El partido PSG-Inter de Milán de la Liga de Campeones no se libró, por supuesto, de la politización. Primero fueron las manifestaciones de solidaridad con los palestinos. Decenas o centenares de aficionados en Múnich, donde se jugaba el partido, y en París, aprovecharon la ocasión para manifestar su repulsa contra la masacre que se estaba produciendo en Gaza. Y con razón.
Y, sobre todo, después del partido. En un ambiente electrizado por la victoria y el júbilo colectivo, se produjeron incidentes en los Campos Elíseos y en los alrededores del Parque de los Príncipes. La violencia de unas decenas de jóvenes idiotas fue inmediatamente exagerada por el Ministro del Interior Retailleau, que denunció a «los bárbaros que han invadido las calles de París».
A esto siguió un aluvión de comentarios de odio de la derecha y la extrema derecha, equiparando a los jóvenes de los barrios populares con gentuza, como había hecho Sarkozy.
Desde hace meses, Retailleau, Darmanin, Le Pen y Bardella aprovechan cualquier noticia relacionada con un joven de origen inmigrante o musulmán para vomitar su veneno xenófobo y competir entre ellos con propuestas reaccionarias. Hace diez días, intentaron asustar a la gente con un informe sobre los Hermanos Musulmanes.
Ellos, que callan ante los excesos de instituciones católicas como Notre-Dame de Bétharram, se ponen histéricos ante la religión musulmana.
Combinando islam, islamismo y terrorismo, se han puesto como locos contra el velo. Los mismos que criticaron la propuesta de Le Pen y Bardella de prohibir el velo en los espacios públicos lo retoman ahora de una u otra forma. Y está claro que no es el destino de las mujeres lo que les preocupa. Su único objetivo es sembrar la sospecha sobre todos los musulmanes.
Esta es también la especialidad de los medios de comunicación del grupo Bolloré (Cnews, Europe1, JDD...) que difunden una y otra vez su veneno racista.
Los bajos salarios, el desempleo y el cierre de empresas ya ni siquiera son problemas: los únicos problemas a los que nos enfrentamos están relacionados con los inmigrantes, es decir, los trabajadores más explotados.
Y esto no son sólo palabras. No pasa un día sin que se adopte una nueva medida contra los extranjeros. Desde que Retailleau es ministro del Interior, es aún más difícil renovar el permiso de residencia o nacionalizarse. Ante la imposibilidad de concertar una cita con la prefectura, decenas de miles de trabajadores que tenían derecho legal a trabajar se han convertido en indocumentados y desempleados.
En este ambiente tan caldeado, la prensa informa de un recrudecimiento de los actos antisemitas. Pero también hay un aumento de los ataques contra los musulmanes.
Hace un mes, el joven Aboubakar Cissé fue apuñalado en una mezquita del departamento de Gard. Y el sábado 31 de mayo, en el departamento de Var, un racista disparó contra sus vecinos tunecino y turco, matando a uno e hiriendo al otro. El racismo y la xenofobia difundidos por las altas esferas del gobierno no sólo dividen a los trabajadores, sino que matan.
Para medir el peligro que nos amenaza a todos, tenemos que fijarnos en lo que está ocurriendo en Estados Unidos. Hoy, Trump está organizando redadas de migrantes y deportándolos espectacularmente a El Salvador. Está cortando la financiación a prestigiosas universidades que se niegan a entregar a estudiantes que se manifestaron contra la guerra en Gaza. Está despidiendo a decenas de miles de funcionarios, obligando a las clases trabajadoras estadounidenses a dar un paso atrás.
En Francia, en Estados Unidos y en todas partes, la propaganda antiinmigración se utiliza como distracción y para evitar que los trabajadores ataquen a los verdaderos responsables de los retrocesos de la sociedad, es decir, Trump, Macron y sus amigos capitalistas. Sirve para dividir a la clase obrera e impedir que tome conciencia de la fuerza que representa.
Este auge de las ideas reaccionarias, xenófobas y racistas forma parte de la evolución chovinista y guerrera de la sociedad, que debemos combatir con todas nuestras fuerzas.
El futuro no está en atrincherarnos contra los más pobres que nosotros, ni en tenerles miedo. Cuando estamos a merced de un patrón, sea cual sea nuestro origen, nuestro color de piel, nuestras creencias o nuestras ideas, todos formamos parte del campo de los trabajadores. Y cada uno debe tomar su puesto en la lucha contra la explotación y para cambiar la sociedad.
En el campo de los trabajadores ¡nunca habrá un luchador de más!
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 2 junio de 2025