Honduras: inmigrantes en lucha para sobrevivir

Εκτύπωση
Noviembre de 2018

Miles de trabajadores de Honduras han dejado su país el 13 de octubre y se han unido para viajar juntos hacia Estados Unidos, para escapar, a pie, de la extrema pobreza de su país, del desempleo y de las bandas que asaltan a la población.

En los últimos meses se han formado grupos de migrantes que van desde unos pocos cientos hasta miles de personas, también en el Salvador y Guatemala, para viajar a México y luego a Estados Unidos. Los inmigrantes de estos países viajan cada vez más en grupos para tratar de reducir los peligros a los que se enfrentan en la carretera: agresiones, secuestros, violaciones. Los agresores pueden ser bandas, pero también la policía mexicana, gangrenada por las mafias.

Estos grupos nunca habían sido tan numerosos, llegando ahora a formar una caravana de entre cuatro y cinco mil personas, hombres mujeres y niños.

En la frontera entre Guatemala y México las autoridades mexicanas han permitido el paso de mujeres y niños. Algunos inmigrantes cruzaron el río alrededor de la frontera, otros regresaron. Pero unos 5000 inmigrantes siguen decididos a cruzar México. Las organizaciones humanitarias y los mexicanos le están ofreciendo ayuda.

Trump no ha perdido la oportunidad de sacar el acento xenófobo de su anterior campaña presidencial: “tolerancia cero” hacia la inmigración, reforzando el muro en la frontera entre Estados Unidos y México. Ahora está hablando de usar el ejército contra los inmigrantes. De esta manera pretende halagar a la fracción más reaccionaria de su electorado.

Pero hay dos cosas sobre las que Trump no puede hacer nada: la pobreza y la miseria que empuja a los jóvenes latinoamericanos a unirse a lo que ellos creen que es “El Dorado”; su situación se debe en gran parte al saqueo de América del Sur, ya antiguo, por parte de las multinacionales norteamericanas y otras. Obviamente, terminar con esto nunca ha estado en la agenda de ningún presidente estadounidense. Lo que no nos dicen es que también para los patrones norteamericanos, la mano de obra inmigrante, sea cual sea su procedencia, es buena porque es sinónimo de bajos salarios y malas condiciones de trabajo. ¡Mientras Trump hace su circo, la migración y la explotación continúan!