Los trabajadores conscientes y la vacunación

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 21 de julio de 2021
21 de julio de 2021

El discurso de Macron del lunes 12 de julio provocó una ola de indignación, incluso de ira, entre un número importante de trabajadores y trabajadoras, afectados tanto por el tono como por el contenido de este.

El tono de Macron era el del burgués, el portavoz de su clase, transmitiendo desprecio por el mundo del trabajo. El contenido insistió en la reanudación de la política antiobrera de antes de Covid, —aplicación autoritaria de la reforma relativa a la cobertura del paro a partir de octubre, ofensiva contra las pensiones— combinada, con el pretexto de la lucha contra el coronavirus, con medidas restrictivas como la obligación de vacunación del personal sanitario y el pasaporte sanitario.

Nos hemos expresado muchas veces en los editoriales de nuestros boletines de empresa, tanto sobre la forma como sobre el contenido.

Los debates sobre estas cuestiones han perturbado a los trabajadores más conscientes e incluso a veces a militantes comunistas revolucionarios.

¿Cómo intervenir? ¿Cómo podemos afirmar que la vacunación puede ser útil sin aceptar que se imponga como una obligación, con consecuencias dramáticas para quienes no obedezcan las órdenes del gobierno? ¿Cómo no solidarizarse con el discurso oficial, que hoy culpa de la propagación del virus a quienes, como los trabajadores sanitarios, están en primera línea de la lucha para derrotarlo? ¿Cómo no afirmar, aunque sea hipócritamente, que Macron tiene razón en su política sanitaria?

Ninguna de estas cuestiones debe descartarse. Todas ellas exigen respuestas que correspondan a los intereses del conjunto de la clase trabajadora. Para ello es necesario esforzarse por comprender y hacer comprender, con la preocupación de razonar, para responder desde las inquietudes, los sentimientos, las preocupaciones de la propia clase trabajadora y, más particularmente, de sus capas más explotadas y oprimidas.

Una brújula, la conciencia de clase

La brújula principal de todas y todos los trabajadores debe ser la conciencia de clase. Mediante el convencimiento fundamental de que la sociedad está dividida entre una minoría burguesa privilegiada y una mayoría de explotados, con intereses diametralmente opuestos, que están en permanente lucha, de forma más o menos intensa. Comprometiéndose con el campo obrero como única fuerza social capaz de liberar a la sociedad de los grilletes del capitalismo. Esta lucha no sólo no se detuvo durante la pandemia, si no que, por el contrario, se intensificó, aunque por el momento esté dirigida casi exclusivamente por la clase capitalista contra las clases explotadas. La prueba más evidente es que la gran burguesía se ha enriquecido a pesar de la pandemia y, para mucho, gracias a ella; mientras, la pandemia, junto con la crisis económica, ha afectado gravemente a las condiciones de vida de toda la clase obrera.

Esta es la realidad que expresan, de forma confusa, las reacciones contra la vacunación obligatoria. En muchos aspectos, esta protesta se parece a la de los Chalecos Amarillos. Expresa un profundo descontento, pero, por su confusión entre intereses diferentes, incluso contradictorios, no permite que surja ninguna perspectiva.

Desde el principio, el gobierno ha intentado utilizar el sentimiento generalizado de que, ante la pandemia, la gente debe permanecer unida, independientemente de su clase o posición social. Este sentimiento no se debe únicamente a la propaganda de los gobiernos, los políticos y los periodistas que trabajan para ellos. Sin embargo, lo utilizan, lo refuerzan, lo amplifican y lo contraponen a los intereses de los explotados.

Todo esto afecta a la forma en que las masas expresan su inconformidad. Todo ello confiere a los sentimientos, y especialmente a su expresión pública, un carácter confuso y contradictorio.

Pues bien, el papel de los trabajadores conscientes debe ser el de esclarecer esta confusa situación de la única manera que es útil para la clase obrera, ¡a la luz de su conciencia de clase!

Esto comienza con la convicción de que toda supuesta unidad nacional debe ser combatida. Es una mentira afirmar que los intereses de todas las clases sociales convergen ante el coronavirus. El eje principal de la intervención de los trabajadores conscientes debe ser denunciar esta mentira. Una mentira que también sirve de distracción para ocultar la responsabilidad de la gran burguesía.

Contra la división entre los trabajadores

Por otro lado, los trabajadores conscientes también deben combatir la política de dividir a las propias clases explotadas, según oposiciones parciales y sesgadas, como, al principio de la pandemia, entre partidarios y opositores del confinamiento y, hoy, entre partidarios y opositores de la vacunación.

No se trata sólo de una postura moral. Tampoco se trata de denunciar únicamente el desvío que consiste en reprochar a los trabajadores de la sanidad actual su irresponsabilidad, para ocultar las responsabilidades de la clase dominante. Es necesario proponer reivindicaciones que puedan unir su campo en una misma lucha contra la burguesía y sus lacayos políticos.

Nuestras intervenciones deben recordar que, si el gobierno insiste en oponer partidarios y detractores de la vacunación, es para desviar la atención de los problemas infinitamente más graves para el futuro que representan las consecuencias de la crisis, el desempleo y el hundimiento del poder adquisitivo de la clase trabajadora.

En el campo de la salud, como en todos los demás campos, es necesario plantear reivindicaciones que unan a la clase trabajadora contra la burguesía.

