La política de Estados Unidos en Colombia : bandas de hombres armados

Abril y Mayo de 2000

Durante su viaje a Washington en el pasado mes de septiembre, el presidente de la República colombiana, Andrés Pastrana, ha pedido a Washington un incremento de la ayuda militar de unos mil millones y medio de dólares en tres años, dos veces más de lo que EEUU le da a Colombia hoy en día. Dentro de su "Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado", Pastrana quiere duplicar el número de soldados profesionales para alcanzar los 60 000 y aumentar los efectivos totales del ejército de 130 000 a 159 000. También quiere multiplicar el equipamiento en radares, modernizar sus aviones de combate jet A-37 y comprar nuevos helicópteros de combate, todo esto de aquí al año 2 003.

El gobierno americano ya ha incrementado de manera sustancial su ayuda militar a Colombia después de la elección de Pastrana como presidente en junio de 1998. Actualmente, hay 40 millones de dólares dedicados a constituir un batallón aéreo "anti-narcos" dotado de helicópteros de combate y que los militares americanos entrenan in situ. Más tarde, se deberían constituir dos batallones más de este tipo. En total, el ejército colombiano habrá recibido 289 millones de dólares en 1999. La ayuda militar americana ha sido incrementada con el pretexto de intensificar la "guerra contra la droga".

O sea que vino como anillo al dedo la espectacular detención de treinta personas, entre las cuales habría varios peces gordos del tráfico de drogas, realizada conjuntamente por la agencia antidroga americana (DEA), la policía y el ejército colombianos en Colombia en el pasado mes de octubre.

Las autoridades americanas no han dudado en calificar la operación de "victoria mayor para los niños americanos" aunque han reconocido que el impacto de estas detenciones sobre el precio de la cocaína en EEUU era "muy difícil de valorar".

En ocasiones anteriores, tales detenciones no habían tenido ningún impacto sobre el volumen de droga que entraba en el país. En 1991, el gobierno colombiano se había enorgullecido de su gran éxito al rendirse el dirigente del cártel de Medellín y ser encarcelado. Después de su evasión, fue perseguido por la policía y acabó siendo matado en 1993. Pero estos acontecimientos no hicieron más que favorecer al cártel rival, el de Cali, que se apoderó de las cuotas de mercado. No hubo ninguna disminución del tráfico. Lo mismo volvió a ocurrir cuando, a mediados de los años noventa, fueron los jefes del cártel de Cali los que a su vez fueron encarcelados. El tráfico fue dispersado en una multitud de pequeñas redes pero no por eso dejó de desarrollarse.

Porque el tráfico de drogas no se reduce a un individuo, una familia o incluso un cártel, por muy poderoso que sea. El tráfico de droga es una verdadera industria, completamente integrada en el sistema capitalista. Es imposible deshacerse de él sin atacar al sistema entero.

Pero si la "guerra contra la droga" no ha frenado el tráfico de drogas, ha servido en cambio de tapadera para otras guerras llevadas a cabo en Colombia, la guerra contra las guerrillas que controlan alrededor del 40 % del territorio y sobre todo la guerra contra la población que es una de las más pobres de América del Sur.

El rápido incremento de la ayuda americana a Colombia va a alimentar la guerra sucia de los militares y paramilitares colombianos contra todos los oponentes, incluidos los militantes campesinos u obreros, y los pobres. Esta ayuda militar sólo puede agravar los sufrimientos de la población, su indigencia y su desesperación.

El verano pasado, la prensa ha evocado la posibilidad de que tropas americanas desembarquen en Colombia. Es evidente que esto sólo podría constituir una catástrofe aún mayor para la población.

El problema de la droga y de la crisis economica

La droga es un verdadero problema, que se ha agravado en estos últimos veinte años en estrecha relación con el desarrollo de la crisis económica mundial. En los grandes países industrializados como los EEUU, el desarrollo de la pobreza y el aumento considerable del consumo de drogas han transformado barrios enteros de grandes ciudades en lugares peligrosos.

