Enseñanzas de la lucha de clases y política obrera en la Transición. Contraste con la realidad actual.

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Febrero de 2015

En todo el proceso del final del franquismo y la estabilización de la monarquía parlamentaria, la lucha de la clase trabajadora fue decisiva para acelerar la crisis y el cambio de régimen. La combatividad obrera, las duras luchas de los trabajadores y las clases populares de los barrios fue imprescindible para mantener condiciones dignas de vida, conseguir derechos sociales, económicos y políticos. Derechos laborales y sociales que ahora se recortan o han desaparecido. Sin las luchas de la clase obrera y la valentía de millones de trabajadores, que se batieron en durísimas condiciones, no hubiera sido posible lo poco que hoy tenemos. Su historial de luchas nos enseña las posibilidades de la clase obrera para frenar los ataques de la patronal y la derecha.

Y si hay paralelismos entre los años 70 y la actualidad, como en cualquier régimen político en crisis de nuestra época, hay un factor fundamental que hoy no aparece socialmente, y este factor es la preponderancia del movimiento obrero en lucha y movilizándose con sus propias reivindicaciones. Se puede decir que, en lo fundamental, la diferencia entre la Transición y la actualidad es el papel de la clase trabajadora, hoy disimulada detrás de las movilizaciones del 15M o del 22M e incluso detrás de la rabia que se expresa a través de PODEMOS.

Precisamente, es en estos años de la Transición, cuando el miedo cambia a menudo de bando. La patronal, los políticos franquistas y la burguesía hacen concesiones, muchas de las cuales ya hemos perdido los trabajadores. Que un ministro franquista - Solís Ruiz-, baje a un pozo y negocie con los mineros huelguistas en la "huelgona" de 1962, que durante algunos años se mantenga a CCOO en una semilibertad, o que se consigan subidas de salarios impensables ahora y la prohibición del despido libre en 1976, es fruto de la lucha obrera y la movilización popular que generalizan las huelgas, haciendo patente la fuerza de los trabajadores cuando se ponen en movimiento.

Es indispensable conocer y estudiar estas luchas pues son lecciones para el presente y la prueba de la fortaleza y las posibilidades de un movimiento obrero fuerte y solidario. Es la clase obrera que cuando sale a la arena social con sus reivindicaciones y sus perspectivas políticas es decisiva e indispensable para el cambio político, económico y social.

La confianza de los socialistas y PCE en las burguesías imperialistas vencedoras

Echemos un vistazo somero a la reconstrucción del movimiento obrero después de la Guerra Civil. Ésta supuso la destrucción de todas las organizaciones obreras. Son disueltas, prohibidas y sus militantes perseguidos, encarcelados, y asesinados como alimañas. Las concepciones reformistas de la socialdemocracia y del estalinismo impulsan entre la resistencia la idea de que el fin de Hitler y el fascismo traerá consigo el fin de la dictadura franquista. Para ello hay que hacer uniones con los sectores "demócratas" de la burguesía y esperar los acontecimientos. Las esperanzas de los trabajadores con el fin de la guerra mundial fueron alimentadas por estas corrientes reformistas y mantuvieron en un callejón sin salida al proletariado español. Trotsky explicaba en una entrevista al finalizar la guerra civil que "para los obreros y campesinos españoles, la derrota no es sólo un episodio militar; constituye una terrible tragedia histórica. Significa la destrucción de sus organizaciones, de su ideal histórico, de sus sindicatos, de su felicidad, de las esperanzas que ha alimentado durante décadas e incluso durante siglos. ¿Puede imaginarse un ser dotado de inteligencia que esta clase pueda en el espacio de uno, dos o tres años, construir nuevas organizaciones, un nuevo espíritu militante y derrocar así a Franco? No lo creo". La confianza en las burguesías "democráticas" de Gran Bretaña o EEUU fue otro engaño más que pagarían con sangre miles de trabajadores.