La lucha contra el coronavirus no se limita, como repiten los loros gubernamentales y mediáticos, a la cuestión de la vacunación. Se trata tanto y más de la insuficiencia de medios que la burguesía dedica a la sanidad, de la gestión de los hospitales según criterios capitalistas, de la importancia de sus medios, del   número y la cualificación del  personal, de la insuficiencia salarial de los trabajadores sanitarios, etc.

La vacunación es un avance científico a pesar de las incertidumbres de la investigación y los posibles efectos secundarios. Pero afirmarlo claramente y decir que estamos vacunados no es militar en este tema.

Vacunación y progreso social

El papel de los trabajadores conscientes no es, desde luego, hacer campaña por la vacunación en sí, independientemente del contexto social, es decir, de la clase que dirige la sociedad y se encarga de las medidas a tomar al respecto. El titular de Le Monde de los días 11 y 12 de julio era "Vacunación: los riesgos de la división Norte-Sur". Es un eufemismo, como acostumbra a hacer Le Monde, porque no es un riesgo, ¡es una realidad!

En lugar de que la vacuna se convierta, como afirman hipócritamente los políticos, en "un bien común de la humanidad", se está convirtiendo, aquí en Francia, en un arma contra los pobres. Y, a escala mundial, se convierte en un arma de los países ricos contra los países pobres. En lugar de contribuir al progreso de la humanidad en su conjunto, está ampliando aún más la desigualdad entre los pobres y los ricos. La prensa informa de que en Haití todavía no se ha vacunado a nadie, excepto a aquellos lo suficientemente ricos como para ir a Estados Unidos o Francia para vacunarse. ¿En qué sentido esta vacunación es un paso adelante?

Los trabajadores no tienen que confiar en el gobierno, ni en las empresas farmacéuticas ni en los grupos capitalistas, guiados exclusivamente por la búsqueda de beneficios para sus accionistas. No tienen que confiar en un sistema económico que además de producir mercancías produce también desigualdad. El progreso que podría representar la vacunación se ve permanentemente contrarrestado, frenado, entorpecido por las exigencias de los accionistas, es decir, por la propiedad privada de los medios de producción.

Esto no es tan diferente del problema del control de la energía nuclear. La energía nuclear representa un progreso innegable en el ámbito científico. Pero en manos de la burguesía dominante, puede servir para construir la bomba de Hiroshima y otras en el futuro. Como en tantas otras cuestiones, la dominación de la burguesía y sus estados puede convertir el progreso científico en un retroceso para la sociedad.

¿Qué libertad?

Avanzar y propagar una política entre los trabajadores es también luchar contra los que se oponen a la política de Macron en nombre de otras políticas, pero siempre al servicio de la conservación del orden capitalista. Como los teóricos de la conspiración de todo tipo, por supuesto. Pero también los que se sitúan a la extrema derecha, o a los que desde la izquierda reformista, critican la vacunación obligatoria y, más en general, el autoritarismo de Macron en nombre de la "libertad individual".

Esta es una estupidez ampliamente compartida entre la pequeña burguesía que se cree "libre", mientras está oprimida por los mismos grandes trust capitalistas, por el mismo estado burgués, que la clase obrera explotada.

¿Qué significa la libertad que se limita al derecho a elegir si se vacuna o no para una o un asalariado que está obligado a vender su fuerza física o su inteligencia a su explotador para poder vivir? ¿Qué significa "libertad individual" para un o una trabajadora trabajando en una cadena de fabricación, para un asalariado o asalariada cuya vida entera y la de su familia depende de su patrón capitalista?

La clase obrera sólo puede conquistar la libertad tomando conciencia de la necesidad de organizarse para transformar su número y su lugar insustituible en la economía en una fuerza colectiva, lo suficientemente poderosa como para derrocar el poder de la gran burguesía sobre el mundo.

Es porque la clase dominante gobierna la sociedad, que la clase dirigente se ve obligada a afrontar los problemas de dicha sociedad. Pero lo hace en función de sus propios intereses de clase, que generalmente consiste en la preservación del orden social establecido. En esta sociedad capitalista, el propio progreso está contaminado por su opuesto reaccionario.

Si las formulaciones pueden ser múltiples en función de los interlocutores, las dos ideas fundamentales de nuestras intervenciones son simples. Señalar la pretensión de la clase dominante a representar los intereses de la sociedad, subrayando cómo sus acciones, sus políticas y su comportamiento son todo lo contrario, aunque estas se oculten con hipocresía y mentiras. Asimismo, plantear todas las reivindicaciones que fortalezcan la unidad de todos los trabajadores frente a la dominación de la burguesía en el mundo.

No corresponde a los comunistas revolucionarios invocar la historia para demostrar que la burguesía ha impuesto en el pasado cambios que han representado progresos. ¡Oh, la gran verdad! De manera más general, sin revoluciones burguesas, más o menos exitosas, sin el desarrollo de la economía sobre una base capitalista, el socialismo o el comunismo serían imposibles.

No corresponde a los comunistas revolucionarios dilucidar hoy qué hace la burguesía o sus gobiernos que sea útil para la sociedad. Lo que ha hecho positivamente, lo hizo en un pasado lejano, cuando luchaba contra formas anacrónicas de organización social. Desde hace mucho tiempo, se ha convertido en la principal fuerza reaccionaria, principalmente su cúspide dirigente en los países imperialistas.

Georges Kaldy