De forma paralela, los países subdesarrollados se han visto sometidos a una presión mayor por parte del imperialismo para obligarles a abrirse a la competencia internacional y a aceptar una llegada masiva de importaciones, incluso alimentarias, procedentes de países ricos, aunque sea a costa de ciertas producciones locales.¡ Miles de campesinos se han visto arruinados porque no podían competir con una "agricultura racional y moderna" !

En Colombia, la caída del precio del café, que era el principal producto alimenticio exportado, ha agravado aún más las dificultades. Así, a finales de los años ochenta, el acuerdo internacional sobre el café fue denunciado debido a la presión de EEUU y el precio del café cayó de un 40 %, arruinando a sectores enteros del campesinado. La "racionalidad del mercado", tan alabada por los defensores del capitalismo, no dejó mucha otra alternativa a los agricultores sino la de cultivar las únicas plantas para las que existía todavía un mercado para la exportación : la coca y la adormidera, que permiten la fabricación de drogas ilegales, la cocaína y la heroína. Y aunque EEUU ha llevado a cabo operaciones espectaculares para intentar erradicar estos cultivos, no ha podido ni querido ofrecer a los campesinos cultivos de sustitución.

La produccion de drogas : una empresa capitalista como cualquier otra

La producción y distribución de drogas ilegales forman parte integrante de la economía capitalista, más aún al ser esta actividad muy lucrativa. Fue una fuente de enriquecimiento importante para los países imperialistas. En el siglo XIX, el Imperio británico, el imperialismo más poderoso del momento, era también el principal traficante de droga del mundo, que llevó a cabo dos guerras contra China para imponerle la compra y el consumo de opio producido en India. ¡ La reina Victoria afirmaba : "Sería inoportuno abandonar una fuente de ingresos tan importante" !

Desde luego, es una lección que el imperialismo americano se ha aprendido de memoria.

El cultivo y la producción de cocaína o de heroína que necesitan mucha mano de obra se efectuan principalmente en los países subdesarrollados y después se encamina la mayor parte de la producción hacia los países ricos. El carácter ilegal de estas drogas incrementa los riesgos que se compensan con una prima de riesgo, es decir un beneficio suplementario. Se realizan estos beneficios suplementarios sobre todo a través del envasado, la distribución, la venta final al por menor, lo que significa que se realizan sobre todo en los países imperialistas.

De hecho, los principales bancos e instituciones financieras americanos o europeos se pelean por el dinero de la droga. No sólo los bancos tienen sucursales en decenas de paraísos fiscales como las Bahamas o las islas Caimán sino que, para servir mejor a su clientela, abren también agencias en las pequeñas ciudades de Colombia donde la industria de la droga es la única actividad lucrativa. Los principales bancos europeos y americanos compiten entre ellos para atraer a los depósitos en efectivo. Piden altas comisiones para blanquear el dinero sucio y pueden incluso consentir préstamos con alto tipo de interés al cliente que quiere guardar su anonimato. Después, el dinero blanqueado se recicla en los negocios legales en EEUU o en otros países, así como en Colombia.

El valor de las exportaciones colombianas de droga se estima a cinco o seis mil millones de dólares al año de los cuales aproximadamente dos mil millones de dólares se invierten de nuevo en Colombia cada año. Durante los años ochenta y noventa, este raudal de capital ha sido sólo ligeramente inferior al capital legal que se invertía cada año en el país. O sea que el dinero de la droga ha contribuido a dopar la economía colombiana, ha contribuido al pago regular de la deuda exterior y ha permitido de esta forma -por lo menos hasta ahora- evitar el recurrir al FMI y tener que someterse a sus condiciones. La importancia del flujo de dinero ha aumentado aún más con la caída de los precios del café.

El gobierno colombiano siempre se ha esforzado en acaparar el dinero de la droga. Desde la segunda mitad de los años setenta, es decir desde el desarrollo de la producción de droga en Colombia (en aquella época se trataba de mariguana), el banco central ha abierto una taquilla especial para los depósitos de dinero sucio efectuados con discreción. A principios de los años noventa, uno de los principales objetivos de las negociaciones llevadas a cabo entre el gobierno y los magnates de la droga era la cantidad de dinero que éstos estaban dispuestos a repatriar y a confiar al banco central.

