Brexit, cambia la retórica pero no el contenido

Εκτύπωση
Marzo de 2019

En poco más de dos semanas, las alianzas, rivalidades y apuestas políticas que han alimentado el Brexit durante 32 meses parecen haberse metamorfoseado. Y sin embargo, nada ha cambiado realmente.

En primer lugar, se produjeron las deserciones de nueve diputados laboristas y cinco conservadores. Trece de ellos han formado un nuevo grupo parlamentario llamado “Independiente”, por el mantenimiento en la Unión Europea (UE) en nombre de los “intereses de la economía nacional”, es decir, las aspiraciones formuladas por las principales organizaciones patronales.

Este número puede parecer simbólico en un parlamento con 650 escaños, pero no es insignificante. Por un lado, porque es extremadamente raro: en un sistema bipartidista, este tipo de operación es, como mínimo, arriesgada para los que se aventuran en ella, hasta el punto de que en el último siglo sólo ha habido un caso más. Y, por otro lado, porque la formación de este grupo parlamentario, por insignificante que sea, es suficiente para privar al Gobierno de Theresa May de la mayoría parlamentaria que, por diez votos, tenía hasta ahora, lo cual agrava la parálisis de las instituciones parlamentarias británicas ante el Brexit.

Por parte de la oposición laborista, abre la posibilidad de poner al gobierno en minoría y provocar elecciones anticipadas. Como resultado, el líder laborista Jeremy Corbyn abandonó su ambigua posición frente al Brexit en favor de un “voto popular”, es decir, un segundo referéndum en el que al menos se le ofrecería al electorado la opción de anular el voto de 2016. Así, Corbyn espera, con el apoyo del nuevo grupo parlamentario “Independiente”, reunir los votos de los disidentes del Partido Conservador para derrocar al gobierno de May.

Por supuesto, este último pronto puso en marcha sus propios corta fuegos. May, cuya política desde el comienzo de las negociaciones ha sido ganarse la simpatía del ala más reaccionaria de su partido, la de los partidarios de un Brexit duro, se ha dado la vuelta de repente para intentar ganar el apoyo del ala proeuropea de su partido. Así pues, tras dos años de arduo trabajo sobre su determinación de que Gran Bretaña abandone la UE la noche del 29 de marzo, ahora promete dar a la Cámara de los Comunes la oportunidad de votar a favor de una prórroga de este plazo. A lo que los líderes de la UE respondieron inmediatamente de forma positiva, añadiendo que el plazo podría incluso ampliarse hasta diciembre de 2021, permitiendo así que las negociaciones sobre las futuras relaciones comerciales entre la UE y Gran Bretaña concluyan sin necesidad de cambiar las relaciones económicas existentes, que es obviamente lo que quieren las grandes empresas de ambas partes.

No hace falta decir que ni el giro de la clase política ni sus oscuros cálculos políticos contribuyen a que el embrollo de Brexit sea más comprensible para la clase obrera británica. Mientras los medios de comunicación especulan sobre los cambios de humor de tal o cual político más o menos en el centro de atención, lo que los trabajadores ven es el reciente anuncio del cierre por parte de Honda de su planta de Swindon en el sur del país -con la desaparición de unos 10.000 puestos de trabajo directos e indirectos- o la decisión del hombre más rico del país, Jim Ratcliffe, director ejecutivo del grupo químico Ineos y conocido promotor de un Brexit “duro”, de trasladarse a Mónaco con fines de optimización fiscal. Que estos dos eventos tengan un vínculo directo con el Brexit no es ni siquiera el problema. El hecho es que “la oportunidad hace al ladrón” y en el caos del Brexit, está claro que los ladrones se reclutarán a sí mismos en la burguesía mientras que la población trabajadora tendrá que pagar la factura de sus jugosas operaciones.