o de sindicalistas, el desarrollo de la corriente altermundialista no tiene un significado enteramente negativo. Incluso se puede considerar, en esta época de apolitismo total y de rechazo de los ex-partidos obreros completamente desacreditados por su papel en el aparato de Estado de la burguesÃa, que el movimiento altermundialista tiene por lo menos algunos aspectos positivos. Que la infamia del capitalismo lleve a la indignación esos jóvenes, a esos sindicalistas y a esos miembros de asociaciones de todo tipo y que esto se exprese con grandes manifestaciones, de Porto Alegre a Génova o a Saint-Denis, es en sà una publicidad importante a la crÃtica de los estragos de esta sociedad. El hecho de que los que participan en dichas manifestaciones sueñen con "otro mundo" y lo digan también lo es.

Otro también es el sentimiento de buen número de sus partidarios de ser ciudadanos del mundo, sentimiento cultivado por el carácter internacional como por los temas de las grandes manifestaciones altermundialistas. Cultivado también por la voluntad alardeada de Attac de pertenecer y de desarrollar una organización internacional, incluso si este carácter internacional o el hecho de afrontarse a los organismos internacionales de la burguesÃa no convierten por ello el movimiento en un esbozo de internacional, no más que una yuxtaposición de "soberanistas" hace el internacionalismo.

Estas indignaciones ante las consecuencias de la evolución del mundo capitalista explican porqué buen número de jóvenes y de sindicalistas ponen sus esperanzas en la única corriente que parece expresarlas hoy, tanto más para los últimos que no se trata ni de partido ni de revolución.

Los trotskistas no pueden por lo tanto ignorar que estos sentimientos son los que originan, en parte al menos, el éxito de afición que ha encontrado la corriente altermundialista. Como tampoco pueden olvidar que otra de las explicaciones de dicho éxito es la ausencia de una corriente comunista fuerte.

De modo que estamos en competición con la corriente altermundialista como lo estamos con todos los movimientos reformistas y en particular el PCF. Esto nos lleva ante todo a combatir polÃticamente los fundamentos de la mayor parte de sus ideas, a mostrar los lÃmites que impone tanto a sus objetivos como a sus combates. Esto no excluye ser solidarios de algunas de sus iniciativas y reconocernos puntualmente en algunos de sus combates, incluso participar en algunas de sus manifestaciones, exactamente como podemos participar o ser solidarios de acciones o manifestaciones del PCF, de sindicatos o de asociaciones humanitarias. Pero no se trata de militar en el seno de este conjunto heteróclito de asociaciones diversas y aún menos de querer asumir responsabilidades en él.

El altermundialismo no es sin duda alguna la expresión de un nuevo internacionalismo, sino uno de sus avatares reformistas caricaturales, en una época en la que la realidad de una verdadera Internacional Obrera, como por cierto de un verdadero partido obrero revolucionario, aparece alejada en el pasado, cuando debe ser el objetivo primordial.

Protocolo comun

A continuación reseñamos el protocolo de acuerdoaprobado por Lutte Ouvriere y Ligue Comuniste Revolutionaire para las elecciones regionales y europeas del año 2004.

Los representantes de las direcciones respectivas de Lucha Obrera y de la Liga comunista revolucionaria, designados para establecer las bases de las listas comunes Lucha obrera-liga comunista revolucionaria para las elecciones regionales y europeas de 2004, se pusieron de acuerdo en las grandes lÃneas de los ejes de las campañas y en el contexto en el que éstas deben desarrollarse, con la reserva del acuerdo definitivo de los congresos respectivos de las dos organizaciones.

Las dos organizaciones se oponen a la polÃtica llamada de "reformas" del gobierno que es una polÃtica de agresión contra los trabajadores. En la profesión de fe y en las intervenciones comunes, se proponen favorecer los siguientes puntos:

Para poner fin a los dramas individuales y colectivos que son el paro y la precariedad, es necesario imponer medidas ante las cuales los intereses particulares de la gran burguesÃa deben desaparecer. Es necesario :

Quitarles a la patronal y a los financieros el poder absoluto que ejercen sobre la economÃa. La condición radica en la supresión del secreto bancario y comercial, la transparencia de las empresas, tanto públicas como privadas, para que cada uno pueda consultarlas y comprobar de dónde viene el dinero y adónde va.

Prohibir los despidos en las empresas que tienen beneficios bajo pena de expropiación sin indemnización de estas empresas

Sacar de los enormes beneficios de la gran patronal el dinero para crear centenares de miles de empleos útiles que faltan hoy en los servicios públicos que no sólo se han de defender sino que se han de extender: los hospitales, la educación pública, los transportes públicos, correos, EDF-GDF(electricidad y gas de Francia), pero también para construir viviendas de alquiler accesible, casas de reposo, casa cunas, guarderÃas imprescindibles para las mujeres trabajadoras, instalaciones colectivas en los barrios populares.

