Los nuevos aranceles impuestos por Trump sobre los productos importados en Estados Unidos entrarán en vigor el 7 de agosto. Se ha instado a todos los países a negociar. En el caso de la Unión Europea, las negociaciones han dado lugar a un arancel del 15 % sobre la mayoría de los productos.
En Francia, el acuerdo firmado entre Trump y Von der Leyen ha sido criticado por todos los políticos que aspiran a dirigir los asuntos de la burguesía, tanto los que están en el poder como los que están en la oposición. Todos han denunciado «la sumisión de Europa». Quieren hacernos llorar por la suerte de los empresarios franceses para que cerremos filas detrás de ellos.
Pero, ¿desde cuándo el capitalismo es otra cosa que la ley del más fuerte? En este sistema, quien tiene más capital impone sus reglas. Los trabajadores están en buena posición para saberlo, ya que sufren constantemente esta ley de la selva para encontrar un empleo o una vivienda.
Trump, representante del imperialismo más poderoso, ha sacado el gran bastón del proteccionismo para reforzar a los capitalistas estadounidenses en un sistema en crisis en el que los mercados están saturados.
Estas nuevas reglas generarán ganadores y perdedores. Los ganadores serán los capitalistas más poderosos, sean estadounidenses o no. Algunos grandes empresarios franceses, como los de LVMH o CMA CGM, están negociando directamente con la administración estadounidense. Los perdedores serán sin duda las clases populares, empezando por las de Estados Unidos, que sufrirán la inflación.
Si nos dejamos llevar, todos pagaremos la guerra comercial que libran los burgueses de todo el mundo. Si los capitalistas franceses no pueden competir con sus rivales estadounidenses, sabrán mostrar su fuerza contra los trabajadores.
Los empresarios ya anuncian que se verán obligados a suprimir puestos de trabajo. Con el pretexto de mejorar la competitividad, se intensificarán las presiones para acelerar el ritmo de trabajo, suprimir puestos y eliminar las primas.
Todas estas exigencias patronales serán atendidas por el Gobierno actual o por los siguientes.
Bayrou repite que hay que producir más y trabajar más. Para lograrlo, quiere suprimir los días festivos, revisar el código laboral y permitir a los empresarios recomprar vacaciones pagadas.
Para poner cada vez más dinero público a disposición de grupos multimillonarios y financiar el rearme militar, se dispone a recortar 44 000 millones de euros en el próximo presupuesto.
Para sostener los beneficios de Sanofi, Thales o Dassault, el Gobierno ataca a los jubilados, a los trabajadores enfermos o desempleados, a los beneficiarios de las prestaciones sociales mínimas. Para ayudar a los capitalistas, el Estado construirá menos escuelas, hospitales o viviendas sociales.
Desde mediados de julio, cada ministro nos está dando a tragar la amarga poción que quiere que nos tomemos. Este fin de semana, Vautrin, ministra de Trabajo y Sanidad, detalló cómo pretende controlar a los asegurados sociales, supervisar sus cuentas bancarias, sus desplazamientos médicos, comprobar si poseen un piso o una casa. Pretende perseguir a los supuestos defraudadores: para los ministros, los defraudadores son siempre los trabajadores, ¡nunca los grandes empresarios que se llenan los bolsillos con dinero público!
Hay motivos para estar enfadados por todos estos anuncios y por el desprecio mostrado por Macron, Bayrou y compañía. Pero este enfado debe impulsarnos a organizarnos para actuar colectivamente.
Sin esperar instrucciones sindicales, en las redes sociales circulan convocatorias a diversas formas de movilización para el 10 de septiembre. Es evidente que, si no nos oponemos a los ataques en curso, nuestras condiciones de vida y de trabajo retrocederán décadas. Pero la cuestión fundamental es saber qué reivindicaciones y objetivos deben ponerse en primer plano, quién debe dirigir estas luchas y contra qué adversarios.
Para defender su derecho a la existencia, es decir, sus salarios, sus empleos, su acceso a la sanidad o a la educación, los trabajadores, porque producen todo, porque hacen que todo funcione, deben ponerse al frente de las luchas que se avecinan.
Pero no deben contentarse con sustituir a Macron y a los políticos que nos golpean por otros que aspiran a ocupar su lugar. Los que dirigen el mundo están todos al servicio de los capitalistas que poseen todas las empresas y los bancos y luchan como fieras para acumular cada vez más dinero.
Para mantener sus beneficios, arrastran a todo el planeta hacia las catástrofes y la guerra. Para detener esta máquina infernal, los trabajadores deberán arrebatarles el control de la sociedad.
Editorial de los boletines de empresas del 4 de agosto de 2025