Las elecciones autonómicas vascas

Drucken
Mayo, Junio y Julio de 2001

Las elecciones vascas del pasado 13 de mayo han revelado la fortaleza del nacionalismo vasco y el fracaso de las llamadas fuerzas "constitucionalistas y estatutarias" que habían apostado por un cambio en el gobierno autonómico en el cual el gobierno pasara a las fuerzas de ámbito estatal. El nacionalismo vasco con la coalición PNV- EA ha salido reforzado con más del 42% de los votos y 33 diputados, quedándose sólo a 5 de la mayoría absoluta. Las fuerzas estatales que defendían el Estatuto y la Constitución se han quedado en algo más del 30% de los votos y 32 diputados. Euskal Herritarrok, la coalición formada por HB y que recoge el apoyo de ETA ha perdido la mitad de los diputados, quedándose en 7 y perdiendo votos, más del 7% respecto a las elecciones del año 98, elecciones en las cuales la tregua de ETA a través del pacto de Lizarra había hecho posible el aumento hasta el 17'9 de los votos. Pero estos resultados del llamado brazo político de ETA no debe llamarnos a engaño pues sigue habiendo más de 140.000 vascos que apoyan esta opción política, un 10% de los votantes y la pérdida electoral ha ido a engrosar las filas de los votos del PNV-EA, algo común en las elecciones vascas este trasvase de votos entre nacionalistas aunque ahora haya sido mayor la pérdida a favor de los nacionalistas del PNV. En este sentido ETA si se supone, como dice la prensa, que tiene tradicionalmente entre un 15 y 17% de apoyo entre los vascos no ha desaparecido claramente este sostén a pesar de los 30 muertos que lleva en su haber desde la ruptura de tregua.

Lejos de solucionarse el problema vasco éste no ha hecho más que mantenerse y acrecentarse. A pesar de toda la movilización social, dentro y fuera, de Euskadi contra el nacionalismo y los atentados de ETA, el nacionalismo vasco que apoya la autodeterminación y propone la construcción nacional, en sus distintas variantes independentistas o soberanistas, sigue manteniéndose mayoritario en el electorado. La movilización de los grupos agrupados por el PSE y el PP, el apoyo de intelectuales como Fernando Savater o destacados profesores universitarios, toda la campaña propagandística gubernamental y de los medias nacionales no ha conseguido más que fortalecer a los nacionalistas, reaccionando sectores del pueblo vasco contra el PP y PSE, pero sí el efecto contrario de apoyo a la derecha, al agrupar en el resto del Estado, tras el gobierno del PP, a una mayoría de la población, contra los nacionalistas vascos, demonizados en Arzallus, y expresados en los insultos recibidos por Ibarretxe en el entierro del último atentado de ETA.

La fractura social se ha hecho patente en el País Vasco en estas elecciones, pero no a favor del PP y PSE, como estos partidos creían, sino todo lo contrario, manteniendo la hegemonía nacionalista. Si sumamos los votos nacionalistas y los de los partidos estatales nos encontramos con un 53'8% y el 43'1% respectivamente. Si comparamos con las últimas elecciones de 1998 nos encontramos con que los nacionalistas obtuvieron el 44'5% de los votos y los estatales más Unidad Alavesa que ahora ha ido junto al PP, el 44'5%. De un empate claro en el 98 se ha pasado a la victoria de los nacionalistas. El porcentaje de participación que todos buscaban insistentemente como variable que le daría la victoria ha hecho claramente que la balanza se haya decantado por los nacionalistas. El porcentaje récord del 80% ha permitido ganar votos y aumentar las diferencias con los no nacionalistas. Esta división electoral es representativa del fraccionamiento real de la sociedad vasca que provoca continuamente enfrentamientos y que a pesar de que el gobierno y los socialistas centran en ETA la causa de los problemas, ésta organización no es más que una parte, pues en definitiva el problema vasco es un problema político de sectores del pueblo vasco anclados en el nacionalismo que buscan una salida nacional propia para Euskadi y del Estado central que desde la transición se niega a buscar una salida política.