La primera etapa de lucha después de la derrota de 1939, se organiza con el fin de la II Guerra Mundial. Las esperanzas puestas en el triunfo de los aliados supuso el comienzo de movilizaciones y huelgas que abarcan desde la huelga general de Vizcaya en 45/47 hasta 1951 con la huelga de tranvías en Barcelona. Todavía estas luchas estaban organizadas por las antiguas fuerzas del movimiento obrero. Pronto las esperanzas fueron defraudadas puesto que los aliados apoyaron el mantenimiento de la dictadura. La conferencia de Potsdam organizada por los vencedores de la II Guerra Mundial, repartía el área de influencia de cada potencia. La península Ibérica quedaba a merced del imperialismo norteamericano, británico y francés, que sostuvieron a Franco. Stalin pactó con las otras potencias imperialistas cierto aislamiento de Franco y España no entró en las nuevas organizaciones internacionales supranacionales, como la ONU. Potsdam de hecho supuso en realidad la no intervención contra Franco y el mantenimiento de la dictadura.

El llamado Plan de Estabilización de 1959 termina con la etapa económica llamada Autarquía, a costa de provocar bajadas de salarios, subida de precios, paro y el comienzo de una ola migratoria del campo a la ciudad que promoverá el cambio de una sociedad rural a otra industrial y de servicios. Las nuevas inversiones extranjeras, el pacto hispano-estadounidense, los créditos internacionales etc., permiten una ola de beneficios empresariales y el empobrecimiento de las nuevas generaciones obreras. Esta ola de migración interior provocará la recomposición de la clase trabajadora, rejuveneciéndola.

Nacen las CCOO, nueva táctica: entrismo en el sindicato vertical

La nueva situación económica abrirá la espita de nuevas luchas, de nuevas organizaciones que harán una y otra vez saltar por los aires los límites del sindicato vertical, minado interiormente por los militantes del PCE y la izquierda revolucionaria. El nacimiento de CCOO como movimiento asambleario de trabajadores, primero en una semiclandestinidad, después en la clandestinidad total, permitirá que la lucha obrera se organice y aparezca una oposición obrera y real al franquismo.

A partir de los años 60 la conflictividad obrera va en alza. Una nueva generación de trabajadores jóvenes procedentes del ámbito rural integra el nuevo ejército laboral que llena los polígonos industriales, las fábricas y las empresas en todos los sectores productivos. Una importante clase obrera industrial se había renovado en España. Nunca antes había habido tantos asalariados en la industria. A las zonas clásicas industriales de Cataluña y País Vasco, se le añaden otras nuevas fundamentalmente en Madrid, después Valencia, Gijón, Sevilla, Cádiz etc. Todas las grandes ciudades conforman un cinturón industrial más o menos importante alrededor de los polígonos. A su vez, nace una importante clase obrera del sector servicios, en su mayoría en hostelería y restauración, al calor del turismo y en las zonas costeras.

Hay que resaltar que durante la dictadura franquista cualquier movimiento de protesta era duramente reprimido incluso por armas de fuego, el derecho de huelga prohibido y penado con cárcel. En este contexto político y social hacer huelga era jugarse el pellejo, el trabajo y el pan de la familia. Se necesitaba una valentía y fortaleza que solo da la lucha colectiva y la solidaridad obrera. Se necesitaba también una organización y una militancia perdurable en el tiempo que planificara y preparara las movilizaciones hasta en el más mínimo detalle. Y todo ello a través de la idea central, en los militantes comunistas de base, de luchar por el socialismo y la necesidad para ello de las libertades públicas.

