El verano y las vacaciones no borran los problemas que se nos vienen encima. El clima, la crisis, la guerra: por dondequiera que se mire, parece que estamos en una película de catástrofe.
Los dramas se suceden, entre olas de calor e incendios gigantes, con decenas de víctimas en Hawái, o sea en un Estado del país más rico del mundo, los Estados Unidos. En Canadá y en España, decenas de miles de personas lo han perdido todo y tienen que huir de las llamas. Las catástrofes se repiten y con cada vez más gravedad demuestran que el capitalismo está en un callejón sin salida, incapaz de resolver los problemas generados por la anarquía destructora de una economía orientada al beneficio privado.
A esto se suman las tensiones bélicas por todas partes. Cerca de nosotros, en Ucrania, la guerra iniciada hace año y medio ya se habría cobrado la vida de medio millón de personas, como mínimo. A las exacciones de Putin responde el intento de contraofensiva de Zelenski, quien avisa de que durará meses. Las potencias occidentales han subido otro escalón más en la intensificación de la guerra, con la promesa de mandarle cazas. Desde su punto de vista, bien puede la guerra durar y durar, y los muertos acumularse, no pasa nada si esto les permite enfrentarse con Putin sin pagar el precio de sangre, y además probando en directo su arsenal de guerra.
En África, en el Sáhel, donde la población ya sufre las bandas armadas yihadistas, la crisis amenaza con agravarse tras el golpe militar en Níger. Los dirigentes franceses y estadounidenses se ocultan tras la CEDEAO, la coalición de Estados africanos vecinos, para amenazar con una intervención militar. Ambas potencias están dispuestas a cualquier cosa para proteger los intereses de sus capitalistas, cada una con su agenda y teniendo en cuenta la rivalidad.
Macron dice que va a restaurar “el Estado de derecho en Níger”. ¡Vaya mentira! Lo que no aguanta, es que los golpistas, quienes proceden de la misma fuente que el gobierno corrupto al que sustituyen, pretenden desobedecerle. Los golpistas denuncian hoy el imperialismo francés, pero mañana, puede que busquen pactar con él o con el rival estadounidense. Sean cuales sean los cálculos e intereses de unos y otros, la población de Níger lo paga muy caro. La golpean las sanciones económicas, que provocan el alza de los precios y la penuria de alimentos y medicamentos. Siendo Níger uno de los países más pobres del mundo, esto equivale a la pena de muerte.
Las potencias imperialistas procuran poner al mundo entero en orden de batalla detrás de ellas. El pasado 18 de agosto, Biden reunió a los dirigentes de Japón y Corea del Sur para anunciar el refuerzo de su cooperación militar y afirmar que los tres países formarán un bloque unido por “la seguridad de la región” frente a China y Corea del Norte. Las fuerzas armadas estadounidenses ya están en la zona, y los EE. UU. les recuerdan a los japoneses y a los surcoreanos que deben alinearse.
Al enseñar los músculos, los imperialistas, especialmente los Estados Unidos, preparan al mundo para una guerra general, con el objetivo de asegurar su dominación del planeta y frenar el auge de China. El mantenimiento del orden global lo requiere, con una guerra económica que desemboca en guerra sin más.
En nombre de la defensa de la libertad y de los valores democráticos, pretenden enrolar a la población, futura carne de cañón de una guerra de intereses. ¡No aceptemos sus mentiras!
Así es cómo Macron justifica los 413.000 millones de euros de presupuesto militar. El país no está bajo las bombas, y sin embargo a las clases populares ya les pasa factura. Mientras los dueños de la economía de guerra, los Dassault, Thales y demás grandes grupos, registran beneficios récord, falta lo necesario en los barrios populares. ¡Ni un euro para la guerra sucia que están preparando! ¡Requisa de los miles de millones de los vendedores de muerte, para responder a las necesidades de la población!
Ese dinero sería pues necesario, por ejemplo, para la vivienda. El incendio que acaba de cobrarse tres vidas en una vivienda social cerca de París lo recuerda con crueldad. Bajo el control de los trabajadores y de los habitantes, el dinero de quienes se benefician de la guerra serviría para construir millones de pisos por un precio asequible, para evitar que más familias mueran de las malas viviendas.
Nuestros intereses de trabajadores se oponen a los de nuestros explotadores. ¡Para impedir que el mundo se hunda en la barbarie, es a su dominación a la que tenemos que hacer la guerra!
Editorial de los boletines de empresas del 21 de agosto de 2023