¿Hasta dónde llegará el gobierno israelí en la masacre de masa? En Gaza, el diluvio de fuego ha causado más de 10.000 muertes. Decenas de miles de heridos están sin cuidados y toda la población está amenazada con la falta de refugios, de agua, comida y medicamentos.
Mientras el ejército israelí convierte Gaza en cementerio al aire libre, los colonos de Cisjordania tratan de expulsar a los beduinos, aterrorizan y matan a campesinos palestinos, bajo la mirada cómplice de los soldados israelíes.
En Israel, a los dos millones de ciudadanos árabes se les obliga a agachar la cabeza y a callar. Como símbolo de ese castigo colectivo, está también la suerte de los obreros gazatíes que el 7 de octubre estaban trabajando en Israel. 4.000 fueron encarcelados durante 25 días, interrogados como criminales, algunos torturados.
La venganza contra los palestinos, pueblo oprimido, colonizado y reprimido desde hace décadas, provoca cada vez más oposición e indignación en el mundo entero. Se expresa pues la rabia contra la política de Netanyahu, e igualmente contra las grandes potencias imperialistas que siguen respaldando a Israel sin condiciones.
¡Bien pueden los dirigentes pedir una “pausa” o una “tregua humanitaria”! En el concurso de hipocresía, el premio es para Macron, quien pretende organizar una conferencia humanitaria porque, según dice, “la lucha contra el terrorismo no justifica el sacrificio de civiles”. Es un teatro, y de muy mal gusto, puesto que Macron no pinta nada en todo el asunto; y sobre todo porque la única manera de acabar con la matanza sería exigir un alto al fuego.
A este respecto, quien manda son los Estados Unidos. Contribuyen a la financiación del Estado israelí en unos 4.000 millones de dólares anuales y quieren otorgarle otros 14.000 millones más. Le venden buena parte de su armamento. Han enviado dos portaaviones estadounidenses allí, le ponen a disposición recursos satélites y consejeros militares especiales.
Por supuesto, si lo quisieran, los Estados Unidos podrían detener a Netanyahu y al ejército israelí. Pero, aunque temen que la represión indiscriminada acabe incendiando toda la región, se mantienen en su línea de apoyar a Israel en todos sus crímenes, porque no quieren abandonar a su aliado más leal en la zona.
Para las grandes potencias, Oriente Medio, que produce el 40% del petróleo consumido al nivel global, es una región crucial. El canal de Suez es un eje clave del comercio global. Mientras los Estados Unidos libran su guerra económica contra China y se enfrentan a Rusia a través de Ucrania junto con sus aliados occidentales, no tienen previsto revisar su estrategia en Oriente Medio.
Por eso los palestinos se ven sacrificados en el altar del imperialismo. Llevan 75 años así. Su condición es un símbolo de la dominación imperialista en el mundo. Un símbolo de la arrogancia de las potencias que disponen del planeta como de su propiedad privada y de los pueblos como peones de sus maniobras, o pasan de ellos.
Los muertos en Gaza hacen eco a los de Yemen, del Congo, de Afganistán, Sudán o Malí. Los refugiados palestinos nos remiten a los millones de seres humanos expulsados de su hogar por las guerras y la miseria, y se convierten del mismo modo en refugiados de por vida.
La emoción y solidaridad con los palestinos, que se expresa en tantos países, incluso aquí mismo, deben desembocar en la consciencia de que todos los explotados del mundo estamos ligados en una suerte y una lucha común: acabar con el orden imperialista.
No podemos no sentir solidaridad con la lucha de los palestinos por imponer su derecho a una existencia nacional al lado de los israelíes. Sin embargo, hasta los pueblos que la han conquistado luchando siguen dependiendo económicamente de los países ricos. ¿Cuántos de sus héroes nacionalistas se han convertido en dictadores infames? No es ninguna sorpresa, puesto que hacerse un hueco nacional en el orden imperialista supone quedarse en la misma trampa de dominación y dependencia.
Para que los oprimidos del mundo se emancipen por completo, el imperialismo debe ser derrocado.
Nosotros, que vivimos en una de sus fortalezas, tenemos un papel que desempeñar en esa lucha: construir un partido cuyo objetivo sea derrocar el capitalismo y edificar una sociedad socialista dirigida por los trabajadores, al nivel global. Un partido que a la política de división de la burguesía oponga como consigna la unidad de todos los oprimidos y los trabajadores del planeta.
Nathalie Arthaud
Editorial de los boletines de empresas del 6 de noviembre de 2023