La primera gran huelga generalizada y bajo las nuevas características del movimiento obrero, con repercusión nacional e internacional, fue la llamada "huelga del silencio" de los mineros asturianos de 1962. Miles de mineros con durísimas condiciones de vida iniciaron la movilización, generalizando la huelga a toda la cuenca minera. La chispa del conflicto fue el despido de 7 mineros del pozo "Nicolasa" en Mieres por reivindicar mejoras. El apoyo de la población y de las mujeres fue fundamental. Supuso el reconocimiento por parte del ministro de Trabajo, José Solís Ruíz, de la huelga y la aceptación de sus reivindicaciones. La generalización de la solidaridad, la unificación en lo posible de las luchas, hacía posible que se extendieran hasta obligar a negociar las reivindicaciones. La dictadura al no tener mecanismos de negociación mínimamente democráticos, y la represión, "facilitaba" la estrategia de la generalización de las luchas. Mostraba que la clase trabajadora en lucha y unida podía conseguir sus reivindicaciones.

Otro ejemplo de lucha durante el franquismo es la huelga que protagonizaron 800 trabajadores de la empresa "Laminación de Bandas en Frío" desde el 30 de noviembre de 1966 hasta mayo de 1967. La huelga de bandas, así conocida, fue la huelga más larga del franquismo. Con el apoyo de miles de trabajadores y organizada por la Comisión Obrera Provincial de Vizcaya, se hizo huelga a pesar de la represión. La causa fue la disminución salarial y el aumento de los ritmos de trabajo que la empresa impuso. Esta huelga -que se perdió- supuso un hito, un ejemplo para todo el movimiento obrero de Euskadi y todo el país. La valentía demostrada por los trabajadores impuso la conciencia de que sí se podía luchar contra el franquismo. Franco terminó por imponer el Estado de Excepción en 1967. Supuso el destierro, detenciones para muchos trabajadores que habían participado. La huelga fue desconvocada el 20 de mayo de 1967. Los trabajadores tuvieron que solicitar la entrada a la empresa que los había despedido. No consiguieron sus reivindicaciones pero mantuvieron el trabajo. La dictadura tuvo que utilizar el Estado de Excepción para frenar la huelga, apoyada por la población vasca. Ya de por sí esta huelga, por el mero hecho de hacerla, fue una victoria.

Como hemos explicado anteriormente, la combatividad obrera a partir de los años 60 va en aumento creando las bases y la experiencia de un movimiento que tendrá su cima en los años 76 y 77 para ir decayendo a través de los pactos y la institucionalización e integración del sindicalismo. En estos años se construye una práctica de lucha que se basa en las asambleas de empresa, de comisiones elegidas para negociar, la utilización de los cauces legales del sindicato vertical a través de los enlaces y jurados de empresa y los locales de éste, y la coordinación clandestina de la organización por excelencia de esa época, las Comisiones Obreras.

La generalización de las luchas hacia la huelga general, herramienta de lucha obrera

La huelga general será el método generalizado para conseguir las reivindicaciones. Cataluña y País Vasco junto con la capital, por ser zonas industrializadas donde se concentra la clase obrera del país, serán los núcleos neurálgicos de las luchas. La estrategia será la generalización de las luchas de una empresa al resto del polígono, con el apoyo de los barrios. Esta generalización vendrá dada a través de la solidaridad de clase, o a través de reivindicaciones comunes de los convenios colectivos. La ley de 1958 permitía la elección de trabajadores para la negociación entre los enlaces y vocales de jurados de empresa y la patronal. Si no se llegaba a un acuerdo había un arbitraje obligatorio. Esta ley permitió la negociación local, provincial y nacional, coordinar las luchas, realizar plataformas reivindicativas. En definitiva, la utilización de este resquicio legal impulsó las movilizaciones.

En los años sesenta se desarrollan algunas huelgas importantes y se intentan generalizar. Los trabajadores y los militantes del PCE y del resto de organizaciones de izquierda buscan la unidad y solidaridad de clase para negociar sus reivindicaciones. El régimen sólo podrá hacer frente a la movilización obrera con la represión.

En Vitoria tiene lugar una huelga general masiva convocada por una coordinadora de delegados de fábrica. En su movilización tienen asambleas en la calle o en iglesias dónde el cura lo permitía por simpatizar con el movimiento. El 3 de marzo de 1976 tiene lugar una asamblea en la iglesia de San Francisco de Asís. La policía rodeó la iglesia, tiró bombas de humo a través de las ventanas haciendo salir a los obreros ametrallándolos. Resultado: 5 trabajadores muertos, asesinados por la policía.