Los magnates de la droga invierten buena parte de sus capitales en negocios legales, en acciones y obligaciones, en las constructoras de lujo, en los centros comerciales. Se calcula que poseen entre el 10 y el 20 % de la inmobiliaria. También invierten algo en la industria y por supuesto en las finanzas. Antes de ser detenidos en los años noventa, los principales dirigentes del cártel de Cali eran dos hermanos de los cuales uno era vicepresidente del Banco interamericano de Panamá y el otro poseía el Banco de los Trabajadores.

También dedican gran parte de sus capitales a la compra de tierras que explotan con toda legalidad, muchas veces criando ganado en ellas. La tierra se puede comprar a muy buen precio a los campesinos arruinados por la caída de los precios o echados por fuerza. En menos de veinte años, los magnates de la droga se han convertido en propietarios de la tercera parte de las tierras agrícolas del país.

Pero por más importante que sea la acumulación de riquezas entre las manos de los magnates de la droga, esto no representa más que una pequeña parte del dinero sacado gracias al tráfico de droga en EEUU ya que, una vez fuera de Colombia, la droga se vende cada vez más cara a cada etapa. La Organización de los Estados Americanos (OEA) calcula que el tamaño del mercado de las drogas ilegales en EEUU es hoy en día de unos 150 a 200 mil millones de dólares al año. El valor de la cocaína, de la cual el 70 % proviene de Colombia, sería de aproximadamente unos 60 mil millones de dólares. Además, una parte cada vez mayor de la heroína consumida en EEUU proviene también de Colombia. O sea que la casi totalidad del dinero procedente del tráfico de drogas se saca en EEUU y allí se queda para el mayor provecho de los grandes bancos y de la economía del país.

Si el Estado americano quisiera de veras llevar a cabo una guerra contra la droga, como quieren hacerlo creer los políticos con discursos apasionados, en ese caso sus encuestas criminales seguirían el rastro del dinero. Esto les llevaría sin duda a los lujosos vestíbulos de algunos de los principales bancos y empresas del país.

Pero el imperialismo prefiere mucho más declararles la guerra a los campesinos colombianos, rociando sus tierras, destruyendo sus cosechas de coca o de adormidera, envenenando el suelo, los animales y los hombres con toda clase de productos químicos. Los campesinos así atacados se arruinan pero esto no conduce a una disminución de los cultivos. De hecho, la producción de coca ha aumentado de 50 % en estos dos últimos años. Se desplazan simplemente los cultivos hacia el interior del país, allí donde pueden ser mejor defendidos por las bandas de traficantes. Ni EEUU ni el gobierno colombiano han elaborado un programa que incite los campesinos a dedicarse a cultivos de sustitución. Mientras que el cultivo de la coca o de la adormidera sea la única posibilidad para sobrevivir, los campesinos ni siquiera tendrán mucho donde elegir.

Detras de las apariencias democraticas : los grupos paramilitares

El régimen político de Colombia tiene todos los atributos de una democracia : una constitución, elecciones, partidos políticos... Se considera incluso al país como la más antigua democracia de América Latina. En realidad, es un ejemplo perfecto de hasta que punto el régimen parlamentario no es más que la hoja de parra que disimula la dominación de las clases ricas.

Hasta finales de los años ochenta, el régimen siguió siendo el que había surgido del periodo de diez años de guerra civil llamada "la Violencia", de 1948 hasta 1957, en la cual perecieron 300 000 personas. Esta guerra tuvo lugar entre los dos partidos predominantes, los liberales y los conservadores, representando cada uno clanes distintos de la misma clase de terratenientes. Al empezar esta guerra civil, los dos partidos tenían ya una larga historia de guerras civiles y de combates mortales que remontaba al siglo anterior. "La Violencia" acabó terminándose por un acuerdo de los dos partidos para el reparto del poder, acuerdo llamado "Frente Nacional" e inscrito en la constitución. Los dos partidos se comprometían a alternarse en la presidencia de la república, a repartirse por igual los cargos de ministros y los cargos en la administración a todos los niveles. Se juega tan poco en las elecciones que entre los dos tercios y las tres cuartas partes de los electores no se molestan en votar.

