Clima: los capitalistas nos empujan al horno

Textos del semanario Lutte Ouvrière - 11 de noviembre de 2025
11 de noviembre de 2025

La 30ª conferencia de la ONU sobre el clima, la COP30, que se celebra actualmente en Belém, Brasil, es prueba de ello: la catástrofe climática continúa. Continúa silenciosamente en medio de guerras, angustia y miseria crecientes, tanto en Francia como en el resto del mundo.

Del mismo modo que no hay que contar con los jefes de Estado para poner fin a las guerras, la explotación o la pobreza, sería suicida confiar en ellos para luchar contra el calentamiento global.

Suicida es la palabra adecuada, porque el calentamiento global es, a la larga, una cuestión de vida o muerte para la humanidad. El aumento de la temperatura de la Tierra, sus océanos y su atmósfera puede provocar consecuencias irremediables en cadena, haciendo que el planeta sea simplemente inhabitable.

Lluvias torrenciales, inundaciones, olas de calor, incendios devastadores, sequías, casas agrietadas, cultivos amenazados... Ya estamos sufriendo las consecuencias de este calentamiento. La situación es peor en los países pobres, donde es sinónimo de hambruna y desplazamiento forzoso de millones de mujeres y hombres.

La lucha contra el calentamiento global debería ser una obviedad para cualquier dirigente responsable y con un mínimo de conciencia. Pero los dirigentes de esta sociedad capitalista solo rinden cuentas ante los accionistas y los más ricos.

Han pasado treinta años desde la primera COP. Treinta años en los que los científicos alertan y proponen soluciones técnicas contra el calentamiento global. Treinta años en los que los gobernantes pretenden tomarse el problema en serio. Y treinta años en los que las emisiones de gases de efecto invernadero aumentan año tras año. Hasta tal punto que ya estamos a punto de alcanzar el calentamiento de 1,5 °C que se había previsto para... ¡2100!

Su supuesta lucha contra el calentamiento global es un fracaso. ¿Y cómo sorprenderse cuando esos mismos dirigentes se muestran incapaces de resolver problemas tan elementales como el acceso de todos los seres humanos a la alimentación, al agua potable, a la vivienda o a la educación?

La razón de esta incapacidad es la misma: el objetivo de la clase capitalista no es satisfacer las necesidades de la población. Su prioridad es obtener beneficios vendiendo cualquier cosa. Al igual que la orquesta del Titanic, que siguió tocando durante el naufragio, la burguesía sigue con sus negocios como si nada hubiera pasado.

Trump llevó a cabo su campaña con el eslogan «Perforar, perforar, perforar» para promocionar el petróleo estadounidense y ahora quiere excavar en los fondos oceánicos. Musk, que por sí solo tendría los medios para orientar la economía hacia la transición energética, se burla de ello como si fuera su primer billón: promete revolucionar el mundo inundando el mercado con sus robots humanoides. ¡Al menos no tendrán problemas respiratorios!

Los gobiernos ocultan su inacción climática tras los avances en energías renovables. Con subvenciones, han intentado que los capitalistas se interesen por la instalación de aerogeneradores y paneles solares. Pero el dinero público es limitado y el ritmo de estas inversiones apenas sigue el crecimiento de las necesidades energéticas. Al final, el consumo de petróleo y gas aumenta. Incluso en China, donde las energías renovables han experimentado un auge, el consumo de carbón sigue siendo mayor.

Hoy en día, la clase capitalista y sus políticos ya ni siquiera fingen movilizarse. En Estados Unidos, Trump califica el calentamiento global de «broma», y los grandes consorcios ya no tienen que preocuparse por su imagen ecológica: mientras ganen dinero, ¡pueden contaminar y calentar el planeta! ArcelorMittal ya ha renunciado a invertir en acero descarbonizado en Dunkerque, explicando sin rodeos que no es rentable.

La prioridad de todos los gobernantes es la guerra comercial, la competitividad y el rearme. Ya no están de moda las baterías eléctricas, sino los tanques, los misiles y los drones. Trump incluso ha anunciado su intención de reanudar los ensayos con bombas nucleares, idea que ha sido retomada por Putin.

Si los capitalistas y sus lacayos políticos convergen a escala internacional, es en la misma huida hacia adelante en la que solo cuentan las cuotas de mercado, la carrera por las materias primas y los beneficios y la capacidad militar para infundir temor a sus competidores.

Mientras la acumulación privada y la carrera por los beneficios sean los motores de la sociedad, y mientras la competencia y las fronteras prevalezcan sobre la solidaridad internacional, la humanidad seguirá siendo prisionera de la explotación, las guerras y la crisis climática. Para ofrecer un futuro a la sociedad, es necesario derrocar a la clase capitalista y su sistema completamente loco.  

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 11 de noviembre de 2025