En el Baix Llobregat, en Cataluña, se produjo en julio de 1974 la primera huelga general en solidaridad con los trabajadores de Solvay y Elsa; en diciembre se produjo la segunda, por la libertad de 24 militantes obreros detenidos. Durante 1975 y 1976 se volvió a la huelga general paralizando todo el Baix Llobregat. En Madrid, en enero de 1977 el Metro y cientos de miles de trabajadores de la industria van a la huelga. La clase trabajadora muestra la fuerza de la movilización y la incapacidad del aparato de Estado de controlar la situación que cada vez se hacía más y más insostenible.

En la III Reunión General de Comisiones Obreras se afirmaba: "Nuestro camino es la huelga general. La concebimos como la generalización de una serie de conflictos parciales, que pueden empezar por una empresa, rama o localidad e ir extendiéndose como una mancha de aceite por todo el país"(1)

Los logros concretos de estas luchas fueron espectaculares. Los salarios reales subieron, la tasa media de crecimiento de los salarios nominales entre 1964-1967 fue del 17,07%, entre 1974-1975, los años de una mayor combatividad, subieron los salarios el 7,5%(2). Se prohibió el despido libre por el artículo 35 de la Ley de Relaciones Laborales. Si el despido era declarado improcedente el trabajador podía escoger reintegrarse al puesto de trabajo o tener su indemnización correspondiente. Pero desde los pactos de la Moncloa se fue perdiendo poder adquisitivo. Los fracasos de las huelgas generales - la llamada Huelga Nacional, reconciliación nacional etc.,- convocadas por el PCE en 1958 y 1959 mostraron como las huelgas no pueden ser decretadas por ninguna dirección política y sindical. Sin embargo la dinámica de generalización de las luchas tuvo éxitos siempre que se partió de las reivindicaciones inmediatas. Por ello al final del franquismo las luchas se extendieron en las zonas industrializadas y la conciencia de clase aumentó. Posiblemente para una conciencia de clase revolucionaria faltaran todavía condiciones, pero este argumento no invalidan la estrategia y la táctica de la generalización de las luchas de CCOO. Al contrario, lo que muestra es que su mantenimiento logró objetivos y que precisamente el abandono de estas luchas y el cambio de la asambleas de trabajadores por la mesa de negociación y los pactos sindicales con los gobiernos de turno y la patronal fue lo que llevó a la desaparición de los derechos laborales y salariales conseguidos en la Transición. La burguesía, la gran patronal, tenía que buscar otras fórmulas para mantener sus negocios y beneficios en un contexto de grave crisis económica. La fórmula fue el consenso, el pacto con las fuerzas de izquierda que representaban el PSOE y PCE, que determinó la Constitución de 1978, el Estatuto de los Trabajadores y los pactos de la Moncloa en 1977.

Consecuencias de la Transición para la clase trabajadora: la integración en el Estado de sus organizaciones y pérdida de derechos laborales

La crisis económica capitalista en los años de la Transición golpeaba a la clase obrera que respondió con la movilización. Hasta los Pactos de la Moncloa en 1977 la conflictividad no deja de aumentar. La lucha de clases obliga a la patronal y a los gobiernos franquistas y neo franquistas de Suárez a ceder en las reivindicaciones de los trabajadores.

Sin embargo el declive de las luchas obreras, los cierres de empresas a partir de 1978, el aumento del desempleo, la precariedad, la temporalidad y la pérdidas en los salarios se irán haciendo patentes a la vez que CCOO y UGT se integran en el Estado a través de los acuerdos y pactos e institucionalizan la negociación colectiva entre las cúpulas de las dirigencias.