En la noche electoral tanto Mayor Oreja, como Nicolás Redondo no podían ocultar en sus rostros la decepción por los resultados. Toda su estrategia había fracasado. El cabeza de lista del PP lo reconoció amargamente y en las sedes de la derecha la decepción se hacía patente en los comentarios. "Matan a nuestro presidente de Aragón decía un político del PP-, ponen una bomba en Madrid y los nacionalistas nos barren... no entiendo nada". Por mucho que quieran enmascarar su derrota con la bajada de EH, la confrontación de sus expectativas con la realidad no podía evitar su decepción. Y es que el PP, el gobierno y sus aliados los socialistas habían apostado por una estrategia de enfrentamiento total con los nacionalistas vascos utilizando demagógicamente las muertes producidas por ETA de sus cargos políticos, los medios de comunicación manipulando imágenes y dando una imagen de acoso y de falta de libertad para los militantes del PP y del PSE, catalogando de nazis a todos aquellos que comulgaban con Lizarra o eran independentistas. Han atacado al Euskera, la lengua vasca, desprestigiándola como lengua inútil, impuesta por el gobierno vasco, de falsificar la historia de los vascos creando mentiras, a las Ikastolas, como escuelas manipuladoras de la conciencia infantil y nido de futuros etarras. Hasta un periódico como El Mundo, hablaba del Gulag vasco donde los nacionalistas imponían el terror a los no nacionalistas. Su política ha sido de atacar a los nacionalistas como forma de acabar con ETA. Para Mayor Oreja acabar con ETA, era acabar con los nacionalistas que se habían posicionado con las tesis de Lizarra y que pretendían la construcción de un país Vasco soberano exigiendo la autodeterminación.

Por la parte nacionalista tampoco se han quedado cortos. Ante, por ejemplo, casos de empadronamiento de personas de fuera del país vasco para votar, los nacionalistas han querido dar carta de naturaleza a los vascos para los comicios. Para Otegi o Arzallus, prácticamente había que tener un pedriguí vasco para hacer un censo de votación con sólo vascos... de su política, claro. Estos sin sentidos, han hecho del enfrentamiento racial una de las variantes electorales.

Tras estas elecciones el panorama político en el País Vasco lejos de solucionarse se ha enrarecido más con la derrota clara de las fuerzas que defendían la Constitución y el Estatuto. El problema político nacionalista se encuentra en un callejón sin salida en el cual la sociedad vasca está dividida en dos mitades. ETA, como lo demuestra, el último atentado, tiene nuevas alas para seguir imponiendo la fuerza de su violencia. Y finalmente no existe una fuerza política obrera que supere el enfrentamiento nacionalista/ no nacionalista, poniendo la realidad de los trabajadores por encima de las rencillas nacionalistas que lo único que benefician es a la burguesía.

El fracaso en el país vasco pero...

La muerte de Miguel Angel Blanco, concejal del PP, a manos de ETA, mostró por primera vez que la movilización popular contra el atentado, había sido masiva en el propio País Vasco. Con la muerte del concejal del PP, se había abierto la posibilidad de utilizar la fuerza de las masas en una movilización social contra ETA. Las manifestaciones fueron masivas fuera del País Vasco pero también dentro. El hartazgo popular ante tanta muerte sin sentido había llegado a un punto que millones de personas se movilizaban exigiendo que ETA dejara de matar. Hasta entonces sólo pequeños grupos de personas en el País Vasco se habían dejado sentir contra ETA en la calle. El PP entonces, fue progresivamente subiendo en votos hasta convertirse la segunda fuerza más votada. En 1998 habían ganado respecto de las anteriores elecciones en más de 100.000, votos y en estas últimas sólo un poco más de 70.000.

