En Gaza, la guerra de exterminio continúa. La muerte acecha por todas partes, todo el tiempo. Está en los rostros de cientos de miles de niños exhaustos, hambrientos y esqueléticos. Netanyahu está llevando a cabo una limpieza étnica, ¡y los líderes europeos todavía fingen preguntarse si Israel respeta o no los derechos humanos!
En Ucrania, Putin y Trump están haciendo un gran alboroto por la paz, pero la guerra sigue y sigue. Kiev sigue siendo bombardeada. Soldados rusos y ucranianos siguen cayendo en combate o languideciendo en míseras prisiones.
Muchas otras regiones del mundo están asoladas por la guerra. En la República Democrática del Congo, Sudán y Malí, donde millones de hombres y mujeres han sido asesinados y millones más desplazados, ¿quién puede siquiera fechar el comienzo de la guerra?
¿Y qué le depara el futuro a la humanidad, cuando aumenta el clamor y nos hundimos cada vez más en la crisis económica y la catástrofe climática?
Sin embargo, para los amos del mundo, lo más importante es que los negocios continúan. Y los negocios van viento en popa. El casino financiero está en pleno apogeo. En todo el mundo surgen fiestas como la que Macron organizó con Choose France en Versalles. La gran burguesía hace sus negocios con miles de millones de dólares.
Arnault, Michelin, Bolloré, Musk, Bezos y Zuckerberg tienen mil y un proyectos para hacer crecer sus fortunas. Y aún tienen más para regodearse en el lujo.
Cuando Trump viajó a Oriente Próximo, lo que le preocupaba no era la difícil situación de los palestinos, sino sus propios negocios. El empresario neoyorquino cumplió su deseo: la organización Trump construirá una residencia de lujo en Qatar, un campo de golf en Dubai, una Trump Tower en Yeda, y las petro-monarquías invertirán miles de millones en su criptodivisa.
Todo es del mismo palo. ArcelorMittal suprime empleos en Francia y se queja de que ya no es rentable producir acero en Europa. Pero invierte mil millones de dólares en los Boston Celtics, un equipo de baloncesto estadounidense.
Estos son los sinvergüenzas que dirigen la economía. Son sus lacayos, a la cabeza de los Estados, los que se arrogan el derecho de decir lo que está bien y lo que está mal, y de decidir sobre la paz y la guerra. ¡No debemos aceptarlo! Su sistema capitalista de explotación y enriquecimiento es un insulto a la dignidad y a la inteligencia humanas.
La humanidad dispone desde hace mucho tiempo de los medios para eliminar la pobreza. A escala planetaria, existen los medios para vivir dignamente, sin que nadie tema la pobreza. El progreso continuo de la tecnología y del conocimiento debería permitir a cada cual realizarse sin tener que explotar o dominar a nadie.
Estados Unidos por sí solo podría resolver muchos de los problemas del mundo. Con los mejores laboratorios del planeta, tiene una capacidad de innovación y de investigación científica sin parangón. En cambio, la clase capitalista más rica del mundo está en una orgía de riqueza. Rinden culto a la acumulación individual y a la ley del más fuerte.
Bajo la presión de Trump, aviva el fuego de la guerra económica. Más fanfarrón que nunca, el mandamás de la Casa Blanca ha anunciado la construcción de un «Golden Dome», un escudo antimisiles inspirado en la «cúpula de hierro» israelí. 600.000 o 700.000 millones de dólares, más de lo que se necesitaría para erradicar la desnutrición y muchas de las enfermedades mortales del mundo, se gastarán, por tanto, en poner en órbita lo suficiente para hacer estallar el planeta varias veces.
Mientras dejemos las riendas en manos de la clase capitalista, continuará la evolución reaccionaria, guerrera y bárbara de la sociedad. El capitalismo con rostro humano nunca ha existido ni existirá, pero el capitalismo senil es cada vez más bárbaro.
Para que la sociedad vuelva a progresar, debemos aspirar a derrocar a la burguesía y el orden imperialista. Por eso es necesario que los trabajadores recuperen las ideas comunistas revolucionarias.
En 1789, los campesinos y el pueblo llano de las ciudades encontraron el valor, la fuerza y la organización para pedir cuentas y luego destronar a la clase de parásitos que vivía en Versalles.
Construyeron una nueva sociedad aboliendo los privilegios de nacimiento. Ahora son los privilegios del dinero los que hay que abolir. Y sólo una revolución dirigida, esta vez, por el mundo del trabajo podrá imponerla.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 26 mayo de 2025