Los liberales y los conservadores, que representan la clase de los aproximadamente 200 000 terratenientes que poseen las mejores tierras y que dejan a los campesinos en la miseria y faltos de tierras, tenían el monopolio del poder.

El régimen era tan poco democrático que no dejaba ningún sitio a los que reclamaban la más mínima reforma democrática incluso sin hablar de la reforma agraria. No había vía parlamentaria alguna para la más mínima oposición. Muchos fueron los que vieron como única salida la lucha armada. A lo largo de los años siguientes surgieron muchas guerrillas, entre las cuales las FARC, vinculadas al partido comunista, la guerrilla más antigua y todavía hoy la más numerosa ; el ELN creado por estudiantes y sacerdotes influenciados por la revolución cubana ; el M-19, una guerrilla nacionalista ; el EPL que era maoista, y muchas más.

A partir de los ochenta, distintos gobiernos colombianos intentaron poner fin a los enfrentamientos armados negociando con las guerrillas, prometiendo ciertas reformas democráticas y sociales. Pero los militares y paramilitares, que no tienen interés alguno en que se acaben los enfrentamientos, sabotearon sistemáticamente todo intento de apaciguamiento.

El presidente Belisario Bettancourt, conservador, fue el primero en intentar hacer la paz con las guerrillas. Apenas fue elegido en 1982, levantó el estado de sitio vigente desde hacía 34 años y, unos meses más tarde, otorgó una amnistía a los combatientes. En 1984, la mayor parte de los grupos de guerrillas firmaron una tregua con el gobierno y aceptaron constituir partidos políticos legales. Pero el ejército no quiso respectar la tregua y los paramilitares y demás escadrones de la muerte se pusieron a asesinar a los guerrilleros que se incorporaban a la vida civil, a los prisioneros liberados después de la amnistía y a los que deponían las armas.

El embajador americano en Colombia hizo saber que EEUU desaprobaba esas negociaciones con las guerrillas, con el pretexto de que estas tenían vínculos con los traficantes de drogas.

Como consecuencia de los ataques de los que fueron víctimas, los grupos de guerrillas tomaron de nuevo las armas los unos detrás de los otros, exceptuando a las FARC que crearon un partido legal, la Unión patriótica (UP). En los meses posteriores a su creación, 350 de sus miembros fueron asesinados por los paramilitares, lo que llevó entonces las FARC a retomar a su vez la guerrilla. Pardo Leal, candidato de la UP a las elecciones presidenciales, fue asesinado en 1987, como lo fue tres años más tarde, Jaramillo Ossa, también candidato de la UP a las elecciones presidenciales. Más de 3 000 miembros de la UP han sido asesinados hasta hoy.

Cuando el M-19 quiso él también entrar en el juego político legal, se produjo lo mismo. En 1988, para forzar el gobierno a negociar con él, el M-19 había secuestrado durante dos meses al dirigente del partido conservador. Después de obtener algunas promesas por parte del gobierno, el M-19 constituyó un partido legal, la Alianza democrática, AD-M19. Pero su candidato a las elecciones presidenciales, Carlos Pizarro, fue asesinado en abril de 1990, como lo fueron numerosos otros miembros del nuevo partido.

En 1991, el presidente Gaviria hizo adoptar una nueva constitución que dejaba un pequeño sitio a los partidos distintos de los dos tradicionales. Pero esto no cambió la situación con las guerrillas porque los militares y paramilitares siguieron recurriendo a las provocaciones, los asesinatos, las torturas y el terror para sabotear todo intento de arreglo. Cuando el gobierno intentó una vez más llegar a un acuerdo de paz con las guerrillas, dos grupos, el PRT y el EPL, depusieron las armas. En los meses siguientes, 200 ex- miembros del EPL fueron asesinados de entre los 2 000 que habían depuesto las armas. Así es como treguas, negociaciones, estados de sitio y asesinatos siguieron sucediéndose hasta hoy en día.

Recientemente, el presidente Pastrana ha emprendido un nuevo intento de negociaciones para la paz. En julio de 1998, un mes antes de entrar en funciones, se reunió con el dirigente histórico de las FARC, Manuel Marulanda, con el fin de organizar negociaciones a partir de enero. Pero en las primeras semanas de enero, los paramilitares ejecutaron a 140 personas, para dejar bien claro que las negociaciones estaban una vez más llamadas al fracaso.