Rechazar las leyes Raffarin-Fillon sobre las jubilaciones y todo ataque a la seguridad social.

Aparte de este eje prioritario y que debe aparecer como tal en la profesión de fe de las regionales como en la de las europeas, las dos organizaciones ponen de relieve igualmente:

Un plan de aumento de los salarios y de defensa del poder adquisitivo.

La denegación de las leyes de seguridad de Sarkozy y la igualdad de los derechos entre mujeres y hombres, trabajadores inmigrados y franceses.

La afirmación de la solidaridad con las luchas antiimperialistas y la denuncia de la organización capitalista de la economÃa a escala del mundo que reduce a la miseria a millones de personas para amontonar riquezas fantásticas entre las manos de una minorÃa y que causa daños irreparables sobre el medio ambiente y la naturaleza.

En cuanto a las elecciones europeas, además de los ejes anteriormente mencionados, expresamos nuestra oposición a la polÃtica de las instituciones europeas que prolonga y completa la de los gobiernos nacionales y que consiste en ayudar a las grandes empresas e igualar por la baja la legislación del trabajo y los salarios.

Contra los soberanistas de derecha e izquierda, afirmamos que somos partidarios de una Europa unificada de un extremo al otro del continente, de los Estados Unidos Socialistas de Europa, librada de fronteras como de la dictadura de los grupos industriales y financieros. Nos oponemos a la unión europea actual, realizada en el interés del gran capital, a sus instituciones, a sus leyes, a su constitución en gestación, asà como nos oponemos a las instituciones de la burguesÃa francesa.

Las listas en las elecciones regionales y europeas serán listas LCR y LO, con el tÃtulo "Liga Comunista Revolucionaria y Lucha Obrera" o "Lucha Obrera y Liga Comunista Revolucionaria" en función de los primeros de lista, sin ninguna otra mención o subtÃtulo. Algunos de los responsables de nuestras dos organizaciones serán los primeros de lista.

En el caso de que grupos o militantes quieran incorporarse a nuestras listas comunes Lucha Obrera-Liga Comunista Revolucionaria, lo podrán hacer si aceptan el marco fijado por el presente acuerdo asà como el tÃtulo de las listas y el texto de la profesión de fe común.

Nuestras dos organizaciones determinarán conjuntamente, a escala nacional, aceptar o no a esos grupos y garantizar su participación a las listas o a la campaña, con reserva de que aprueben las posiciones polÃticas desarrolladas en la profesión de fe, en su parte nacional como en las adaptaciones locales.

La profesión de fe es redactada por delegaciones de nuestras dos organizaciones.

Para tener en cuenta la situación de algunas regiones, se pueden considerar algunas adaptaciones locales o regionales del texto nacional de la profesión de fe. Estas adaptaciones sólo deberán representar una fracción reducida del texto nacional y serán discutidas en el marco de los encuentros entre nuestras dos delegaciones y decididas centralmente.

Allà donde nuestra lista alcance el 10% necesario para pasar a la segunda vuelta, pasará a la segunda. La única excepción podrÃa ser el caso en que, después de un cálculo exacto de las fuerzas en presencia tras los resultados de la primera vuelta, exista el riesgo de que el FN (Frente Nacional) tome el poder en una región contra una lista de izquierda. El caso de una lista de derecha opuesta a una lista del FN no constituye un caso de excepción a la regla general de pasar a la segunda vuelta, tampoco lo serÃa una lista llamada" frente republicano" La valoración de la situación y las posibilidades deberán discutirse y decidirse de modo conjunto a nivel nacional.

Cuando nuestra lista no alcance el 10% necesario, no dará consigna de voto. Se excluye toda fusión de nuestras listas con las listas de la izquierda o de los verdes. Si, En el caso de situación expuesta más arriba, el FN pudiese triunfar contra una lista de izquierda, las dos direcciones discutirÃan y decidirÃan en común de la posibilidad de llamar a votar por una lista de izquierda. Nuestras dos organizaciones conducirán esta campaña respetando los criterios de igualdad en la repartición de las regiones y de cabezas de listas, por una parte, para las elecciones regionales, por otra parte, para las elecciones europeas. Se compartirán estrictamente los gastos de la campaña común. Las apariciones en el marco de las iniciativas comunes respetarán también este principio de igualdad.

Dos proyectos de profesión de fe, uno para las regionales, el otro para las europeas, se añaden al presente, quedando claro que se podrán modificar según la actualidad, por común acuerdo, por las dos organizaciones.