La inflación sube al 24,6% en 1977. El desempleo pasa del 5,1% en 1977 al 15-20% en la década de los 80, el 8% en los años de la burbuja inmobiliaria, para otra vez subir al 25% en la crisis actual.(3) La subcontratación y la temporalidad comenzaron con el Estatuto de los Trabajadores, realizado en 1980 con apoyo de UGT, que permitió la temporalidad y retrocesos en todas las relaciones laborales. CCOO se opuso y el 13 de diciembre se organizó en Madrid una manifestación de 300.000 personas. Posteriormente los pactos de la UGT con la patronal lo certificaron. CCOO se integraría en los pactos posteriores abandonando la lucha.

Los Pactos de la Moncloa fueron acuerdos políticos de índole fundamentalmente económica que fueron firmados en octubre de 1977 por los partidos políticos y en especial PCE y PSOE, apoyados por CCOO y UGT. Supuso la primera gran claudicación de los sindicatos y de los partidos obreros ante la patronal y el gobierno de Suárez. Supuso el comienzo de la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores al imponer un tope de subida salarial. Con una inflación del 24,6% se impuso el 20% como subida máxima. Por otra parte se cambió la subida salarial que se hacía sobre la inflación pasada para hacerla sobre la prevista del gobierno, lo cual suponía una pérdida continua de salarios. Posteriormente la negociación entre CCOO y UGT de un lado y la CEOE-Gobierno en los llamados "acuerdos marcos", supuso la pérdida de poder adquisitivo para la mayoría de los trabajadores.

A cambio de estos pactos lesivos para los salarios, que promovieron el aumento de la subcontratación y la temporalidad, los sindicatos CCOO y UGT obtuvieron la posibilidad de negociar en cualquier nivel de la negociación colectiva con el 10% de la representación a nivel nacional y con el 15% en la comunidad autónoma. El Estado se fue comprometiendo a sufragar directamente o indirectamente sus gastos a estos sindicatos. Así podemos concluir que mientras los trabajadores perdieron poder adquisitivo, aumentó la subcontratación, la precariedad y la temporalidad, los sindicatos mayoritarios se asentaron en el marco institucional con beneficios económicos, estatales y empresariales. Los sindicatos llamados "mayoritarios" obtuvieron también participaciones en los consejos de administración de las empresas públicas y también en algunas privadas. Y todos sabemos las consecuencias que han salido a la luz con las tarjetas "negras" de Bankia o en los EREs de Telefónica, por los cuales se sustituyo trabajo fijo por precario de las subcontratas. A cambio de su integración en el Estado con la patronal de la CEOE, los sindicatos mayoritarios garantizaron la paz social. 1977 marca los comienzos de esta integración y la conversión en prácticamente en aparatos del Estado. Esta fue su traición, que seguimos soportando.

La Transición fue un proceso en la cual PSOE y PCE -hasta IU-, y CCOO-UGT, salvaron a la patronal, la burguesía y al aparato de Estado de la crisis económica y política del régimen. A cambio de entrar en las instituciones del Estado, las poltronas parlamentarias y los consejos de administración de las grandes empresas. Para ello frenaron la lucha obrera en continua alza a través de los pactos sociales, justificándose primero en la consolidación de la democracia, después en el peligro del golpe de Estado y finalmente para salvar de la crisis. Porque el socialismo, el comunismo o el cambio social le parecían utopías o fuera de la razón.

La falta de una organización revolucionaria con implantación importante entre los trabajadores impidió que las luchas desembocaran en una mayor conciencia de clase, frenando los ataques de la patronal y su gobierno y defendiendo las conquistas conseguidas después de años de luchas.

(1) Pere Ysàs, Huelga laboral y huelga política, 1939-1975. Ayer, Número 4. La Huelga

(2) General, Francesc Bonamusa, ed.

(3) Soto Carmona, Álvaro. No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de los españoles: 1958-1975

(4) Rodríguez-Rata, Alexis. La moderación sindical en la Transición española: ¿Interés corporativo o de clase?