Para el PP empezó a ser rentable la utilización de sus concejales muertos para ganar votos. Es verdad que tanto los cargos públicos del PSE y del PP estaban amenazados y que desde la ruptura de la tregua ETA ha matado a 30 personas. Pero para Mayor Oreja y todo el PP cada concejal muerto le daba oportunidad de atacar al nacionalismo. Para el PP, como para el PSE, como también para los grupos anti- ETA, ¡Basta Ya!, era el nacionalismo el que propiciaba la violencia. Era todo el nacionalismo pues éste desde Lizarra había escogido la senda "soberanista" y no la del Estatuto y la Constitución. La ruptura política se hizo cada vez más patente en la calle y la sociedad vasca fue día a día entrando en un viciado enfrentamiento entre los nacionalistas y los no nacionalistas que ha fraccionado a la población instalándose el miedo en todos los rincones de Euskadi. Mayor Oreja representa no sólo el PP, para muchos vascos, es la derecha franquista que ahora se presenta demócrata y victimista pero que si toma el gobierno significaría la vuelta de la represión y ésta la conocen muy bien en Euskadi. Una mujer entrada en años, vasca, explicaba que "Mayor Oreja era para ella, la vuelta de la policía armada a la calle". Y por el otro lado los seguidores del PP o PS tienen el terror de aquellos que les boicotean o sienten el terror etarra.

PP y PS formaron un pacto "constitucionalista" y "antiterrorista", dejando fuera a los nacionalistas. Empezaron a utilizar todas las armas de la propaganda para ganarle terreno al PNV y a los nacionalistas en general. Desde 1986 las fuerzas nacionalistas habían ido perdiendo votos, mientras que las fuerzas no nacionalistas hacían todo lo contrario. Ese año fue de 67'7% el porcentaje de votos nacionalistas, con 776.706 votos. El 13 de mayo recuperaron votos sin llegar a esa cifra: 737.875. El gran salto fue en 1994 para el PP/PSE. Obtuvieron el 43'3% de los sufragios junto a IU y UA. Progresivamente han ido subiendo en porcentaje hasta llegar a las últimas elecciones con el 46'6%. En estas últimas elecciones Mayor Oreja y Nicolás Redondo habían apostado a ganar la hegemonía electoral a los nacionalistas y se encontraron con todo lo contrario: la recuperación del voto nacionalista y el estancamiento del suyo. En esta batalla la derecha gubernamental ha utilizado todos los medios de comunicación en su apoyo. Han manipulado encuestas de opinión que no le eran favorables, han potenciado su imagen y manipulado la de los nacionalistas. Y sobre todo han llevado una campaña de acoso y derribo a Ibarretxe, cuando a la ruptura de la tregua, el lehendakari dejó los apoyos de EH, y tanto PP como PSE exigieron la convocatoria de elecciones creyendo que había llegado la hora de conseguir la hegemonía y la mayoría electoral.

Pero la campaña contra Ibarretxe, y ,en general, contra los símbolos nacionales vascos y toda la política del gobierno vasco, ha propiciado todo lo contrario. Fue patética la utilización del último asesinato de ETA por parte de Mayor Oreja. Aún caliente el cuerpo del presidente del partido de Aragón pidió el voto para su partido. Esta política contra el nacionalismo vasco se expresó en los insultos que sufrió Ibarretxe en el entierro del jefe del PP de Aragón. La reacción en contra del PP ha sido tan grande que ha conseguido la movilización del electorado a favor de la coalición PNV-EA. El fervor nacionalista se veía en los mítines de esta coalición con los gritos de "independencia" y en la noche de las elecciones la euforia se desató. Parece que el presentar a un ministro de Interior como futuro lehendakari, Oreja, no ha sido buena idea. Ni tampoco para los socialistas asociarse a él. Ya Felipe González, debió intuir que esta asociación PP/PSE no era buena, cuando aprovechando la campaña y diversos actos, desarrolló la idea de volver a acoger en un pacto a "todos los demócratas", incluidos los nacionalistas, poniendo en cuestión la política de la nueva dirección de su partido, algo, por otra parte, habitual en él.

Los ministros de Interior no tienen muy buena imagen en Euskadi. Las provincias vascas han sufrido el azote de las bandas parapoliciales o de la extrema derecha desde la transición. En esta política de utilizar la guerra sucia no han sido ajenos los socialistas y sus ministros de Interior, como los famosos Corcuera y Barrionuevo. Además, las detenciones policiales de todo lo que huela a abertzale, desde periodistas a jóvenes del entorno de Herri Batasuna no hacen más que prolongar un estado de cosas que beneficia y justifica a ETA. La existencia de centenares de presos relacionados con el mundo independentista, de familias enteras con presos que entienden que luchan por su país, no hacen más que enrarecer más el ambiente e impedir una solución política que desde la transición todos los gobiernos se han negado a dar.