Sin oponerse de manera formal a las negociaciones con la guerrilla, los representantes de EEUU desaprobaron el hecho de que Pastrana, en señal de buena voluntad, hubiera aceptado desmilitarizar una zona en beneficio de las FARC. Según EEUU, las FARC no son más que bandas de "narco-guerrillas" a las que no hay que hacer ninguna concesión. Son palabras alentadoras para los militares y paramilitares que utilizan el mismo tipo de argumento para justificar las masacres y el sabotaje de todos los intentos de entablar negociaciones.

Durante decenas de años, el gobierno americano ha apoyado al ejército y a los paramilitares que están vinculados a él y que actuan con toda impunidad. Hoy concede este apoyo con el pretexto de luchar contra la droga, exactamente como lo concedió durante mucho tiempo con el pretexto de combatir el comunismo y la supuesta amenaza soviética.

EEUU inauguró el primer programa de entrenamiento antiguerrilla de América Latina en Colombia en 1955 en la Escuela de Lancero, completando de esta manera la formación ofrecida gratuitamente por EEUU a los oficiales latinoamericanos en la demasiado famosa Escuela de las Américas, situada durante mucho tiempo en la zona del canal de Panamá bajo control de EEUU. Es en estas escuelas donde se aprendía el oficio : aterrorizar a las poblaciones utilizando la tortura , los golpes bajos, las masacres perpetuadas con distintas técnicas. En los años sesenta, Kennedy, confiando a los ejércitos latinoamericanos el papel de asegurar el mantenimiento del ordén, estimuló la creación de estructuras paramilitares, aportó a los países de América Latina la ayuda militar y financiera para ello. Un decreto del gobierno colombiano de 1965 autorizaba el ejército a ayudar a la constitución de grupos supuestamente "de autodefensa", es decir unidades paramilitares destinadas a controlar a la población.

Desde entonces, la ayuda militar americana a Colombia no ha hecho más que agravar los conflictos. Ha contribuido a la militarización de toda la sociedad. A mediados de los ochenta, se han censado 140 grupos paramilitares en Colombia ; desde entonces, se han reforzado.

Su principal blanco no son tanto las guerrillas sino la población civil. Asesinan a los de izquierdas, a los sindicalistas, y más generalmente a todos los oponentes. Cometen terribles masacres, ejecutando a la población de pueblos enteros, para sembrar terror y apoderarse de las tierras. Hemos visto que 3 000 miembros de la Unión Patriótica (allegada al PC) han sido ejecutados. Unos 2 300 miembros de la CUT, la principal confederación sindical, fueron asesinados, entre los cuales al menos 120 miembros del sindicato de los trabajadores del petróleo ; y en octubre de 1998, el dirigente de la CUT, Jaime Ortega, fue asesinado en plena calle. Grupos paramilitares se han especializado en la "limpieza social", masacrando a los drogadictos, a las prostitutas, a los méndigos, a los homosexuales y hasta a los niños de la calle. Los paramilitares son responsables de las tres cuartas partes de los 3 000 asesinatos políticos cometidos cada año.

La impunidad total de la que gozan estos criminales favorece el desarrollo de la violencia y de la criminalidad en el país entero. Colombia es el país más violento del mundo con más de 30 000 asesinatos al año para 39 millones de habitantes.

Bajo las apariencias de un régimen democrático, ha habido una militarización completa de la sociedad desde hace veinte años. Y EEUU ha jugado un papel importante en esta degradación dramática de la vida de la población.

La droga : un pretexto comodo

EEUU y los miltares colombianos justifican la violencia ejercida contra las guerrillas por el hecho de que serían "narcoguerrillas". Se trata de un pretexto no muy serio. Es cierto que las guerrillas se hacen pagar por proteger los laboratorios clandestinos, o las pistas de aterrizaje de los traficantes, así como secuestran a gente para obtener un rescate o sacan dinero amenazando con volar las instalaciones petrolíferas. Esto ilustra hasta que punto el dinero de la droga se ha infiltrado en toda la sociedad y ha contaminado incluso a las guerrillas.

