Guerra en Ucrania: enormes beneficios con la sangre del pueblo

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 19 de octubre de 2022
19 de octubre de 2022

El Ministerio de Defensa francés va a traer aquí a 2.000 soldados ucranianos, para formarlos en general y, en particular, en el uso de las armas que Francia suministra a Ucrania. Por supuesto, espera que el gobierno y el estado mayor ucranianos le devuelvan el favor encargando más y más armas a las empresas francesas.

Cuando Macron declara que "la guerra durará" en Ucrania, es una observación: la de los efectos de las crecientes entregas de armas de las grandes potencias al régimen ucraniano. También es un deseo poco disimulado porque, a lo largo de los meses de lucha, los libros de pedidos de las industrias de la muerte del mundo se han seguido engrosando, hasta el punto de que se dice que no pueden satisfacer la "demanda".

Así, Macron puede felicitarse por haber recibido un tuit del presidente rumano agradeciéndole, en francés, haber entregado una docena de carros de combate Leclerc y otros tantos vehículos blindados de infantería, que "reforzaron la presencia militar francesa en Rumanía", país fronterizo con Ucrania y miembro de la OTAN, donde París ya ha instalado a varios cientos de sus soldados.

La guerra en Ucrania y los riesgos muy reales de que se desborde -por ejemplo, se sabe que los ataques ucranianos se están intensificando en las regiones fronterizas de Rusia, incluida Crimea- ofrecen una oportunidad perfecta para que los Estados occidentales amplíen su base de clientes militares en la región. Además, les permite posicionarse para las "secuelas". Con toda la destrucción de edificios, equipos, fábricas, puertos e infraestructuras energéticas (en Ucrania, más de un tercio de ellos han sido golpeados en los últimos días), ya no son sólo las grandes empresas armamentísticas, sino también las empresas de construcción y logística, los fabricantes de equipos industriales y un sinfín de otros en Europa Occidental y América los que están salivando a la espera.

Mientras tanto, entre los aliados occidentales se desata la guerra comercial para llevarse la mayor tajada del pastel de la "ayuda" a Ucrania, que en realidad es sobre todo una ayuda a sus propios capitalistas.

Así, Washington acaba de anunciar que libera 725 millones de dólares, el primer tramo de la ayuda adicional votada por el Congreso en septiembre. Incluye 23.000 proyectiles, 5.000 minas antitanque guiadas y 200 vehículos de transporte militar Humvees, a los que seguirán baterías de misiles aire-tierra. Según el jefe de la diplomacia estadounidense, la Casa Blanca ha destinado 18.300 millones de dólares a Ucrania desde que Biden fue elegido en enero de 2021, más de un año antes de que Putin atacara Ucrania. De hecho, la ayuda militar estadounidense de todo tipo, incluyendo armas, equipos, asesores y entrenadores, al Estado ucraniano no es nueva pues se remonta a principios de 2014, con la instalación de un gobierno prooccidental en Kiev, y ha seguido intensificándose desde entonces. Lo mismo ocurre, a menor escala, con la ayuda militar y presupuestaria británica y canadiense al régimen ucraniano.

Un recién llegado a esta macabra zarabanda es Arabia Saudí. Da a Ucrania 400 millones de dólares en "ayuda humanitaria", sin decir si prefiere conservar sus armas, suministradas por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, para masacrar a los yemeníes o a su propio pueblo.

Esta escalada occidental de suministros de armas a Ucrania no impide que los dirigentes de las grandes potencias declaren, como ha hecho estos días el ministro de Defensa francés, que respetan las normas internacionales de no beligerancia, ya que sus tropas no intervienen físicamente en los combates. Esto es completamente hipócrita, pero cínicamente preciso: el Occidente imperialista se enfrenta a Rusia a través de Ucrania. Esto significa, en términos prácticos, utilizar a los civiles y soldados ucranianos como carne de cañón.

Se calcula que ya han muerto unos 65.000 soldados en cada bando y que el número de heridos se cuenta por cientos de miles. En cuanto a los civiles muertos y heridos, nadie ha facilitado cifras al respecto, pero cabe imaginar que también son muy numerosos.

Así que cuando los fabricantes de armas franceses, británicos, estadounidenses, alemanes y otros publiquen sus resultados anuales, que se espera que aumenten considerablemente, podemos intentar dividir este monstruoso total por el número estimado de víctimas para hacernos una idea de los beneficios que la sangre de un ser humano reporta a los capitalistas.

Pierre LAFFITTE