El nacionalismo es un problema político, además, de difícil solución pues los enfrentamientos nacionalistas no hacen más que enrarecer y enmascarar la verdadera realidad social de la lucha de clases y utilizar a los trabajadores en un bando u otro como carne de cañón en las maniobras para defender intereses que no son de su clase que en definitiva no son más que intereses de la burguesía o la pequeña burguesía. Una nación vasca, o un gobierno con estatuto en manos de la derecha o de los socialistas no van a poner en entredicho sino reforzar, como lo hacen en el resto del país a la patronal y a la burguesía. La burguesía de Neguri, seguiría con la sartén por el mango con uno u otro gobierno o estado. El obrero de Altos Hornos o de los astilleros vascos, o cualquier trabajador en el resto del país, tienen el mismo interés contra la patronal y el gobierno, sea euskaldun o españolista, son asalariados en posición contraria permanente a la burguesía. Anteponer los problemas de lengua, o de soberanía, a los problemas de clase no hace más que impedir la solución real de los problemas que en definitiva no es más que el poder económico y político del capital. Por eso aunque parezca irreal en estos momentos de retroceso de las ideas de clase, sólo la clase obrera puede dar solución a los enfrentamientos, superando los nacionalismos y poniendo en primer término los problemas económicos y sociales del sistema capitalista.

El paso dado por los populares y los socialistas de enfrentarse directamente a los nacionalistas, apoyándose en el estatuto no ha hecho más que polarizar y fraccionar a la población vasca. A su vez el nacionalismo vasco provoca ese mismo enfrentamiento al mantener el nacionalismo y "la construcción nacional de Euskalerria" como solución política a los problemas reales de la población y todo ello con la espada de ETA el grupo que lleva a practicando una violencia cada vez más ciega y más autista, separando aun más a la población y a los trabajadores del País Vasco y del resto del Estado. Si para los nacionalistas la política del gobierno ha propiciado un apoyo a favor suyo dentro de Euskadi, y ...el tiro le ha salido por la culata al PP y el PSE; en el resto del país, la reacción es todo lo contrario. Aquí el PP sí obtiene sus buenos dividendos.

...el objetivo conseguido en el resto del país

Los abucheos e insultos a Ibarretxe en el último entierro del presidente del PP de Aragón o la idea que la gente común tiene de Arzallus o de los nacionalistas vascos en general son una muestra de la política que han llevado los gobiernos centrales del país. Los comentarios de trabajadores sencillos no dejan traslucir más que la opinión de que todos los nacionalistas, tanto del PNV como si no, no son más que apoyos directos o indirectos a los asesinos etarras. Unos son los lobos, otros como Arzallus disfrazados con piel de cordero. Cada vez que hay un atentado los comentarios reaccionarios se extienden por doquier. La pena de muerte, las venganzas, incluso "la legión arreglaría a esos vascos", y por lo tanto la aceptación de toda la política de guerra sucia, son expresión común entre los trabajadores. Este clima, que por otra parte se lo ponen en bandeja los actos terroristas de ETA, llega a tal punto que se justifica y con pocos aspavientos, se acepta la política derechista del gobierno del PP. Por ejemplo hace unos meses se concedieron a las víctimas de ETA medallas y pensiones. Entre ellas estaba Melitón Manzanas un torturador franquista muerto por ETA en los años sesenta. Es común ver a asociaciones de víctimas del terrorismo defender y postular públicamente al calor de los atentados, a favor de golpistas como Tejero y de torturadores como R. Galindo. Cada vez que hay un atentado el gobierno logra agrupar tras de sí a una buena parte de la población contra ETA y apoyando al Estado "democrático", que por otra parte gestiona magníficamente los negocios de los grandes capitalistas y no tiene escrúpulos en atacar a trabajadores amparando a ladrones que roban miles de millones a costa de despidos y del erario público como ha sido el caso de los trabajadores de Sintel, vendidos por el mafioso Mas Canosa o reforma continuamente el mercado laboral instalando la precariedad en sectores cada vez mayores de la población, causa directa del elevado número de accidentes laborales que provocan cientos de muertes al año.