Pero es público y notorio que los paramilitares apoyados por EEUU están mucho más estrechamente ligados al tráfico de droga que las guerrillas. Incluso varios grupos paramilitares han sido creados al principio por traficantes. Según los propios informes de los servicios del gobierno colombiano, la mayor organización paramilitar, la AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), dirigida por Carlos Castaño, ha sido creada por un consorcio de traficantes de cocaína.

Gracias a sus riquezas, los magnates de la droga pueden introducirse en todos los medios, e influenciar las decisiones políticas, exactamente igual que cualquier capitalista importante. También tienen la posibilidad de corromper a mucha gente, oficiales, políticos, jueces, periodistas, etc. Su última arma para presionar es el asesinato, al que recurren lo suficiente frecuentamente para que todos los que se les resisten sepan que están amenazados de muerte. Entre las víctimas de los narcotraficantes figuran Rodrigo Lara Bonilla, ministro de la Justicia de Bettancourt, asesinado en abril de 1984 ; Guillermo Cano, redactor jefe del gran periódico liberal, "El Espectador", ejecutado en diciembre de 1986 ; Carlos Mauro Hoyos, el procurador general que había denunciado públicamente la relación entre los narcotraficantes y el ejército, matado en enero de 1988 ; Luis Carlos Galán, un dirigente liberal disidente, candidato a las elecciones presidenciales, asesinado en agosto de 1989. Hay varias centenas de asesinatos como estos cada año. Los magnates de la droga sólo dejan dos posibilidades : dejarse comprar o hacerse matar, es decir "Plata o Plomo".

A lo largo de los años, han sido jueces, senadores, sacerdotes, generales, ministros e incluso un jefe de policía los que han acabado tratando con los traficantes. Tal infiltración del aparato de Estado y del ejército debería inquietar a EEUU si su objetivo fuese realmente la lucha contra la droga. Podrían hablar con más razón de "narcoejército" que de "narcoguerrillas". De hecho, en Colombia mismo, el ejército del aire se designa como el "cártel azul".

Efectivamente, los militares son uno de los principales protectores de los traficantes. Por ejemplo, en noviembre de 1985, los militares mataron a varios jueces considerados como progresistas implicados en la persecución de los traficantes. Cuando el M-19 hizo una acción espectacular apoderándose del palacio de Justicia de Bogotá para obtener la posibilidad de hacer una declaración pública con repercusión en la prensa, los militares aprovecharon la ocasión. Decidieron asaltar ellos mismos el palacio de Justicia, masacraron a los guerrilleros y a los jueces y quemaron los sumarios de los narcotraficantes.

Un escándalo reciente ha desvelado, una vez más, una pequeña parte del entramado. En 1994, inmediatamente después de su elección a la presidencia de la República, Ernesto Samper fue acusado por su rival, Pastrana, de haber recibido varios millones de dólares del cártel de Cali para su campaña. Durante la investigación, el ministro de la Defensa y ex-director de campaña de Samper, Fernando Botero Zea fue arrestado y habló. Tres ministros, numerosos miembros del parlamento fueron perseguidos. A pesar de todo, el parlamento decidió absolver a Samper.

Después de este escándalo, el gobierno Clinton "desconfirmó" a Colombia por no haber cooperado bastante en la lucha contra la droga, gesto simbólico a la atención de la opinión pública americana destinado a demostrar la firmeza de Washington en su lucha contra el tráfico. Evidentemente, esto no impidió a EEUU mantener su ayuda militar a Colombia e incluso incrementarla considerablemente y reforzar así a los principales aliados de los traficantes, todo ello en nombre de la "guerra contra la droga".

La militarizacion de la sociedad americana

Para el imperialismo americano, la "guerra contra la droga" es un buen negocio y no sólo porque permite la intervención de EEUU en un país como Colombia. La "guerra contra la droga" ha sido utilizada contra la propia población americana.