El problema vasco y la violencia de ETA le permite al gobierno aparecer como víctima "democrática" del nacionalismo vasco en este caso y tratar de ocultar los problemas sociales y reales de la población haciendo aparecer como el primer problema del país la violencia etarra. Cuando la realidad es que todos los gobiernos se han negado a dar una salida política a un problema vasco que tiene que ver con sus aspiraciones nacionalistas sentidas por la mayoría de la población. Esto posibilita que agrupe detrás de sí en una gran unión nacional contra el nacionalismo vasco y ETA, defendiendo el Estado "democrático", un estado que no ha tenido problema en utilizar la guerra sucia a través de los Gal, el Batallón Vasco- español o la Triple A, contra gente inocente y que después libera a ministros que como Barrionuevo organizaron a los GAL.

Oponerse a las manifestaciones, que después de cada atentado, organizan a una todos los partidos, es visto como un apoyo a ETA, o una colaboración antidemocrática, o cierta ambigüedad, cuando el Estado y sus servidores no son más enemigos de la clase obrera que no han dudado nunca y no dudarán en utilizar la violencia contra la población. De hecho, hay una continua utilización del aparato del Estado a favor del capital y de la patronal y en contra de los trabajadores. Esta política de unión nacional tras la derecha y todos los explotadores hace aparecer a la derecha y a los servidores del Estado como lo que no son: demócratas y facilita la represión social de la explotación patronal. Hay claramente que decir no a esta política que une al PP, con el PSOE y e IU, y los sindicatos. No podemos ir a manifestaciones, ni apoyar las acciones de protesta contra ETA, junto a nuestros enemigos, que apoyan y organizan desde el Estado que amparan la violencia contra los obreros. Cientos de casos de terrorismo patronal, de esclavitud en el trabajo son legalizados por el sistema judicial. Hace unos días un tribunal aceptó el despido de un trabajador de El Corte Inglés por haber consumido un zumo. Los despidos de Sintel legalizados por la judicatura sin ni siquiera investigar a los gestores de la empresa, son otro botón de la muestra. El verdadero problema de los trabajadores, es el Estado y sus capitalistas, porque ETA como organización nacionalista es otro problema en otro sentido, el cual los trabajadores debemos también combatir.

La necesidad de una izquierda revolucionaria y el nacionalismo

En las últimas elecciones vascas, como desde hace años en todas las elecciones de nuestro país, la izquierda revolucionaria y en especial los comunistas revolucionarios, no se presentan para mostrarse ante los trabajadores con otro lenguaje, con otras propuestas, que defendieran los problemas en primer plano de los trabajadores. Prácticamente las organizaciones que se reclamaban de izquierda revolucionaria han desaparecido del ámbito estatal y también del País Vasco. En éste las organizaciones desaparecieron o se fundieron en la izquierda abertzale abandonando las posiciones comunistas ante los trabajadores. En el resto del país los restos de la LCR y del MC vegetan en IU.

Pero en Euskadi ha sido el nacionalismo pretendidamente de extrema izquierda el que mantiene unas posiciones que dan la impresión a muchos jóvenes izquierdistas de radicales. Existe entre ellos la idea de que la independencia puede ser el primer paso para una Euskadi socialista y que la desmembración del Estado de la monarquía debilitará a la burguesía. El problema del nacionalismo es, en España, complejo y todavía no resuelto. La izquierda revolucionaria estuvo sometida al influjo del problema y su plegamiento a las posiciones nacionalistas ha impedido mantener una mínima fuerza militante en las zonas del país donde el nacionalismo está anclado en capas importantes de la población. Junto a su incapacidad para implantarse entre los trabajadores, el nacionalismo ha impedido crear esa fuerza necesaria en la izquierda.