Es público y notorio que distintos servicios del Estado americano - la CIA, la DEA (agencia de lucha contra la droga) y otros más - se han dedicado ellos mismos con frecuencia al tráfico de drogas para financiar sus propias operaciones y que esta droga ha acabado en el mercado americano. Durante la guerra del Vietnam en los años sesenta, la CIA creó su propia compañia aérea "Air America", para transportar el opio fabricado en el sureste asiático, inundando las ciudades americanas con heroína barata justo cuando millones de gentes estaban rebelándose. Claramente, este aflujo de heroína resultaba ser tanto un arma contra la población americana como una manera de financiar operaciones en el extranjero.

En Detroit por ejemplo, una ciudad sacudida por la revuelta masiva de 1967, la heroína llegó poco después. Durante toda una época, mientras las reservas de mariguana se agotaban, había abundante heroína barata - incluso, en un momento dado, más barata que la mariguana. A principios de los setenta, cuando jóvenes obreros paralizaban las fábricas de automóviles con lo que parecía una interminable serie de huelgas salvajes, la droga fue ampliamente tolerada en las fábricas : más valía un joven enfadado adormilado en la cadena que uno luchando por algo.

De forma correspondiente, el aflujo de drogas en los suburbios, que se manifestó por un verdadero aumento de la criminalidad, sirvió de pretexto para operaciones brutales de la policía en los barrios pobres. Esto no quiere decir que la policía de Detroit estaba eliminando el tráfico de drogas. Muy al contrario, muchos policías protegían abiertamente a los pequeños traficantes - cuando no se dedicaban ellos mismos al tráfico - y utilizaban sus coches oficiales para hacer abiertamente en la calle la ronda de recogida del dinero convenido.

Un caso famoso fue noticia a partir de los setenta : algunos jóvenes Negros, queriendo impedir la propagación del consumo de heroína en su barrio, atacaron las fábricas clandestinas, se apoderaron del dinero encontrado y destruyeron la droga. La policía les tendió una trampa con la intención de matarlos ; pero varios policías fueron matados y los tres jóvenes consiguieron escapar. Después pudieron beneficiar de la protección de la población durante meses. Dos de ellos, John Boyd y Mark Bethune, acabaron por ser perseguidos hasta Atlanta por la policía que allí los mató, pero el tercero, Hayward Brown, fue absuelto por un jurado de Detroit. Más tarde, Brown fue acosado durante años por la policía, inculpado en toda una serie de golpes montados pero cada vez absuelto por un jurado que no quería participar en esos golpes montados de la policía. Lo mataron años más tarde traficantes de droga, para mayor satisfacción de la policía que lo anunció con regocijo en sus propias antenas.

No es más que un ejemplo por supuesto, pero se podría encontrar de una manera u otra en muchas ciudades del país. La policía de Chicago justificó su incursión mortal en el piso en el cual Fred Hampton y Mark Clark, miembros de las Panteras Negras, dormían afirmando que tenía razones para creer en la presencia de drogas y armas en el piso. La afluencia de drogas en las ciudades ha servido desde hace mucho tiempo para justificar los ataques contra militantes.

Hoy en día, hay cerca de dos millones de prisioneros en EEUU, de los cuales cerca de la mitad se debe a infracciones relativamente menores relacionadas con la droga. Esto no significa en absoluto que el tráfico se ha eliminado sino más bien que el consumo ha augmentado. Los que van a la cárcel no suelen ser los peces gordos que están al frente del tráfico y nunca son los que más dinero sacan a costa de los enfermos por la droga. Lo más frecuente es que sólo sean consumidores o drogadictos.

Es evidente que "la guerra contra la droga" ha proporcionado al aparato de Estado la ocasión de reforzarse y de desarrollar unas cuantas metástasis suplementarias. Estos últimos veinte años, la guerra contra la droga ha servido para justificar el aporte de aún más dinero y de aún más medios a las fuerzas de represión. Los servicios de policía del gobierno han engordado a todos los niveles, tanto la policía como el FBI, la CIA, la DEA (agencia contra la droga),el ATF (encargado de la aplicación de los reglamentos tales como fiscales, los relativos al alcohol, al tabaco y a las armas) - con toda una serie de servicios especializados, de unidades de élite, etc. Un cargo ministerial - ¡ el de "zar de la droga" ! - se ha creado para coordinar la política ateniente a la droga.

La DEA y el ATF, los dos, pasan por alto la constitución que prohibe que una fuerza de policía interior sea utilizada en otros países y a la inversa, que fuerzas armadas que intervienen en el exterior del país puedan ser utilizadas en el interior de EEUU. Bajo pretexto que los traficantes son retorcidos, todas las agencias gubernamentales se acomodan a sus anchas con lo que antes se consideraba como el límite legal del que no se podía pasar, arrogándose nuevos poderes de vigilancia de las personas, de registro, de embargo y de confiscaciones de bienes personales, sin olvidar que siguen dando palizas y matando a gente prácticamente con toda impunidad.

Estos últimos años, los tribunales han utilizado contra los sindicatos las leyes "contra las asociaciones de criminales" que supuestamente apuntan al crimen organizado y al tráfico de drogas.

Cada vez más a menudo, se ven esas fábricas policiacas, sobre todo las que funcionan en la sombra, financiarse con el producto de actividades ilegales. En los años ochenta, el escándalo llamado del Irán-Contra descorre un poco el velo sobre la manera en que la CIA vendía armas contra drogas, que volvía a vender para comprar nuevas armas para las tropas de "contras" que aterrorizaban a la población de Nicaragua. Una operación similar existía en Afganistán, donde la CIA vendía armas contra opio, para armar a los mujaidines.

Los escándalos de Air América, del Irán-Contra o de Afganistán han sido denunciados públicamente, pero ¿ cúantos no lo han sido ? Es cierto que todos los aparatos de Estado utilizan los mismos métodos, pero Estados Unidos es capaz todavía de darles lecciones a los demás.

"Guerra contra la droga" y trafico de drogas : gemelos

El tráfico ilegal de droga y la "guerra contra la droga" se alimentan el uno al otro, engendrando ingresos y beneficios para los industriales y los banqueros y proveyendo al mismo tiempo un pretexto "humanitario" para reforzar el aparato de Estado.

El hecho de que los tráficos de drogas y de armas dominen la vida de un país como Colombia no es nada sorprendente. Estas dos actividades forman parte de las que gozan de la mejor tasa de crecimiento en el mundo. En vez de que el crecimiento económico esté basado en el desarrollo de producciones útiles, la economía se apoya cada vez más sobre la producción de artefactos de destrucción o de sustancias mortales. Es una ilustración más de la podredumbre del sistema capitalista.

Sí, habría que luchar contra la droga. Pero esta lucha no puede ser llevada a cabo por el imperialismo americano, ni por ningún otro. No ha sido capaz de parar el enorme desarrollo de la droga en el transcurso de estos últimos veinte años en paralelo con el aumento de la ayuda militar americana a países como Colombia.

Hoy, el gobierno americano quiere aumentar todavía más sus subvenciones militares a Colombia. Es más difícil aún saber adonde quiere ir a parar cuando su política se compone de golpes bajos, de maniobras por lo bajo, de doble lenguaje y de mentiras desfachatadas destinadas a su opinión pública. Pero cualesquiera que sean las intenciones de EEUU (la simple continuación de la política llevada a cabo desde hace veinte años, el aumento del número de militares americanos presentes en Colombia para "aconsejar" y entrenar al ejército colombiano en la lucha contra las guerrillas, o bien una intervención más directa con el envío de tropas americanas como se ha dicho recientemente), lo que es seguro, es que no sólo no ganarán la batalla contra la droga sino que agravaran todavía más la violencia contra la población y sus sufrimientos.

Sí, hay que combatir la droga. Pero también la pobreza, que origina el cultivo de coca o de adormidera y que origina también en gran medida el consumo que de ellas se hace. Pero también la explotación y la violencia ejercida contra las masas trabajadoras. Pero esto significa combatir el sistema capitalista en su totalidad. Sólo cuando se haya destruido el sistema capitalista se podrá construir una sociedad en la que cada uno pueda vivir correctamente de su trabajo, en donde las necesidades fundamentales de cada uno estén satisfechas y en donde no haya ya necesidad de drogas ni de armas. Es lo que se llama comunismo.