Como ideología, el nacionalismo, no puede tener más que una raíz burguesa, aunque democráticamente los revolucionarios apoyemos las ansias de los pueblos sometidos por las naciones imperialistas. Las pretendidas patrias, no son más que límites fronterizos donde poder desarrollarse una burguesía que necesita un espacio para proteger su industria y economía. La patria, las tradiciones, etc., toda esa idiosincrasia de los pueblos que han sido enaltecidos para aunar a la población en unos sentimientos que antepongan la colaboración de clase y oculten el conflicto entre trabajadores y burguesía. No hay nacionalismo de la clase obrera. Pues los trabajadores solo tienen en sus iguales del mundo la fuerza que puede solucionar los sociales y políticos de nuestro tiempo. El lema "los proletarios no tienen patria", no es baladí. Otra cosa es que en el combate contra la burguesía y el capitalismo, los partidos obreros con fuerza e implantados entre los trabajadores históricamente hayan defendido a los pueblos oprimidos de los poderosos.

Habría que recordar el papel del nacionalismo en nuestro país. En España, contra lo ocurrido en otros países de Europa, con una burguesía débil, ésta fue incapaz de solucionar históricamente la unidad de la península en una estructura política unitaria que respondiera a la fuerza capitalista en desarrollo. El franquismo arrasó el movimiento obrero en la guerra civil y mantuvo una dictadura terrible durante muchos años, pero también intentó arrasar con las lenguas, las culturas y las distintas tradiciones de los pueblos de España que el capitalismo no había podido unificar. Las provincias vascas sufrieron con diferencia la represión del franquismo. No sólo fue dirigida contra la clase obrera sino que adquirió una extensión que llegó a la inmensa mayoría del pueblo. Fue la única región de España donde Franco fusiló curas. El factor nacionalista fue, por tanto, uno de los caracteres que radicalizó la lucha antifranquista en el País Vasco. ETA no fue más que una organización, que salida de las juventudes del PNV, utilizó la violencia ante la inoperancia de sus mayores. Desde los años sesenta su lógica armada le lleva a un autismo progresivo que sólo sirve para "garantizar" que los nacionalistas mantengan la vía hacia la independencia aún a costa de mantener una violencia ciega fuera del país Vasco, que, además, pone en bandeja a los distintos gobiernos centrales el agrupamiento de la población tras de sí. El aislamiento a que están llegando sectores abertzales se pone de manifiesto cuando justifican las masivas movilizaciones contra ETA por estar organizadas por el CESID.

Tampoco está de más recordar que las organizaciones de la izquierda revolucionaria en el País Vasco nacieron la mayoría de escisiones de ETA, o crecieron gracias a ésta organización. ETA-V, dio lugar a lo que sería el Movimiento Comunista, ahora Izquierda Alternativa en IU, ETA-VI nucleó y amplió la Liga Comunista Revolucionaria. Estas organizaciones junto a otras como la Organización Revolucionaria de los Trabajadores, tuvieron una apreciable implantación entre los trabajadores de esa región. El auge del movimiento obrero, en una región industrial como la vasca, radicalizó y trajo hacia la izquierda a sectores de la juventud estudiantil yobrera que dieron vida a una izquierda revolucionaria importante en su militancia y en su implantación. Pero el nacionalismo que impregnaba toda la lucha antifranquista, y en la transición, impidió que pudiera existir una fuerza política obrera que por lo menos expresara una política independiente de los trabajadores y superara el enfrentamiento nacionalismo/españolismo. Este error de la izquierda revolucionaria se mantuvo al plegarse siempre a los dictados de las fuerzas nacionalistas radicales, léase ETA o Herri Batasuna, cuando las movilizaciones obreras disminuyeron y la represión bajó sus niveles generalizados, sólo quedó el nacionalismo y en posiciones vagas de "mejora de las condiciones de vida de los trabajadores vascos", como expresaba el programa KAS, que daba el norte político a ETA.

Por esto hoy es necesario construir la base militante que pueda mantener los intereses de los trabajadores por encima de los agrupamientos interclasistas, que son en definitiva los nacionalismos, y que ligada a la clase obrera, pueda ofrecer una salida a la barbarie capitalista que el nacionalismo es en unas de sus variantes políticas.

17 de mayo de 2001